Según cuenta Martha Rosler en el prólogo a Clase cultural. Arte y gentrificación (Caja Negra, 2017), el libro que compila ensayos de esta artista y crítica norteamericana tiene su origen en una recomendación y un fastidio: el de ser consultada siempre para hablar de lo mismo en cada ocasión; la gente quiere escucharte hablar de los mismos temas y explorar las mismas ideas, le aclaró un amigo. El consejo lo tomó de Bertolt Brecht: palabras y escritos propios eran la guía del poeta alemán para conversar con públicos diferentes, “entrar en universos discursivos y canibalizarlos, de ser necesario”, agrega Rosler.
Con estas herramientas que son sus textos y su presencia delicada, su hablar pausado y en tono bajo, su risa frecuente y un poco de cansancio, Martha Rosler está en Buenos Aires, “encantada de esta primera visita a la Argentina”. Vino invitada para integrar la BienalSur con Puede que esta vez sea diferente, en cuyo título alberga una tibia esperanza de que algo haya cambiado en los temas que le interesan sobre arte y feminismo. La propuesta es la creación de una biblioteca sobre arte y feminismo en castellano. Con la curaduría de Lucrecia Palacios y la colaboración de la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género y el Centro Interdisciplinario en Estudio y Políticas de Género de Untref, y a través de la donación, compra y préstamo de libros, el proyecto supone reunir y catalogar alrededor de mil títulos que den cuenta, acompañen e intervengan en la intensa discusión feminista y sobre feminismo que viene dándose en los últimos años en Buenos Aires.
“La mayoría son libros sobre feminismo, pero no todos. Pienso más en la idea de contexto para construir nuestro mundo y eso se hace con el lenguaje. Este proyecto es una convocatoria abierta para que traigan, donen e incluyan libros relacionados con el tema”, explica Rosler, quien en 2005 trasladó al espacio de e-flux en Nueva York parte de su biblioteca privada, y la abrió al público durante seis meses. “Este no es mi acervo propiamente dicho, pero sí está conectado con ese vínculo íntimo que tengo con la investigación y la lectura. También con mis intereses”.
Esos que vienen desde los años 60 y 70 cuando Rosler hizo algunas de sus obras más significativas: los collages con revistas femeninas y Semiótica de la cocina (1975), un video donde parodiaba a los programas de cocina mostrando los utensilios con su nombre y la mímica humorística del funcionamiento. Una pieza clave para entender, desde los mecanismos de subversión, lo central de su obra: por qué el hogar, el alojamiento y los interiores han sido un terreno fértil para su exploración artística: “Pareciera que las mujeres no están muy autorizadas a estar fuera del hogar. Salen porque tienen que trabajar, pero están muy ligadas al espacio de lo doméstico. En los 70 había un libro que se titulaba Mujeres que se casan con las casas. No lo leí pero el título es perfecto para ilustrar esto que pienso”.
Sin embargo, desde esos tiempos en los que Rosler ensayaba con cucharas y exprimidores para hacer un manifiesto divertido o creaba collages con publicidades de mujeres en las revistas, han pasado cosas: “No creo que nos hayamos movido demasiado lejos de esa idea. Todo lo que se espera de las mujeres sigue siendo un poco lo mismo. Hay divisiones genéricas en todo el campo del arte. Lo relacionado con la fuerza y el poder está en manos de los hombres y lo sentimental está más vinculado con las mujeres. Por ejemplo, el land art está mayormente ejercido por varones”.
De acuerdo con su definición de bienales, la que da en el libro antes mencionado, estas proporcionan no solo un circuito físico, sino un régimen de producción y normalización, y se distinguen entre el centro y la periferia. En ese sentido, BienalSur sería un enclave periférico y tendría determinadas características respecto de la internacionalización de los artistas, las condiciones de producción, etc.: “La gente que está a cargo de esta bienal me dijo que esto no es, justamente, una bienal, en el sentido que lo pienso en tanto a la relación con los artistas internacionales. Que es un trabajo en progreso sin una única localización. Que están más interesados en los artistas locales”. Pero la respuesta no la satisface por completo: “Entonces, me pregunto: ¿qué hago yo acá?”.