CULTURA
entrevista a Michel Nieva

El misterio tecnológico en el desierto argentino

Inteligente y especulativa, la literatura de Michel Nieva (Buenos Aires, 1988) se ha abierto camino al más alto nivel imaginando futuros posthumanos donde el frío ya no existe y La Pampa se ha transformado en una versión distorsionada del Caribe. En “Tecnología y barbarie” reúne ocho ensayos enhebrados con la misma hipótesis: el vínculo de la historia argentina con la tecnología puede interpretarse bajo las convenciones del cyberpunk, aparato de lectura ideal para entender el festejo civilizatorio de la tecnología de coyuntura que engendra barbarie.

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Estampa. Nieva estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y fue becario doctoral y docente en la Universidad de Nueva York. | Marcelo Dubini

“Nieva, con este libro, atraviesa las categorías del paradigma biopolítico, pero dándolas vuelta, infectando ese tipo de lectura con estrategias literarias, como se ve en ensayos dedicados a entender el “malón” de microbios que invadían las ficciones de Caras y Caretas (así sucede en “Una excursión a los bacilos del cólera, el tifus y la tuberculosis”) para ver el difuso límite entre texto y vida, a la manera de una operación de vanguardia.” Así concluye la visión crítica de Fernando Bogado, publicada en Revista Otra Parte en junio de 2021, sobre la primera edición de Tecnología y barbarie. Ocho ensayos sobre monos, virus, bacterias, escritura no-humana y ciencia ficción de Michel Nieva, publicada por Santiago Arcos en 2020.

Existe una nueva edición ampliada y corregida de este libro, pertenece a Editorial Anagrama (febrero 2024), acaso más que pertinente: pandemia mediante, con dos guerras donde el joystick y la cámara en miniatura configuran drones que convierten a cualquier humano con aceptable coordinación fina en potencial asesino, hace que el paréntesis hacia una nueva versión parezca la pausa indispensable para que la realidad alcance el riesgo de estos ensayos.

El desparpajo teórico, la habilidad innata de Nieva para cuestionar lo canónico e intocable, se puede apreciar en la cita adjunta a este texto, titulada “El aleph como aparatito”, que pertenece al primer ensayo de este libro, titulado Tecnología y barbarie: el origen cyberpunk de la literatura argentina. Perfil Cultura dialogó con el autor, además de agregar al conjunto una columna con otra lectura más, de Gastón Ribba, escritor que habita la pampa gringa argentina.

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—Perfil: Tu libro parte de la determinación de dos fronteras, una tecnológica y otra física, como continuo histórico. Al calor de las armas fuimos del Remington Patria, para matar al indio, al FAL de origen belga, que fue el arma anticomunista durante la Guerra Fría. Pasamos de la importación a la fabricación. De idealizar un país a llevarlo a cabo disparando y alambrando campos, cercando a sus habitantes.

—Michel Nieva: La hipótesis central de mi libro es que el vínculo de la historia argentina con la tecnología puede leerse estrictamente bajo las convenciones del género de ciencia ficción llamado “cyberpunk”, que en resumidas cuentas propone que la técnica solo funciona para precarizar la vida y profundizar la desigualdad y la violencia entre una minoría plutócrata y una mayoría empobrecida. Desde los avances técnicos que posibilitaron el genocidio y expropiación territorial de la Conquista de Desierto (el fusil Rémington, la picana eléctrica, el telégrafo y el alambre de púas) al festejo ciego de Milei de la IA como ideal económico para la reducción de costos laborales, el cyberpunk funciona como aparato de lectura para entender el festejo civilizatorio de la tecnología de coyuntura que engendra barbarie.

Por supuesto que el libro no pretende leer de forma moral la técnica sino historizar sus aplicaciones en la historia argentina y cómo la literatura puede ayudar a esclarecer esa historia.

—P: Escribís ensayo y ficción. Pero tus ensayos tienen el ingenio de tensar la exposición como si fuera un cuento de misterio, algo bien borgeano. ¿Seguís trabajando en esta línea?

—MN: Yo llamo a mi faceta ensayística “ciencia no-ficción” que es una exploración de los mismos temas de mi narrativa (la poetización y la politización de la tecnología) mediante las posibilidades del ensayo.

Al ser quizá algunos de estos temas extemporáneos a muchas discusiones de la historia de la literatura argentina, quizá a veces mis ensayos parten de un procedimiento policial: ¿qué pasaría si la clave de lectura del Facundo sea un entendimiento cibernético de la llanura y de los cuerpos no civilizados (gauchos e indígenas) como organismos cyborg, menos que humanos, que por eso pueden ser exterminados? Y desde ahí emprendo una pesquisa tanto de interpretación como de búsqueda archivística que no dista de la de un detective.

