CULTURA
lecturas de una decada

Formas de amar los libros

El periodista Maximiliano Tomas, autor de “¿Qué leer?”, compiló artículos publicados en este suplemento, la revista “Quid” y el sitio web del diario “La Nación”. El resultado abarca comentarios sobre novelas, cuentos, ensayos y crónicas, tanto nacionales como extranjeros, así como reflexiones en torno a la problemática del libro y los lectores.

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¿Qué significa “¿Qué leer?”? ¿Existe ese lector que necesita una guía?

—¿Qué leer? es el libro que recoge las lecturas que hice durante los últimos diez años. A cada una de esas lecturas le corresponde un texto, que no es sólo una recomendación ni tampoco una crítica literaria académica. Son ensayos personales, narrativos, cruzados por ideas y por mi propia autobiografía, donde lo que busco en verdad es transmitirle al lector una experiencia de lectura, tratándolo como un socio, un cómplice, una suerte de compañero de aventuras estéticas. Los buenos lectores siempre tienen guías: pueden ser un padre, un amigo, un crítico, un editor, un librero. Yo tuve y tengo los míos.

—Hay ausentes: Federico Levin, Jorge Consiglio, Bob Chow y Ricardo Romero, por dar ejemplos. Y pocas mujeres. ¿Vas a escribir un segundo tomo?
—Sólo escribí sobre títulos aparecidos en la última década, y muchos de ellos son primeros o segundos libros, ya que nadie necesita que le digan que hay que leer El Quijote, Ficciones o Madame Bovary. Dejé de lado incluso autores a los que admiro, pero sobre los que creo que se ha dicho mucho y bien. Una parte esencial de mi trabajo consiste en iluminar las zonas que el mercado deja en penumbras, y llamar la atención sobre escritores nuevos o poco conocidos, extraños, marginales.

—La compilación está atravesada por lo contemporáneo, ¿no pensaste que este libro en cinco años puede ser víctima del tiempo y la vorágine del mercado?
—Uno siempre aspira a trascender, o al menos a que el trabajo que nos ha insumido energías, escritura y pensamiento se mantenga al margen del paso del tiempo. Pero todos seremos polvo más tarde o más temprano.

—Sarlo dice en la contratapa que trazás un mapa y en él Fogwill es el último gran escritor. ¿Fogwill realmente es el último gran escritor argentino? Está Laiseca…
—Fogwill ejerció una fascinación y una ascendencia en los autores de mi generación como ningún otro autor contemporáneo. Aira, Saer y Lamborghini parecen hablarle a la generación inmediatamente anterior. Quizá el apellido en disputa con Fogwill sea el de Piglia. De hecho, los dos fueron y son, además, grandes lectores. Uno informal, como Fogwill, el otro un crítico profesional como Piglia. ¿Pero por qué no leerlos a todos juntos, y procesar esas maravillosas influencias sin culpa?

—Están de moda los talleres de escritura creativa. ¿Te parece que se puede ser creativo haciendo un curso? ¿Cómo enfrenta tu libro esta canonización de los estilos y métodos literarios pautados?
—Se puede enseñar y aprender a escribir, por supuesto. Y se puede enseñar y aprender a leer críticamente, también. Lo que no se puede transmitir es la inteligencia y el talento. Mi libro se interesa casi siempre por los autores que manifiestan, además de una escritura interesante, un tipo de genio singular.

—¿Puede “¿Qué leer?” convertirse en una guía de lectura para profesores y maestros, para darles a sus alumnos una visión más libre, menos acartonada de lo que es el acto de leer?
—Pienso en este libro como si fuera muchos a la vez: una ayuda para quienes no saben qué comprar en una librería, una recopilación de debates sobre algunas polémicas del campo cultural, y un mapa de ideas y lecturas personal. Si a alguien se le ocurre darle otro uso cualquiera, bienvenido sea.

—Disiento con que “tenemos grandes cronistas de época”. Con tanta mediatización en las redes sociales, tanto cronista aficionado, ¿la crónica no debe pegar un salto de calidad?
—El periodismo narrativo consiguió, en los últimos años, la visibilidad que como género les reclamaba a la industria editorial e incluso a los medios periodísticos. Y ahora debería proponerse como meta pegar un salto de calidad, sobre todo para diferenciarse del ruido banal que emiten las redes sociales. De todas maneras, considero que algunos trabajos de no ficción escritos en la Argentina, como los de Daniel Riera, Josefina Licitra, Cristian Alarcón, Martín Sivak, Leila Guerriero o Alejandro Seselovsky, están entre lo mejor que se ha hecho en periodismo en mucho tiempo.

—Me atrevo a pensar que el gesto de tu libro conjetura un anticanon y a la vez es respetuoso por ciertas convenciones, o unanimidades... ¿No es contradictorio?
—Nadie puede evaluar objetivamente su propio trabajo. Yo nunca podría ser el crítico ideal de mi libro. Lo que puedo decir es que los autores que destaco y propongo no suelen ser los más reseñados en los medios tradicionales, ni los que se llevan las palmas y los premios en los grandes concursos. Y, al mismo tiempo, estoy convencido de que son los que todo buen lector debería visitar al menos una vez en la vida.