CULTURA
santiago porter en rolf art

El último gris no repite al primero

Pequeñas y significativas variaciones de grises están presentes en la última muestra del artista argentino Santiago Porter. Como si quisiera capturar el instante en que se va yendo la luz en una escena. O como la pretensión maníaca de Claude Monet de dar cuenta del transcurso de la luz sobre el estanque de sus nenúfares. La exposición puede verse en Rolf Art hasta el 24 de septiembre.

Grises: Porter captura ese instante cuando se va la luz de la escena.
Grises: Porter captura ese instante cuando se va la luz de la escena. | Gentileza Rolf Art

Si ya sabía que Santiago Porter “escribía” con las fotografías, como me atreví a pensar sobre su trabajo Condición de las flores, podría haber aventurado que podía pintar. En ese momento Porter ligó sus imágenes al mismo nombre que Mario Bellatín llamó a su libro y sobre el cual Daniel Link escribió en la contratapa: “Lo fotográfico, dice Bellatin, no es del orden del registro, sino del encuadre. Nada más hace falta, y la escritura debería ser capaz de aprender esa lección. El texto no es una ensoñación, sino una fantasmagoría. El texto no es un registro de nada más que un gesto”. 

Rolf. La galería de Retiro hospeda la última muestra del fotógrafo devenido pintor.
Rolf. La galería de Retiro hospeda la última muestra del fotógrafo devenido pintor. 

En esas fotos de mediados de los 90 y las posteriores, el encuadre era lo que importaba; o siempre en la carrera de este artista. Pero en esa serie había un closeup a la naturaleza para restringirla, para domesticarla y volverla otra cosa. Obturar como quien conjura el hechizo de la representación y desplaza el sentido. Lo hace derivar. Lo lanza y lo silencia. Poco importa en estas fotos qué es lo que está del otro lado de la cámara. No hay una pregunta por la esencia de las cosas. En cambio, hay cientos de interrogantes que se agolpan sobre el modo de abordarlas, sobre lo que sugieren y lo que ocultan. Bellatin ponía la letra y Porter, las imágenes. La alquimia entre unas y otras es perfecta porque no es ilustrativa. Es diferida y no ata ningún sentido con otro. El fotógrafo apela a su archivo, a su propia obra. Busca y construye una nueva muestra con las series que ha guardado. Las enlaza, las une, les otorga una nueva significación. Las fotos que vemos de Porter son phantasmatas. Proyecciones, resonancias de un cuerpo de obra que impacta sobre otro y reverbera. Vistos en tándem replican el efecto de propulsión y difuminan estela: las mismas que deja una piedra bien tirada sobre la superficie del agua. 

Con la pintura, Porter revela las imágenes que quedaron impresas en su retina

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La que lo predijo en un texto a propósito de una muestra de Porter en 2011, cuando empezó la serie de Bruma que siguió muchos años más, fue Graciela Speranza. La escritora fue visionaria, con todo lo que tiene de visión esa palabra: pudo ver lo que venía, mientras miraba las imágenes de paisajes que Porter sacaba en ese momento.  Speranza escribió: “De lo monumental a lo nimio, de la serie a la obra única, de la figuración a la abstracción, de la historia a sus duelos con la naturaleza, las fotos registran a su modo el paso del tiempo, inmoderadamente cubierto de bruma. Paisaje, en ese movimiento, es un cierre glorioso del conjunto. La niebla del fondo disuelve los contornos de los arbustos, mimando con realismo fotográfico las veladuras de la pintura, como un Richter inverso que va de la pintura a la fotografía, o quizás, nunca se sabe, de la fotografía a la pintura.”

Grises: Porter captura ese instante cuando se va la luz de la escena.
Grises. Porter captura ese instante cuando se va la luz de la escena. (Foto gentileza Rolf Art.

Yo apenas pude atisbar, en el final de esa misma serie que tuvo una muestra y un libro en 2018, a Porter como un “promeneur solitaire, tal como Susan Sontag define a Sebald y lo enlaza con esa tradición romántica del viajero solitario, es lo que completa el pensamiento sobre Bruma. Lo imagino solo y muy temprano de mañana en el microcentro porteño, en la quinta de San Vicente, en un kilómetro preciso de la ruta 9, metido en el cubículo de su cámara para tomar las placas, con la misma luz, con el mismo encuadre. Fotografiando como quien pinta y de ahí que estén sus pequeños cuadros. Retazos de calima, de veladuras, que capturan el clima de sus fotos. El detalle, el ambiente, la línea expresiva y poética está allí en los tonos y los grises.” 

Ahora veo sus cuadros que integran su última exhibición Donde nunca haya estado, curada por Joaquín Boz, y el promeneur solitaire se transforma en el pintor a plein air. El trípode se ha cambiado por el atril y no importa si está al aire libre. En realidad, al mirar sus pinturas, una serie de pequeñas variaciones incesantes de grises como quien quiere capturar el instante en que se va yendo la luz en una escena, las pienso como el negativo de la pretensión maníaca de Claude Monet de dar cuenta del transcurso de la luz sobre el estanque de sus nenúfares. En la repetición de la hermosa fórmula del escritor y filósofo Charles Péguy sobre la monumental obra de Claude Monet (“El último nenúfar no repite al primero”) se cifra el juego de los diferentes, pero idénticos, esa práctica que hace de la repetición y la diferencia algo no indistinguible de él mismo. Como si por medio de la pintura, Porter revelara las imágenes que quedaron impresas en su retina. Despojarse del motivo y de nuevo, la sentencia Monet, el impresionista irreductible, el “Miguel Ángel de nuestra época” como lo llamó Marc Chagall: “El motivo es para mí del todo secundario; lo que quiero representar es lo que existe entre el motivo y yo”.
 

Donde nunca haya estado.

De Santiago Porter
Curaduría: Joaquín Boz 
En Rolf Art, Esmeralda 1353
Hasta el 24 de septiembre de 2022