CULTURA
OTRA CRISIS

Editoriales en cuarentena

Probablemente, cuando esta pandemia termine nosotros habremos cambiado algo (solo un poco). Pero el que habrá cambiado mucho es el panorama editorial argentino: sellos quebrados, librerías que bajaron las persianas, novedades postergadas y planes desbaratados.

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Cuando esta peste acabe, el panorama editorial argentino habrá mutado considerablemente. | pau carbonell

Esto es un tiro de gracia”, definió Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL), el efecto letal de la cuarentena en el sector editorial argentino, en caída libre desde 2016. Además de afectar de manera profunda la economía de la industria, paralizada desde el viernes 20 de marzo, la pandemia reveló que pocas editoriales tenían sus catálogos digitalizados y que, las que sí los tenían, carecían de estrategias claras de comercialización. Mientras tanto, en el Ministerio de Cultura de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires se estudian medidas que alivien la situación financiera de las editoriales. Por ahora, la única acción concreta la instrumentó la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). A la distancia y vía online, los bibliotecarios socios de la institución creada por Sarmiento a fines del siglo XIX podrán elegir y comprar libros de al menos ocho editoriales con sede en el país, al 50% del precio del valor comercial de los ejemplares. Las librerías son las más golpeadas por la “coronacrisis”: desde hace tres semanas su facturación es nula. ¿Qué cambios traerá la pandemia en el sector?

A puertas cerradas. “Es muy prematuro para saber qué eventuales cambios habrá en la industria editorial –dice Damián Tabarovsky, escritor y director editorial de Mardulce–. Pero sabemos tres cosas. Venimos de cuatro años de una política económica que dejó a los actores de la industria del libro en una situación muy mala, con una baja de ventas permanente, un constante aumento de los costos y, como resultado, cierres, despidos y un ajuste brutal. En esa situación ya complicada, la pandemia va a agravar la situación a niveles imprevisibles, y si bien es cierto que en las crisis todos tienden a perder, no todos pierden de igual manera: los que tienen menos espaldas les va peor, como a las editoriales pequeñas, las librerías independientes, las imprentas modestas”. Para el autor de Fantasmas de la vanguardia, crisis como la actual favorecen la concentración y las posiciones dominantes en el mercado. “Da la impresión de que, como efecto de la pandemia, a nivel global podrían llegar a tener una posición aún más dominante los grandes conglomerados editoriales multinacionales y empresas como Amazon o Mercado Libre, es decir, corporaciones de servicios e intermediación con logística de entrega rápida y puerta a puerta, con gran peso de lo digital y condiciones de trabajo flexibilizadas”. A tres semanas de aislamiento social preventivo, Tabarovsky considera que este es un buen momento para pensar críticamente el rol de editores, escritores e intelectuales. Si ahora no, ¿cuándo?

La cuarentena promueve el consumo de ciertas industrias culturales y prácticas de entretenimiento, ninguna de ellas presencial.  A mediados de marzo, la Fundación El Libro debió postergar sin fecha definida de realización la 46ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, máximo evento cultural en el país. “Hay que entender que sobre el libro pivota toda la cultura: la literatura y el arte, la educación, la ciencia, la política, la religión –afirma Oche Califa, director institucional y cultural de Fundación El Libro–. Por lo tanto, lo que el libro padezca tendrá efectos, a corto o largo plazo, sobre esa totalidad. Es decir, menos producción de libros será también menos herramientas para esas actividades. La situación se vuelve más penosa cuando las expectativas para este año eran buenas”. Excepto por el anuncio que se hizo desde la Conabip sobre la compra online de ejemplares para las bibliotecas, desde el  gobierno nacional aún no se han propuesto medidas específicas para el sector. “No veo mayor salida mientras las librerías, que son el canal mayoritario por el que circula el libro, no abran –concluye Califa–. Porque aun cuando pueden enviar por Mercado Libre, si no están abiertas no pueden iniciar el despacho”.

