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El futuro pospandemia y el control social

En un artículo, la periodista canadiense Naomi Klein advierte sobre los contactos de la corporación tecnológica estadounidense y el Estado para el manejo de datos de la población para ejercer control sobre ella luego de la coronacrisis.

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Extremos. A la izq., Eric Schmidt, accionista de Alphabet, compañía matriz de Google. A la der., la periodista canadiense Naomi Klein. | cedoc

Días atrás el colectivo cultural Lavaca.org, en su revista Mu, publicó “Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el poscoronavirus”, artículo de la periodista y activista antiglobalización Naomi Klein. Allí la canadiense advierte sobre el lobby creciente de la corporación tecnológica radicada en Silicon Valley (Oracle, Amazon, Microsoft, Facebook, entre otras), representada por Eric Schmidt, quien posee 5.3 mil millones de dólares en acciones de Alphabet, compañía matriz de Google. El artículo denuncia que los contactos entre estas empresas y el Estado norteamericano propician el manejo de datos de la población para el control social absoluto. Esto se realizaría a partir del uso de IA (Inteligencia Artificial), con la robotización de los consumos y oficios, potenciado con el trabajo en casa y la distancia social anticontagio. Klein también destaca que este lobby ya existía antes del Covid-19, pero enfocado a la competencia de Estados Unidos con China, quien, aliada con Huawei, Alibaba, y otras empresas, ubica al manejo de datos como un arma estratégica y lleva ventaja. Esta alianza entre IA-Estado tomaría como cabeza de playa a Nueva York, para luego extenderse por todo el país, y de allí al mundo entero.

La distopía sobre el control humano se planteó en el cine: Terminator, Matrix, Blade Runner, Oblivion, Elysium son apenas advertencias fantásticas. Pero surge una pregunta: ¿es posible que ocurra lo que señala Klein o su planteo también es ciencia ficción? Para el escritor Gastón Ribba: “Es hermosa la vista que ofrecen los microsatélites de Elon Musk en sus coreografías lineales, pero Marcel Proust –mártir de la palabra justa– sostenía que lo más valioso de un collar de perlas es el hilo. Nueva York, Berlín, Milán, Tokio, las ciudadelas de Arabia, el Valle del Cilicio –sí, con “c”– y otras gemas en el barro podrán cortar el cordón que las une al mundo físico, reforzar su telaraña inalámbrica sobre el orbe pero Amberes no es Arroyo Algodón o una aldea de Ghana. Hay brechas digitales por arriba y por debajo de la línea de flotación. Brazil –sí, con zeta– ingresa en su década del 60: pronto tendrán su propia versión de azules y colorados entre las botas que apoyan a Jair Kurtz y las que no. Los temores de Klein no se escuchan en Sudán o en la Patagonia, y la culpa no es del viento”.

Según el novelista Bob Chow: “Se abren dos fantasmas, dos tensiones: el avance de la inteligencia humana potenciado por lo tech (IA) versus la posibilidad del estado de excepción permanente, con dispositivos de control de última generación a lo Corea del  Norte (la perfección de la pesadilla panóptica foucaultiana). Pero, diría sin más, que el terror está mucho mejor representado en el presente que en el futuro. Dictadores, genocidios, depredación de lo queda del ambiente, zoonosis, explotación humana, hay horror del color que se quiera. Hay cadáveres, como diría el poeta. No creo que ninguna IA pueda superar esto. Y no nos olvidemos que nos morimos pronto. Ese problema de problemas, el más urgente, también podría tener una solución técnica. Dejemos que los coeficientes de inteligencia crezcan y fluyan. ¡Como la información!”.

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Para el escritor y ensayista Rafael Toriz: “Lo que más llama la atención es la facilidad con la que nos adaptamos al nuevo orden social: con una vida doméstica gerenciada por los grandes gigantes tecnológicos extractivistas, ha resultado más bien terso el cambio del hogar a mazmorra, donde de por sí muchos profesionales precarizados vivimos nuestras vidas. Creo que una de las frases que más he escuchado en estos días, entre la enajenación y la resignación, ha sido: mi vida no ha cambiado demasiado. Esto apuntala el análisis de Klein: vamos en camino de un mundo con menos maestros, médicos, choferes, periodistas, y en general todo el sector de servicios, afectando de paso el eje antropológico”.

Para el doctor en Física y escritor Gustavo Guerberoff: “Existe un límite físico tanto en la transmisión de datos como en su preservación. Todo avance lleva consigo la semilla de la rebeldía de sus detractores y como la inteligencia juega en todos los campos, incluyendo la artificial, esa tensión será inevitable. La actividad humana genera desperdicios y también existe la basura de datos. Si a un sistema de control se lo sobrecarga de datos, también falsos o corruptos, ocurrirá su colapso. Estamos muy lejos de la distopía que plantea Klein, tanto como de la vida eterna”.