
En su estilo, Ocampo no deja de escribir notas al pie contando sus experiencias en Inglaterra, o
evocando recuerdos personales nacidos de la lectura de los diarios de Charlotte Brontë o de la
novela.
Por ejemplo, comenta un artículo escrito por ella en
Sur sobre la película de Robert Flaherty,
El hombre de Aran o, al citar una anécdota de Charlotte, dice en una nota al pie: “
La atmósfera de este diálogo es muy inglesa y me ha impresionado especialmente, porque he
asistido un día a una escena análoga, pero más imprevista aún, que vale la pena
referir”.
Y a continuación, dedica una página entera a contar su propia anécdota. Fascinada, su
intención es develar aspectos de Emily, tratar de configurar a la autora a partir de su biografía y
también de sus poemas. Pero sabe que es una tarea complicada: Charlotte dejó al morir varios
documentos; Emily sólo dejó su obra. “
Para mostrar hasta qué punto era estricta en su reserva, basta ceder la palabra a
Charlotte, que nos revela cómo descubrió los poemas de su hermana”, dice Ocampo.
Entre otras cosas, Charlotte cuenta, luego del incidente: “
Mi hermana Emily no era persona de carácter abierto, ni podía uno impunemente, por más
allegado y querido que fuera de ella, entrar sin permiso en lo recóndito de su espíritu y su
sentimiento;
horas me costó el desenojarla por el descubrimiento que yo había hecho, y días el
persuadirla de que los poemas debían publicarse”.

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