—P: Este libro desafía convenciones culturales. La reedición es más que atinente: el ayer malentendido es un hoy exhibiéndose impúdico. Por ejemplo, el arribo de la IA como herramienta en WhatsApp (comunicación), impone un hablante intervenido, mitad humano mitad algoritmo. ¿Cuánto falta para un escritor a medias, híbrido, entre lo tecnológico y la IA generativa? ¿No sería esto el paso previo a un escritor algorítmico puro?

—MN: Creo que un horizonte posible que abren los modelos de lenguaje para la mercadotecnia del libro es hacer hablar a los muertos: si usted pone todos los libros escritos por Corín Tellado, Gabriel García Márquez o la Madre Teresa de Calcuta a “entrenar” a uno de estos modelos, es bien probable que luego sean capaces de despachar textos de la misma calidad que los firmados por los antedichos. Sea simplemente llamarlos “póstumos” o de “ultratumba”, es verosímil que vendan cientos de miles de ejemplares.

Ahora bien, creo que la aplicación y el desarrollo corporativo de la IA aspira a precarizar el trabajo humano en su conjunto y optimizar las operaciones financieras más que ampliar las posibilidades artísticas de la humanidad, y eso es lo que veremos en un futuro inmediato. Por el contrario, acaso sí sea el arte una potencia donde experimentar tecnodiversidades antagónicas a las que desarrolla el capitalismo monotecnológico de Silicon Valley.

—P: Una de las ideas que predomina en estos ensayos es una especie de marca a fuego: la página como territorio cercado y alterado. De ahí que por apropiaciones e imposturas, los paradigmas culturales argentinos provienen de estafas, por cierto contrabando de nociones que terminan avalando canalladas. ¿Este fenómeno sería precursor de las fake news actuales?

—MN: La tradición literaria argentina se forja de la adulteración y la “lectura desviada” de los grandes cánones del Norte, siendo Borges el paradigma máximo de este procedimiento de pervertir el sentido establecido de los grandes popes. Por el contrario, las “fake news” son estrategias del poder corporativo para comprometer a los usuarios mediante el odio y el resentimiento, pasiones que (han estudiado ampliamente) multiplican el tiempo que las personas dedican de forma activa a las redes sociales.

Quizá sí sea el momento (frente al fracaso rotundo de las narrativas progresistas) de leer borgeanamente a las “fake news”, a Milei, a sus trolls fascistoides, y ver qué se desprende de esa técnica del anacronismo deliberado y las atribuciones erróneas.

El aleph como aparatito
Por Michel Nieva

“La lotería en Babilonia” es tal vez el cuento más cyberpunk de Borges: una inquietante multinacional llamada “la Compañía” controla hasta el último pormenor de la vida de sus súbditos mediante la aplicación metódica del azar, el sistema más igualitario posible y al mismo tiempo el más siniestro y arbitrario de todos. El dispositivo tecnológico de la lotería hace de puente entre civilización y barbarie, ya que la perfectamente planificada ausencia de errores y caprichos humanos en este sistema de gobierno al mismo tiempo permite que una persona puede ser asesinada solo por el dictamen de una bolilla de lotería. El cuento no escatima homenajes a las dos fuentes que lo inspiran: hay en Babilonia una letrina sagrada llamada Qaphqa, y los agentes de la Compañía son astrólogos, oficio que también practica el líder de la sociedad secreta de las novelas de Roberto Arlt.(*) La conexión con el motivo de la política argentina como un delirio impredecible que tanto se repite en las distopías de nuestra literatura se sugiere en una de las más famosas frases del narrador, que dice: «Soy de un país vertiginoso, donde la lotería es parte principal de la realidad”.

