CULTURA
Revistas literarias

Diálogos urgentes

Surgidas en el último decenio, La Balandra, Rapallo, El Ansia y Mancilla son cuatro de las tantas revistas metaliterarias que apuestan a la calidad estética y a la discusión que entrelaza el campo literario con el político. Con una mirada autogestiva, que atraviesa todas sus instancias, las revistas apuestan al papel y al vínculo con la tradición. PERFIL habló con sus editores.

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Revistas literarias. Con una mirada autogestiva, que atraviesa todas sus instancias, las revistas apuestan al papel y al vínculo con la tradición. | cedoc

En un artículo de 1973, José Bianco, jefe de redacción de Sur durante 23 años, se preguntaba por qué no había en Argentina una revista literaria con cierta periodicidad. Atento a las manifestaciones contemporáneas –no se olvida de Los libros y El Escarabajo de Oro–, Bianco cree que el empobrecimiento de la crítica responde a la escasa regularidad de las publicaciones. “Públicamente, [a los escritores argentinos] nadie les revela sus propósitos, nadie les permite darse cuenta de lo que han hecho, o de lo que quisieran hacer y no han podido hacer. En suma, nadie los esclarece, nadie los critica. Y lo mismo sucede con los libros ajenos, con todos los libros. Con el pensamiento en general”. Con mayor o menor alcance, no es posible entender las operaciones de circulación ni el modo en que el campo literario dialogó con el político sin un análisis de las revistas metaliterarias. Aun en momentos de inestabilidad económica y/o política, las revistas constituyeron núcleos de diálogo y resistencia. En esa estirpe pueden agruparse distintas propuestas, que a la vez refieren a tradiciones diversas. Un repaso mínimo incluye a Contorno, La Rosa Blindada, Los Libros, Literal, El Lagrimal Trifurca, Cerdos y Peces, El Ojo Mocho, entre otras.

“Las revistas tienen algo de urgente y algo de imperecedero”, dice Horacio González en el programa de un seminario que brinda en la Facultad de Filosofía y Letras. Esa premisa se vislumbra aún hoy. El carácter ab eterno, está claro, tiene que ver con su impronta archivística, pero también con una apuesta estética, que posibilita que perviva. Lo urgente vincula lo simbólico con lo material: tanto en la necesidad de relevar aquello que sucede en sincronía como en las estrategias de autogestión para hacer frente a un contexto bajo jaque. Mancilla, La Balandra, El Ansia y Rapallo son algunas de las tantas publicaciones contemporáneas que apuestan, a partir de distintos géneros, al papel y a la pregunta por el presente.

“Mancilla”: ensayos sobre la amistad y la política

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Recién en el penúltimo número, el comité editor de Mancilla trazó una suerte de manifiesto, titulado “Historia conversada de esta revista”. En uno de los fragmentos, el artista Santiago Villanueva comentó que la esencia de la revista, en comparación con otras publicaciones, es la posibilidad de publicar ensayos con mayor apertura, que rescaten plumas diversas. Surgida en 2011, Mancilla ha convocado, entre otros, a Alejandro Rubio, María Pía López, Martín Gambarotta y Silvia Schwarzböck. En diálogo con Perfil, uno de sus editores, Nicolás Maidana, cuenta cuáles fueron las motivaciones primigenias: “Eramos un grupo de amigos que nos juntábamos principalmente a leer la novísima literatura argentina de aquella época, y también estábamos atravesados por la situación política de ese momento y las ganas de intervenir en el medio ambiente cultural. Sacar una revista en la cual el ensayo libre fuera el centro de gravedad, a diferencia del reseñismo profesional, el ensayo académico o la crónica. Al mismo tiempo, si bien a lo largo de los números se puede ver que han participado de la revista algunos insignes representantes del campo cultural, lo que más abunda son los nombres jóvenes y la cantidad de artistas que escribieron textos por primera vez”. Con el radar puesto en las manifestaciones que entrecruzan la literatura y la política, no pensadas como efigies sino en su articulación, Mancilla dialoga (y comparte firmas) con otras revistas, como Crisis, Planta y la más reciente Panamá (digital). El #15, que acaba de salir de imprenta, cuenta con ensayos de César Aira, Fernanda Laguna y Martín Rodríguez.