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Bytes en alza, papel a la baja. Mientras suben las acciones de las plataformas de contenidos audiovisuales, las editoriales se disponen a dar batalla al Covid-19. “Si bien es presumible un aumento de las ventas de e-books, no está claro si esto tendrá una magnitud significativa, sobre todo en países con bajas tasas previas de lectura digital y acceso a dispositivos de lectura–dice Gonzalo Alvarez, presidente de Eudeba–. Y menos aún si este aumento significará además un cambio en los hábitos de consumo en la lectura”. En la Argentina, el porcentaje de lectura en soporte digital es poco significativo. “La peculiaridad de la actual crisis es su dimensión en términos territoriales. Afecta de forma más o menos similar a todos en todas partes. Pero diversas sociedades nacionales han pasado crisis extremas que provocaron aislamiento y eso no produjo cambios estructurales con aumento de la lectura en formato digital. Por otra parte, sí ha sido determinante para aumentar los porcentajes de participación de lo digital en el mercado editorial la irrupción de grandes jugadores digitales, como Amazon, promoviendo el acceso subsidiado a dispositivos de lectura digital”. Hasta ahora, el aumento considerable de registros de libros digitales en la Argentina no se corresponde con el aumento de las ventas. “Solo cuando aumenta masivamente la disponibilidad a un costo bajo de dispositivos de lectura digital se impacta en los hábitos de lectura y de consumo”, señala.

En los grandes grupos editoriales se concentran en el recuento de daños causados por la pandemia, a la que vez que se potencian estrategias de comunicación y ampliación de audiencias en redes sociales. “No me atrevo a decir cómo cambiará la industria –responde Valeria Fernández Naya, gerente de Comunicación y Marketing de Penguin Random House (PRH)–. Lo cierto es que hoy se está danto un crecimiento que ronda el 50% en la venta de productos digitales, como e-books y audiolibros”. Hace años que PRH estimula el desarrollo de esos productos, incluso en países donde la venta es marginal comparada con la del libro físico. “Este tiempo extraordinario y difícil que nos obliga a estar en casa parece oportuno para conectarnos con historias que nos hagan bien, aprender y compartir libros con los más chicos. Tanto los e-books como los audiolibros no requieren de ningún envío ni salir de casa y te permiten con un clic bajarlos a tu celular, computadora o lector digital”, agrega. 

Desde el Grupo Planeta, además de profundizar las estrategias digitales de comunicación y marketing a través de charlas virtuales con autores y lanzamientos de novedades en formato e-book, hacen énfasis en un aspecto crucial en tiempos de crisis: cuidar los puestos de trabajo, al personal y a los autores. El presidente corporativo del Area Cono Sur de ese grupo, Gastón Etchegaray, estima que la pandemia tendrá un fuerte impacto en la cadena de pagos. “Cuando este virus se vaya, las cosas van a tender a estabilizarse pero no se pueden prever las consecuencias –dice–. Luego se verá si el cambio de consumo, forzado por la cuarentena, provocará un cambio de paradigma”. 

En estado de alerta, la Unión de Escritoras y Escritores emitió días atrás un comunicado. El escritor Marcelo Guerrieri, presidente de la asociación, indica que situaciones extremas como la actual “ponen de manifiesto precariedades laborales previas y las agudizan”. Preocupados por el impacto de la crisis, la Unión solicita que se respete el pago en tiempo y forma de los derechos de autoría. “La frecuencia suele ser cada seis meses: está claro que en este contexto, autoras y autores necesitamos que ese dinero se liquide de otra forma. También solicitamos que se sostenga la edición de contratos ya firmados, para que la rueda de la producción editorial se frene lo menos posible. Está claro que para ir en esta dirección es necesaria la intervención de todos los actores de la industria editorial, con fuerte apoyo del Estado en subsidios y ayudas al sector editorial en su conjunto: librerías, editoriales y autores”.