Para terminar con Borges, quisiera recordar una conversación en homenaje a los treinta años de su muerte que armó el (en ese entonces todavía) Ministerio de Cultura macrista, entre la legendaria ensayista Beatriz Sarlo y Juli Ferraro, una joven booktuber. Esta charla fue un paradigmático ejemplo de dos formas de entender la literatura. Una vetusta, plomiza, que festejan políticos y conductores de televisión cuando promueven campañas de lectura, y otra que en su ingenua jovialidad cuestiona esa Cultura con mayúscula, acartonada, y la conecta con problemas del presente. Dice en la entrevista de 2016 Juli Ferraro, que no tendría más de diecisiete años, que el aleph es un “aparatito”. Sarlo, horrorizada y con tono paternalista, le responde, como si fuera la representante en la tierra del sentido oficial de la obra de Borges, que el aleph no es un aparatito, que el Dios del que ella es Sumo Pontífice jamás pensó el aleph como un aparatito (**), y que Borges, en suma, no es un autor de ciencia ficción. A pesar de la advertencia de Sarlo, sin embargo, la filiación que la booktuber Juli Ferraro propone para Borges está en consonancia con las lecturas que en otros países, menos sofocados por la sombra marmórea de tenerlo por padre fundador de su literatura, vienen haciendo. Recordemos, por poner unos pocos ejemplos, que en 2007 salió en Estados Unidos una edición conmemorativa de su más famosa antología de cuentos en inglés, Labyrinths, con prólogo de William Gibson, el fundador del cyberpunk, y que ese mismo año, 2016, el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” recibió un Premio Hugo honorífico, una especie de Premio Nobel de la ciencia ficción. En esta misma línea, el genial escritor chileno Sergio Meier compuso un homenaje steampunk a Borges en su novela La segunda enciclopedia de Tlön. Pese a la dogmática terquedad de Sarlo, entonces, la consideración del aleph como un aparatito no podría ser más pertinente, y nos interesa en el marco de este ensayo no solo porque, en su forma diminutiva, es síntoma del íntimo vínculo afectivo que contemporáneamente se entabla con los dispositivos tecnológicos, sino porque conecta a Borges con el tema más importante de nuestra literatura, el de la tecnología como frontera, punto de fricción y de cruce. Y, en efecto, el aleph es un aparatito que devela que la reunión del todo, sueño de la civilizada Ilustración, solo puede hacerse en un punto de caos, que a su vez se incluye a sí mismo en una interminable regresión al infinito. Esta misma paradoja aparece en todos los aparatitos de la obra borgeana, el aparatito enciclopedia, el aparatito biblioteca, el aparatito máquina de pensar, el aparatito lotería, todos aparatitos que son frontera y cruce entre civilización y barbarie, ya que el máximo afán de orden, postula Borges, engendra el máximo caos, sea este filosófico, gnoseológico o político.

La historia de la literatura argentina es entonces una historia de la modulación de este problema, el de la tecnología como cruce de la civilización y la barbarie. Un problema que de manera urgente nos convoca en una época en la que como nunca antes en la historia de la humanidad se hizo una apología tan grande de los avances tecnológicos, y en la que como nunca antes, tampoco, estuvimos tan sometidos a ellos. En efecto, para la mayoría es inconcebible, incluso aterrador, no ya un día, sino una hora sin acceso a dispositivos electrónicos. La publicidad, la opinión pública, los medios de comunicación hegemónicos, festejan diariamente el impensado límite de estos aparatitos para seguir mejorando nuestra calidad de vida y la de nuestros seres queridos. Pero tras las seductoras bambalinas de Silicon Valley también se encuentran lxs niñxs taiwaneses que fabrican sus mercancías, las islas flotantes de chatarra en el Pacífico, las silenciosas guerras por el coltán y el litio, valiosos metales con los que se producen sus baterías. Tras estas bambalinas se esconden también los sistemas de vigilancia, el robo de información, la precarización laboral y las bombas que matan miles de civiles todos los días. En un país como Argentina, en el que los dispositivos tecnológicos se siguen poniendo al servicio del trabajo basura, de la represión estatal, al servicio de grandes corporaciones agroquímicas y mineras que contaminan para siempre nuestros suelos y nuestros ríos, escribir novelitas de autoficción sobre el mundillo pintoresco de las redes sociales es como mínimo una ingenuidad brutal. Este festejo ciego del dispositivo, que a diario vivimos, no es otra cosa que el esteticismo de la tecnología, que mueve millones y que el capital concentrado propugna. Pero a esta estetización de la tecnología solo podemos responder con una politización tecnológica del arte, con una literatura que engendre distopías sobre los modos económicos de producción del presente, con una literatura que profane el aura sagrada con la que el dispositivo tecnológico ha sido en nuestra época investido. Solo modulando el problema del que nace nuestra tradición literaria podremos escribir esa literatura del futuro, la que no haga de las mercancías del capitalismo un goce estético, la que de esa manera reclame para todos y todas formas más dignas e igualitarias de vida.

(*) “Los agentes de la Compañía usaban de las sugestiones y de la magia. Sus pasos, sus manejos, eran secretos. Para indagar las íntimas esperanzas y los íntimos terrores de cada cual, disponían de astrólogos y espías. Había ciertos leones de piedra, había una letrina sagrada llamada Qaphqa.”

(**) La discusión en los minutos 6:10-6:57 del video. YouTube: «#Borgestubers: Intercambio entre Beatriz Sarlo y la booktuber Juli Ferraro sobre Borges”.

