La segunda novela de Harper Lee, Go set a Watchman, cuyo lanzamiento se anunció para el próximo 14 de julio, 55 años después de la primera y única que publicó, la exitosa Matar a un ruiseñor (1960), está generando muchas dudas e interrogantes. Los periodistas del Washington Post intentaron reconstruir la historia del manuscrito que, según dice, encontró por casualidad el año pasado la abogada de la escritora desde 2011, Tonja Carter, con el fin de descubrir si realmente se trata de una nueva novela (y no de los borradores o la versión original de Matar a un ruiseñor) y si Lee, de 88 años, se encuentra en pleno uso de sus facultades desde el momento en que ha perdido por completo la audición y gran parte de la vista, además de sufrir en 2007 un derrame cerebral. Desde entonces, afirma el Washington Post, yace en silla de ruedas en un centro de salud bajo el cuidado de un especialista en ancianos, sufre de pérdida de memoria y falta de claridad mental. La duda es si la autora fue presionada para publicar Go set a Watchman –escrita antes que su famosa novela–, cuando no estaría capacitada para tomar esta decisión.
Estas dudas (y otras) surgen también de que nunca se aclaró por qué Lee se retractó de la decisión de no publicar nunca más una novela, que sostuvo durante más de cincuenta años. De hecho, Go set a Watchman no es una nueva novela sino, en el mejor de los casos, la primera versión de Matar a un ruiseñor. A finales de 1956, Lee entregó una novela que se desarrollaba en ese mismo año titulada Go set a Watchman a la agente Annie Laurie Williams y ésta presentó el libro a Tay Hohoff, de la Editorial JB Lippincott, quien aconsejó que se reformulara la historia y escribiera una nueva versión desde la perspectiva de la pequeña Scout, hija de Atticus Finch, el abogado protagonista de Matar a un ruiseñor. Durante 1957, Lee corrigió la novela en los términos propuestos por Hohoff, situándola en los años de la Depresión estadounidense, y de esa manera consiguió que le pagara un anticipo por la publicación y que comenzara a trabajar con ella en la redacción del libro. Según el Washington Post, la colaboración entre Lee y Hohoff duró hasta noviembre de 1959, cuando el editor compró la novela para publicarla al año siguiente con el título de Matar a un ruiseñor.
Por otra parte, por si fuera poco, a mediados del 2014 Lee demandó a su agente literario, Samuel Pinkus, por engañarla para que le cediera los derechos de autor de su (hasta entonces) única novela. La demanda, presentada en una corte federal en Manhattan, afirmaba que Pinkus –yerno de Eugene Winick, agente de la escritora durante más de cuarenta años, a quien reemplazó desde que enfermó en 2002– aprovechó sus discapacidades auditivas y visuales para lograr la transferencia de los derechos. También se alegaba que Pinkus no respondió tampoco a los derechos sobre libros electrónicos y a una solicitud de asistencia en relación con el 50º aniversario de Matar a un ruiseñor. La demanda exigía a la corte asignar cualquier derecho a Lee sobre el libro que poseía Pinkus y también exigía que reembolsara cualquier comisión obtenida a partir de 2007. La demanda se cerró en septiembre pasado con un acuerdo extrajudicial que devolvió los derechos a Lee.