El director editorial de Siglo XXI, Carlos Díaz, considera que se sobreestima el peso de los e-books en el sector editorial argentino. “Hasta hoy era un consumo marginal y, por más que crezca, seguirá siendo marginal a menos que haya un cambio abrupto en los hábitos de consumo –sostiene–. En Argentina representan un porcentaje bajísimo de las ventas y, aunque se multiplicaran por dos o por tres, nunca llegarían ni al 5% de las ventas globales de una editorial en un tiempo razonable”. En opinión de Díaz, la crisis provocada por el coronavirus dejará al sector editorial “mirando el abismo más de cerca”, en un escenario similar al de 2002. “En general las crisis te explotan en la cara y tenés que empezar a improvisar –argumenta–. Esta es diferente, porque estamos en stand by y tenemos cinco o seis semanas para tratar de encontrar una solución. En 2002, las editoriales más grandes optaron por buscar una salida individual, el mundo de las editoriales se fracturó y esa división persiste hasta hoy, lo que se refleja en la existencia de dos cámaras empresariales: una que agrupa a los grandes grupos y otra a las pequeñas y medianas. Esa estrategia no fue buena para el sector”. 

Industria en jaque. Desde Rosario, la directora editorial de Baltasara, Liliana Ruiz, coincide en que se viven momentos difíciles. “Son tiempos de los cuales siempre hay que sacar lo positivo –dice–. A mediados de marzo comenzamos a activar las plataformas digitales. Seguimos promoviendo la cultura, reinventándonos en forma continua. Liberamos textos completos de las obras publicadas para que durante este aislamiento se pueda disfrutar de la literatura”. Otros sellos independientes, como Mansalva, Nudista, Caleta Olivia, Iván Rosado y Santos Locos, también permiten la descarga gratuita de títulos para sobrellevar la cuarentena.  

A diferencia de otros colegas, los editores de Fiordo, Salvador Cristofaro y Julia Ariza, consideran que es posible que la crisis transforme el consumo de libros de manera permanente. “El parate obliga a repensar la forma de acceder a contenidos culturales y, además, la recuperación va a ser lenta –señala Ariza–. Aunque en la Argentina no está instalado el consumo legal de material electrónico, en el caso de Fiordo tenemos casi la mitad del catálogo en e-book y varios títulos en audiolibro”. Para Julián Calderazzi, especialista en proyectos digitales, las editoriales locales deben profundizar en dos aspectos: la digitalización de libros destinados a la educación (que es escasa) y la accesibilidad. “La accesibilidad es lo que permite a personas con capacidades diferentes acercarse a los contenidos –destaca–. Esto sirve también para personas que están enyesadas por un mes o con el ojo tapado por una semana o con alteraciones en la capacidad de leer; para ninguno de ellos hay ofertas. Eso no está siendo pensado por la mayoría de los editores”. 

“La industria del libro atraviesa una brutal digitalización –dice Daniel Benchimol, que impulsa estrategias editoriales desde Proyecto 451–. Pero esto no solo se refiere al libro digital. Tiene que ver con pensar cómo aprovechar las herramientas digitales para establecer vínculos con la comunidad lectora y cómo hacer visibles los contenidos con reglas de juego que son diferentes de las del mundo físico”. Benchimol postula que se deben idear otras formas de monetización de los contenidos además de la venta de ejemplares. “Hoy la industria está en jaque, y es una pena que no se hayan hecho las cosas para que pueda estar más preparada, como lo están las de la música y el cine. Está en disputa el tiempo de las personas. Estamos frente a la tormenta perfecta: los lectores no pueden moverse de casa, solo pueden consumir contenidos digitales, y los editores no tienen forma de entregarles esos contenidos ni saben cómo relacionarse con ellos. A esto se suma la situación económica: pocas ventas en los próximos meses, librerías que atrasarán pagos y ferias canceladas”. En estas semanas, Benchimol ha recibido varios pedidos de muchas editoriales que quieren avanzar en la digitalización de sus catálogos. “Para ser honesto, es tarde”, asegura. Al igual que todos los consultados para esta nota, coincide en que el sector editorial necesitará ayuda estatal. “Pero con eso no alcanza”, advierte. A causa de un virus, la industria editorial argentina enfrenta un nuevo desafío.

