Considerado uno de los más grandes pianistas clásicos del mundo, Bruno Gelber toma con naturalidad cada nuevo concierto, y a la hora de presentar una nueva transmisión por streaming del Teatro Colón de una función de 2018, apenas recuerda su emoción y su inspiración en ese día. “Dar conciertos es algo muy natural para mí, he dado tantos, tantos, tantos en mi vida. He dado conciertos en 57 países, es muy raro que haya algo que distinga uno del otro. Lo que sí me acuerdo es que me gustó mucho salir a dar el concierto porque estaba muy inspirado, estaba muy emocionado de tocar ese concierto, que es uno de los más lindos de Mozart”, asegura el pianista.
Pero si bien dar un concierto puede parecerle natural, lo que se renueva para Gelber es la emoción de entrar al máximo coliseo porteño. “Entrar en el Teatro Colón es una experiencia muy agradable, siempre. A pesar de he tocado millones de veces, pero siempre es una experiencia muy linda. Mi primer concierto en el Colón fue a mis 14 años y eso no es ayer…”, dice el músico con una sonrisa.
La función dedicada a Wolfgang Amadeus Mozart que emitirá el Colón por sus redes sociales y su página oficial consistirá en la Obertura de “Don Giovanni”, K. 527; Sinfonía Nº 39 en Mi bemol mayor, K. 543, y Concierto N° 21 para piano y orquesta en Do mayor, K. 467, que fueron dirigidas por Ezequiel Silberstein al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.
Para Gelber, “a esas obras de Mozart no se vuelve, han existido siempre y van a existir siempre. Los genios, su inspiración divina van a permanecer a pesar del tiempo, a lo largo de los siglos. Lo que dice Mozart, el mensaje que da es entendible para una persona en cualquier momento. Aquel que le gusta la música y tiene sensibilidad, lo entiende”, define con pasión por el gran compositor nacido en Salzburgo.
“Hay muchas personas actualmente que tocan de una manera muy técnica, con unas técnicas fabulosas pero se olvidan que cada dedito, cada nota tiene que tener su expresión y que es una sílaba de una frase. A mí me maravilla sentirme inspirado, uno siente una especie de conexión elevada que hay que guardarse, que hay que estar muy lúcido para poder pasarlo al público” agrega y define: “Mozart es un compositor para el que hay que estar confesado y comulgado para tocarlo. Es un compositor que exige que se sea digno de él, hay que tratar de estar a la altura suficiente para ser realmente digno de esa inspiración de algunas de sus obras, que son absolutamente divinas. Tiene algo parecido al sentimiento de cuando uno va a comulgar, ¿no?”, se pregunta.
Reviví "La Traviata", en versión de Franco Zeffirelli, que transmitió el Teatro Colón
El músico disfruta por estos días del incipiente sol primaveral en su departamento en el centro porteño, estilo Art Decó, que no está rodeado de grandes edificios y le permite la entrada de luz, con una linda vista de Buenos Aires. El encierro que supone la cuarentena por la pandemia de coronaviurs que ya lleva seis meses en la Capital Federal no lo incomoda. “Estoy acostumbrado a estar entre paredes, lógicamente no estudio el piano en la terraza ni en la calle. No tengo esa necesidad… Le voy a decir, sin ningún orgullo que estar en movimiento, estar conectado con el mundo, no es mi prioridad. He tenido tanto movimiento en mi vida, he viajado tanto, he conocido todo, lo que se puede conocer en el mundo. No hablo de experiencias complicadas, pero he viajado, me he movido desde los 19 años a través del mundo. Mi vida ha sido hasta ahora con dos valijas y el hotel y las ciudades. Mi vida ha sido como un libro que en cada página es una ciudad y una vivencia distinta, con gente distinta, con un público distinto…”, evoca y señala que sus planes para cuando termine la pandemia son realizar nuevos conciertos en Japón y en Europa, y mantiene la esperanza de tocar en dos lugares del mundo en los que todavía no se dio la oportunidad.
“Me quedan cosas por hacer todavía. Me encantaría tocar en Cuba, hace unos años que tengo antojo de tocar en Cuba, pero nadie me lo propone. No sé por qué Cuba. No conozco, tengo ganas de ir a dar un concierto ahí, porque tengo como una sensación de brindarme… No es por una razón política, yo soy totalmente apolítico. Me encanta visitar un país que tiene una imagen de los años ’50, tengo la impresión de que lo necesitan más que otros. Así que alguna vez, yendo para otro lado, si me lo proponen, estaría feliz de darlo”, se promociona y señala que otro lugar que al que no fue invitado y le gustaría ir, se exactamente lo opuesto: los Emiratos Árabes. “Me gustaría ver qué es haber creado, lo que se siente en eso, la famosa palmera desde arriba, pero eso son antojos, tendría otro antojo que es conocer los templos de Ancor en Camboya, pero eso no lo puedo hacer por mi pierna, hay que caminar entre piedras. Eso me va a quedar pendiente. Pero todo el resto lo he hecho hasta ahora, así que es más fácil contar los países en los que no toqué que en los que toqué…”, asegura.
¿Se imagina retirado?
Yo no estoy para nada cansado. Tengo el mismo amor por mi misión y mi condición de artista, los dedos y la cabeza me funcionan como siempre. Dios dirá. Me gustaría morirme después de un concierto, en el escenario, al final. Pero no estoy ni cansado, me encanta lo que hago, no hay nada que me guste más. Tengo la impresión de no decidir nada, como cuento siempre. Tengo la impresión de ir en un trineo que se desliza en una selva nevada, sin ningún ruido y que las cosas van llegando, yo soy el que recibe las cosas que tengo que hacer, no lucho por lo que de repente me aparece en la cabeza. Yo dejo que las cosas ocurran.