“La Balandra”: la trastienda de la escritura

Ya desde la elección del nombre, que designa a las embarcaciones pequeñas, se observa el impulso que moviliza a la revista: un recorrido sencillo pero un poco ambicioso por los mares del oficio literario. Nacida en 2011, bajo la dirección de la escritora Alejandra Laurencich, La Balandra propone en distintos dossiers una mirada introspectiva del acto de escritura. “Buscamos mostrarle al lector el mundo de la escritura por dentro o por detrás, correrle el telón. Hay varias secciones. Por ejemplo, cómo presentar un libro a una editorial. Otra dedicada a traducción, porque muchos de los que empiezan no saben lo que significa una buena traducción. Después, otra sección que se llama ‘Cómo empezaron los consagrados’ o ‘El escritor como lector’”, dice la autora de Las olas del mundo. “La idea es mostrar ese mundo del escritor pero no en su versión televisiva o de feria firmando ejemplares, sino en su tarea diaria para que un libro pueda estar en la calle. Eso implica tener en cuenta a los libreros y a las instituciones que apoyan. El subtítulo de la revista es Otra literatura, porque mostramos narrativa extranjera que no se ve. Hemos publicado autores desde Croacia hasta el Caribe, siempre priorizando nuevos escritores que tienen obra con altura, con lenguaje propio. Les damos un lugar estelar, un buen espacio”. En el último número, que se centra en el rol de los ghost writers, escriben Julia Saltzmann, Alberto Manguel y María Teresa Andruetto.

“Rapallo”: poesía y vanguardia joven

Con la referencia al terruño genovés donde se radicó Ezra Pound, esta joven revista nació el año pasado con el foco en distintas manifestaciones poéticas, ya sea a partir de traducciones inéditas, ensayos o entrevistas. El espíritu inicial, según Emilio Jurado Naón, uno de los editores, fue “poner a circular los poemas que nos parecían mejores entre lo que se está escribiendo hoy. Después de varios años compartiendo y discutiendo textos contemporáneos, surgió la idea de hacer una revista en papel para materializar el saldo y los consensos que salieron de esas discusiones. Además, nos interesaba traer algunos poemas de otros países que nos parecen un poco ignorados o desconocidos en Argentina”. En el segundo número, por caso, entrevistan al mexicano Julián Herbert en relación con su poesía, desconocida por estos lares, y en un notable artículo, Silvia Schwarzböck une la biografía Almirante Cero, de Claudio Uriarte, con libros de Gabriel Cortiñas y Alejandro Rubio.

“El Ansia”: mapeos concéntricos

En su número inaugural, en 2013, El Ansia se centró en tres escritores: Marcelo Cohen, Hernán Ronsino y Alberto Laiseca. La premisa de la publicación era rodearlos, deconstruir su modus operandi a partir de sus lecturas y en relación con lo que generan en otros escritores. Así lo explica José María Brindisi, uno de los responsables: “El espíritu inicial fue encontrar un formato que siempre me pareció una experiencia frustrada, las colaboraciones de escritores; por supuesto, había experiencias felices como Borges y Bioy. Queríamos una revista en la que eligiéramos tres autores pero que se pensara como el estado de las cosas de la literatura argentina. No se va a entender en el primer número, pero después de diez años vas a tener a treinta autores y todos los que dan vueltas, porque lo que me interesa es lo satelital. No buscamos ni generar un canon ni un anticanon. La idea es molestar a alguien durante un año, conocerlo, darle vueltas, ver qué hace, cuando se emborracha seguirlo, cuando va a una biblioteca vamos y hacemos esa vida. Vamos a los talleres, los escuchamos”. En 2017, además del #4 –cuyo tándem elegido fue Mairal, Vitagliano y Muslip– se consolidó El Ansia versión boliviana, al mando de Magela Baudoin.

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Según cuenta Daniel Badenes en el libro Editar sin patrón (ver recuadro), en uno de los primeros intentos asociativos del sector, en 1979 los editores Nova Arte se preguntaban por qué aparecían tantas revistas si la situación era asfixiante. La respuesta podría leerse como una manifestación del presente: las revistas son expresión de la crisis, pero también su negación. El último informe de la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (Arecia), de noviembre de 2017, marca que la tirada promedio de las revistas culturales en general ha bajado significativamente, y los costos de ese año respecto de 2017 aumentaron casi un 40%. En un marco autogestivo, los vaivenes económicos constituyen escollos cotidianos. “Contamos con que el primer número era plata perdida”, dice Brindisi. Las ediciones siguientes de El Ansia, al igual que las de Mancilla, se solventaron con subsidios de Mecenazgo. “Después de eso, se abre un abismo en el que tenemos que repensar cómo seguir”, reflexiona Maidana. La primera edición de La Balandra intentó cubrir todo el país, pero luego fueron priorizando aquello que Laurencich denomina puntos de venta activos: “Tratamos de estar en librerías y muchas veces llegamos a ferias, librerías de universidades, gracias a los autores que la llevan. También nos vinculamos con instituciones, por ejemplo, como sucedió cuando hicimos el especial de narrativa coreana. El que quiere llegar a La Balandra llega”. Con tiradas similares a las de muchas editoriales alternativas –desde 300 hasta mil ejemplares–, el principal canal de venta de las revistas siguen siendo los eventos de presentación y las librerías especializadas. “Las dificultades tienen que ver con la estructura chiquita y la inconstancia –dice Brindisi–. Si uno piensa que el primer objetivo de la revista es mostrar algo, no hemos sido consecuentes y no fuimos a mostrarla al interior, nos ha faltado tiempo y disciplina”.