Plagas de la oscuridad

Por Gastón Ribba

La guerra contra la langosta es la menos romántica de las guerras gauchas. El malón y las montoneras como tópicos son más seductores que la manga. La primera victoria contra la plaga fue conducida por un tal Florentino Loza, coronel de la Triple Infamia, en el norte de Santa Fe durante los años de Pellegrini. Telégrafo, palas, fuego y ganado. Mandaba pisotear los nidos con grandes arreos y ordenaba cavar zanjas a lo Alsina. Las cuadrillas pegaban fuego a las trincheras y enterraban las hecatombes.

El diario de Mitre publicó esta mañana la historia de una mujer que paseaba su perro por Nueva York y rescató un saltamontes con una pata rota. Mi papá lleva una cicatriz en el tabique: una langosta lo mordió a dos días de nacido. Si mi nona no hubiese andado meta fuego y pala y veneno en el intento de salvar la alfalfa de sus lecheras eso no habría sucedido. Poca gente sabe tanto de langostas como mi viejo, tal vez Moisés y algún que otro entomólogo. El sol se pone del color de las yemas cuando lo filtra la invasión. Como una lamparita cuando la tensión afloja. La voladora adulta hunde el culo en la tierra compactada y desova y muere. La saltona cachorra avanza con ruido de incendio. Una marea de matracas.

El crujido de las corazas que se rozan, el de las mandíbulas que roen y las alas que remontan es ensordecedor. El coronel Perón clavó el taco y declaró la guerra que ganó, ya general, en el cincuenta y tres. Las bichas se replegaron al Paraguay como él en su cañonera prestada. Durante setenta años el acrídido se dedicó a planear el regreso. Yo jugué a los pistoleros en los viejos galpones de la Defensa Agrícola: tambores oxidados de DDT, planchas de acero herrumbrado que servían para frenar el avance a ras del suelo, restos acanalados de aviones Junkers y tubos de lanzallamas de fabricación artesanal.

Yo las veo dormir hoy sobre la ruta entre Dean Funes y Cruz del Eje, el monte que se hunde hacia el norte en la salina de Zelarayán. Se cuidan de la escarcha sobre el asfalto. Algunas de hasta veinte centímetros han terminado en mi radiador. En menos de diez años las hectáreas monitoreadas pasaron de setenta mil a siete millones. En argentino monitorear se traduce como mirar pasar el río.

En las veredas de las redacciones y los estudios duerme gente. Para no ver el prójimo sobre las baldosas heladas se inventaron los cristales tintados y las pantallas que cuentan historias de saltamontes rescatados en Nueva York. Según la FAO ya suman dos millones las personas que reemplazaron las proteínas de la carne por insectos. En los años de la guerra contra la langosta los huevos y las gallinas eran incomibles. Pechugas y yemas se volvían amargas como pedo de perro. Grandes aliadas contra las langostas las gallinas. Una bandada puede comer miles por jornal y hasta matar un zorro como publicó The Guardian hace un par de días.

Los ingleses también eligen mirar el río mientras se les quema el rancho. Ayer el presidente de los argentinos fue a sobarle el lomo a los gringos que cultivan dólares. El general de la soja dice que está contento de pagar más impuestos que antes de la última asonada de los terratenientes. En veinte días se verá si liquidan la gruesa o no. El sol tiene el color de las yemas. Puede ser el otoño que se arrima. Puede que no.

(…) El fárrago anterior fue escrito el 14 de marzo de 2019. El tres de julio de ese año Jujuy decretó el estado de alerta. El 1° de septiembre la langosta llegó al valle de Chilecito. El 18 de junio de 2020 el Senasa calculaba cuarenta millones de insectos por kilómetro cuadrado sobre la mandioca, la caña de azúcar y el maíz en el norte de Santa Fe. Un avance de ese calibre puede tragar el equivalente a dos mil novillos o treinta y cinco mil personas en un día. La plaga sobre la peste. Reporte a julio de 2024: mientras se desmantelan el Senasa, el INTI y el INTA las langostas toman sol entre Serrezuela y Esquina del Norte.

(…) Elegí dialogar con la tesis de Michel Nieva a través de esta digresión. Vivimos tiempos de tecnología aplicada a la barbarie. En este momento un niño de diez o doce años apuesta desde su dispositivo a qué equipo hará más saques laterales. A mis diez ya había disparado con Remington Rolling Block 45-70, el fusil Patria de la Conquista del Desierto, y también con Mauser 1909 Modelo Argentino, el de los fusilamientos de Facón Grande y los suyos. Un saludo a Bayer y Viñas. Alerta de spoiler: Nieva se vale de Sarmiento, Arlt, Lamborghini, Aira y hasta de Borges para señalar que la política argentina está marcada a fuego por el delirio. Mientras las tucuras avanzan, Sturzenegger desregula las palomas mensajeras.