 

Ganar herramientas de trabajo

Leonora Djament*

Es difícil anticipar una conclusión cuando solo pasaron unos pocos días de cuarentena. No creo que los hábitos de lectura se modifiquen significativamente ni que haya cambios sustanciales de ningún tipo en la industria editorial. Sí creo que esta situación puede apurar la conversión a e-books para quienes todavía no habían empezado o no tenían gran parte del catálogo convertido. No creo que la venta de e-books crezca, pero puede ayudar a que la crisis económica sea un poco menos grave. Es posible que esta situación inédita sirva para que en cada editorial repensemos, en la intimidad, nuestras ideas, objetivos, capacidades, deseos, y nos focalicemos más. Es posible que parte del teletrabajo que estamos haciendo se conserve y al final hayamos ganado un par de herramientas. Es posible que las librerías sigan trabajando a futuro sobre el envío de libros como manera de incentivar las ventas sin intermediarios. Queda claro, por otro lado, el lugar fundamental de un Estado presente y activo, como no tuvimos en los últimos cuatro años. La industria editorial es sumamente frágil por su esquema financiero particular y su mercado relativamente reducido. Es necesario pensarla articuladamente con políticas públicas educativas, culturales, sociales y económicas. Ojalá que uno de los saldos, cuando todo haya pasado, sea la convicción del trabajo entrelazado de cada uno de los actores de la industria del libro y que las soluciones se dan en forma conjunta.

*Directora editorial de Eterna Cadencia.

 

El libro en papel no está amenazado de muerte

Alejandro Dujovne*

Las condiciones de la cuarentena limitan los márgenes de acción de las editoriales, principalmente porque afectan al libro papel, que sigue siendo el formato más importante en términos comerciales. La muerte inminente del libro papel a manos del libro digital, repetida hasta el cansancio una década atrás, no ocurrió. Por el contrario, el ritmo de crecimiento del libro digital a nivel global comenzó a declinar hasta estancarse (entre el 10% y alrededor del 20% de la facturación según el país), e incluso revertirse. Aquí no aconteció lo que sucedió con la música. Pero si dejamos de lado los pronósticos apocalípticos y nos detenemos en las formas en que funciona el soporte digital en los principales mercados del mundo, como Alemania o Italia (en la Argentina la información es limitada), observamos que hay áreas donde este continúa siendo dinámico y acapara una cuota relevante del mercado. Algunos estudios sugieren que las novelas románticas, la fantasía y la ciencia ficción son géneros en los que libro digital ha sostenido su crecimiento. Algo similar ocurre en algunos segmentos de las ciencias sociales y humanas, que por su nivel de especialización tienen públicos acotados. Un capítulo aparte merece el mercado de la autoedición, al que el libro digital y las plataformas de venta en línea le dieron un nuevo auge. Y para quienes sostienen que el desplazamiento del libro físico por el digital es inevitable con el paso de las generaciones, los datos indican que los jóvenes, cuando leen libros, también lo hacen en soporte papel. 

En cualquier caso, el mayor desafío al libro papel no proviene del digital, sino de las múltiples alternativas que ofrecen las pantallas: la lectura de libros convive hoy con las redes sociales, con las plataformas de música, videos, películas y series, con los medios informativos y juegos. El libro compite por el tiempo libre con todas ellas. Esto nos permite entender mejor el limitado interés de las editoriales en la producción y venta de libros digitales, previo a la cuarentena, así como cuestionar la idea de que los lectores se van a volcar masivamente a la compra de libros digitales solo porque en lo inmediato están imposibilitados de visitar librerías. Esto no significa decir que en un contexto singular como el actual la apuesta por lo digital no sea importante. Más aún, es un buen momento para hacer de la necesidad virtud, y aprovechar la ocasión para mejorar todas las formas digitales de producción, promoción y venta de libros.

*Investigador del IDES-Conicet, dirige la Maestría en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural Idaes-Unsam.