Luciano Hernández (General Roca, 1980) tenía un hobby poco común: la investigación de la mitología. En tránsito entre Buenos Aires y México por cuestiones familiares y a la vez laborales, se proveyó de bibliografía, dictó cursos sobre la especialidad y notó la falta de algo que podía ser práctico para sus estudios: un libro que recopilara el conjunto de monstruos, seres y personajes del imaginario mítico que atraviesa la historia de la humanidad. El Diccionario universal de criaturas fantásticas, que acaba de publicar, es una notable contribución a esa rama de la historia cultural, y también de la literatura fantástica.
“En principio fue un trabajo que hice para mí. Cuando fui profundizando, observé que había reminiscencias entre criaturas de diferentes épocas y lugares. Además de una descripción de las criaturas, el diccionario incluye comentarios sobre esos paralelismos y resonancias. Armé el libro como una colección de figuritas o un álbum de estampillas. Cada pieza contiene una pequeña historia que el lector podrá ampliar o explorar por su cuenta”, dice Hernández.
Publicado en coedición por Club Burton y Ediciones Winograd, el diccionario incluye ilustraciones y recurre a fuentes poco consultadas en los estudios de mitología, como las religiones africanas y las creencias indígenas de América Latina. “Quise salir de las versiones tradicionales –destaca Hernández–. De centauros y grifos ya sabemos mucho. En Australia y en las religiones de Oriente hay cosas igualmente lindas y llamativas, pero menos conocidas”.
Los bestiarios responden a la necesidad de conjurar el miedo atávico a lo desconocido
Según el autor del diccionario, la imaginación mítica “no es un proceso perimido o un tema arqueológico sino un proceso creativo que sigue en curso, como demuestran las leyendas urbanas y las creencias en la visita de los extraterrestres o en criaturas como las del Nahuel Huapi o del lago Ness”. Los bestiarios responderían a la necesidad de conjurar el miedo atávico a lo desconocido, “algo con lo que nos vamos a encontrar a pesar de que la humanidad alcance la mayoría de las respuestas sobre el universo”.
Los bestiarios tienen un carácter monstruoso y a la vez encantador. “Los mitos pueden tomar una figura ya conocida o varias y fusionarlas y crear una criatura como el mirmicoleón, de la mitología griega, mitad león y mitad hormiga. Lo mismo pasa con los poderes que se le atribuyen. Cuando el cuadro es incompleto hay más margen para que actúe el terror. En It, de Stephen King, por ejemplo, la criatura es una entidad que ha venido quién sabe de dónde y se alimenta del miedo de la gente: hasta que no toma una forma definida, es algo imposible de enfrentar”, dice Hernández.
Del chonchón de la mitología mapuche a los centímanos, gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas que custodiaban el Tártaro, y de los pacíficos duendes del hogar de las mitologías británicas, escandinavas e ibéricas a Dullahan, el inquietante caballero decapitado cuyo corcel echa fuego, según las leyendas irlandesas, las criaturas imaginarias llaman la atención por sus deformidades y sus rarezas. “En el mundo real tenemos animales y plantas tanto o más extraños que los ficticios, como los peces abisales o el oso de agua, un animal microscópico que parece sacado de un libro de H.P. Lovecraft –dice Hernández–. Pero no dicen nada. Las criaturas de la fantasía responden a preguntas que ni siquiera conocíamos”.