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A diferencia de las divergencias de opiniones de aquellos que prefieren el papel sobre los bits por una cuestión fetichista, los editores de las revistas metaliterarias reafirman su defensa de la materialidad por distintos factores: una estética, un modo de lectura y una vinculación con la tradición. Laurencich apunta al impacto visual: “Provengo de las bellas artes y me pareció importante que la revista no fuera descartable, sino que fuera un libro que alguien quisiera exhibir en su biblioteca, con un contenido estético importante, con la elección de papel, con el diseño que ocupa mucho tiempo en la producción y con una buena fotografía”. Lo mismo piensa Emilio Jurado, también como un modo de valorizar aquello que se publica: “Cada número lo pensamos como un libro, con la idea de que lxs lectorxs puedan sostenerlo, gastarlo, subrayarlo, ponerlo en la biblioteca. Por otro lado, como privilegiamos el carácter inédito de las colaboraciones, la idea es que quien se lleve un número de Rapallo se esté llevando material que no puede conseguir en otro lado (y, si la damos vuelta, que solo pueden conseguir en Rapallo). Maidana, que admite que en el medio ambiente cultural y político las publicaciones que revalorizan el ensayo tienden a desaparecer, considera que la decisión de sacar Mancilla en papel fue una declaración de principios en relación con la relevancia histórica de las revistas: “En la época en que sacamos el primer número no hubo ninguna duda de que no queríamos sacar una revista online más. Si bien había algunas muy interesantes que leíamos, como El Interpretador, por ejemplo, nos parecía que internet estaba abarrotado y que no era una opción. Por el contrario, queríamos inscribirnos claramente en la gran tradición de revistas argentinas en papel. Además de la certidumbre de que el formato ensayo requiere otros tiempos de lectura, otra concentración”, concluye. En la “Historia conversada...” citada, Juan Laxagueborde se pregunta cuánto dura la energía inicial para llevar a cabo una publicación de esa índole: “La fuerza de ese origen ¿cuánto dura? ¿O se va renovando y siempre se la puede leer como presente?”. Ese interrogante es una constante en casi todos los editores independientes contemporáneos, pero, afortunadamente, muchas veces funciona como catalizador y no como un punto final.

 

Contra el anacronismo

El año pasado, ClubHem publicó Editar sin patrón, una serie de ensayos que discuten las implicancias de llevar adelante una revista cultural. Antologado por Daniel Badenes, el volumen se centra en distintas problemáticas vinculadas al quehacer: financiamiento, posibilidad de asociación, los circuitos de distribución posibles, el marco regulatorio vigente y las distintas perspectivas de una nueva ley que promueva las publicaciones. No pierde de vista el legado y construye una minuciosa hostilización, donde rescata no solo las revistas más significativas de cada época sino también aquellos proyectos más silenciosos, de distintas provincias. Como cierre, se analiza el panorama actual y sus proyecciones, ya sea de las revistas narrativas –por ejemplo, Sudestada o NaN– o las de poesía, como Buenos Aires Poetry. En la introducción, Badenes no solo adelanta la perspectiva del libro, sino también la importancia de las revistas: “Queremos contribuir a ese emergente, no por la fascinación de la novedad, muy común en la academia, sino por la convicción de que involucra algo transformador”. n

Las elecciones de los editores

Perfil les propuso a los editores consultados seleccionar las revistas históricas referentes y aquellas actuales con las que consideran que dialogan.

  • Emilio Jurado: “Diario de Poesía. Algo del ojo crítico sobre la literatura y la atención sobre las nuevas producciones, sin abandonar (sino alimentando) el criterio o la posición inicial. De las contemporáneas, Planta y Mancilla, aunque ambas se abocaron más al ensayo crítico que a publicar poemas”.
  • Alejandra Laurencich: “Puro Cuento, El Ornitorrinco, V de Vian. Incluso revistas como Satiricón. El año pasado hicimos algo que hacía Satiricón, con un epígrafe en cada página con citas de un libro de Andrés Neuman. De las actuales, me gustaría rescatar las que no tienen posibilidad de publicar en papel, como Kundra o Solo Tempestad”.
  • Nicolás Maidana: “De las históricas, Punto de Vista, El Ojo Mocho, Otra Parte, El Interpretador, Ramona. De las actuales: en este momento (en el actual medio ambiente cultural y político) nos hemos quedado un poco solos. Hay revistas muy valiosas en papel, pero que claramente trabajan sobre un formato más específico de publicación, con otros intereses”.
  • José María Brindisi: “Hay mitos insoslayables, como las del clan Castillo. También hubo experiencias interesantes que no crecieron y es muy penoso, como Magazine Literario de Daniel Link. Respecto de las actuales, Siwa me parece una belleza. Cuando habla de literatura habla de política, son líneas difíciles de trazar, entonces yo hablo de Las Ranas como una revista literaria, de pensamiento, con un seleccionado de editores, uno más groso que otro. Carapachay me parece lindísima, lo mismo que En Ciernes, de los mismos editores.