En transmisión directa por redes sociales desde la Catedral de Coventry, construida allende las ruinas de la anterior tras los bombardeos nazis, el miércoles pasado se anunció el ganador del International Booker Prize. Se premió con 50.000 libras esterlinas, a repartir en partes iguales, al escritor David Diop (madre francesa y padre senegalés) y a su traductora al inglés Anna Moschovakis, por su libro Night All Blood is Black (Pushkin Press), publicado en francés con el título Frère d’âme (2018), y en nuestra lengua como Hermanos de alma (Anagrama). La competencia reconoce al libro de literatura extranjera publicado en inglés en Reino Unido e Irlanda. En la “lista corta” participó la escritora argentina Mariana Enríquez con el libro de cuentos Los peligros de fumar en la cama, publicado en inglés por Granta Books.
Hace un año en Bristol, Reino Unido, derribaban la estatua del traficante de esclavos Edward Colston (se le adjudica la muerte de no menos de 19.000 africanos). Incluso, corrieron riesgo las estatuas de Churchill y Mahatma Gandhi. El 27 del mes pasado, en Kigali, capital de Ruanda, el presidente de Francia Emmanuel Macron participó de la inauguración del Monumento del Genocidio. Allí admitió la responsabilidad de su país en el genocidio de 1994, pero aclaró que Francia no fue cómplice.
En términos políticos y culturales, a estas actualizaciones de la historia acuden las figuras simbólicas de reivindicación, justicia, conciliación y convivencia. Y Hermanos de alma de Diop viene al caso, ingresa al mundo líquido de la opinión y búsqueda de resarcimiento, con 170.000 ejemplares vendidos en francés y traducido a 10 idiomas. Ganó un bestseller sobre un tema “sensible” y en agenda.
El jurado, diverso e inclusivo, lo presidió Lucy Hughes-Hallett (historiadora y biógrafa británica), secundada por Neel Mukherjee (escritor nacido en India), George Szirtes (poeta húngaro y traductor), Olivette Otele (nacida en Camerún, vicepresidente del Royal Historical Society) y Aida Edemariam (escritora y periodista, etíope canadiense). Respecto al texto premiado, utilizaron los siguientes tópicos: prosa encantada, poder aterrador, capaz de hechizar, entre otros.
La novela de Diop es breve, poco más de 150 páginas, escrita en un francés que reconstruye la respiración del protagonista, anclada en lengua senegalesa, el wólof. Los campesinos Alfa Ndiaye y Mademba Diop se enrolan en el ejército francés para luchar en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. Los reclutan a cambio de una suma de dinero que, de sobrevivir, les asegura un mejor porvenir en la colonia. Pero en el campo de batalla Mademba resulta destripado, en brazos de Alfa quien concluye la agonía. De allí en adelante este es poseído por una sed de venganza que satisface como guerrero de honor, infligiendo en el enemigo la misma muerte que sufrió su hermano del alma, tomando por trofeo manos. Las descripciones de estas atrocidades, así como las condiciones de vida en el conflicto, son de una crudeza verosímil. El vengador llega a horrorizar a sus propios compañeros de lucha que lo suponen un poseído devorador de almas, motivo por el que se lo envía a la retaguardia.
Cuando el libro recibió el Prix Goncourt des Lycéens a cargo de los estudiantes secundarios franceses, generó dudas sobre qué vieron los adolescentes en él; de un profesor universitario del sur francés, de 55 años, cuya novela anterior no había recibido atención. La opinión de los libreros fue suspicaz, refirieron a la adhesión de los jóvenes con la violencia anti sistema en La naranja mecánica de Anthony Burgess, llevada al cine en 1971 por Stanley Kubrick. Esto contrasta con lo que el autor profirió en reportajes: “La literatura, por lo menos en mi novela, es una manera de devolver la palabra a los vencidos, a los que no hacen la historia. La historia está escrita por los vencedores.” O sobre los personajes: “les doy voz a través de la creación literaria.”
Como la historia de la literatura existe, vale recordar al homónimo del premiado, el poeta francés de raíces africanas David Diop (1927-1960), que murió en Senegal, y cuya breve obra (influenciada por Aimé Césaire) fue una airada protesta contra los valores europeos por su esclavismo y dominio colonial, llamando a la revolución. Se lo consideró el más extremo de la corriente negritude, que en la década de 1950 se oponía a la política francesa de “asimilación”, para la que África era un territorio privado, sin cultura ni historia. Constan estos datos biográficos en la Encyclopaedia Britannica, fuente de conocimiento que recomendaba Jorge Luis Borges.