Voy a contar un secreto: cuando no tenía dinero en estos últimos años, me decía que el día que tuviera los medios, el primer país que visitaría sería Argentina. Mi sueño se cumple de una manera hermosa, ¿verdad? Estoy encantado de ir a Buenos Aires: el nombre de la ciudad ya es una promesa”, dice Bourdeaut entusiasmado.
Esperando a mister Bojangles es una novela de amor. No una novela romántica, de amor. De amor y locura, como cualquier historia de amor que se precie. Y novedosa, con giros estilísticos tan extravagantes como la vida de la familia que relata. Es un libro musical: se lee con Nina Simone canturreando mentalmente la historia, tranquila, vertiginosa, única. La fantasía y la poesía están entreveradas con el desorden psicológico y la desesperación existencial. Y con la tristeza que acompaña a cualquier buena canción cuando acaba.
El autor vio rechazada su primera novela y el éxito conseguido con esta segunda es una forma de revancha y lo vive “¡Maravillosamente bien! Pasaron siete años entre la escritura de la primera oración de mi primera novela y la publicación de la segunda. Puede parecer un tiempo muy largo, y lo fue. Pero lo vuelvo a pensar y tuve mucha suerte. Algunos autores no ven jamás sus libros publicados. Es un lujo ser leído por tantas personas”, destaca aún sorprendido. Esa primera novela no fue publicada: “Es que son lo opuesto. Y por cierto, quería probarme a mí mismo que sería capaz de escribir algo muy diferente. Si la primera era demasiado larga, quería escribir algo corto. Si la primera era sombría, quería tratar de escribir una novela luminosa. Si la primera era cínica, quería teñir la segunda de una ironía dulce. Sin embargo, le debo mucho a mi primera novela; es gracias a esos dos años de trabajo que pude lograr escribir la segunda tan rápidamente. En síntesis, le debo mucho a ese fracaso en particular y a todos mis fracasos en general. He sido el príncipe del fracaso durante treinta y cinco años”, remata divertido.
En Esperando a mister Bojangles, hay dos relatos bien diferentes: el del hijo y el del padre. Uno, inocente; el otro, magnificente, cargado de una intensidad tal que resulta humanamente imposible de tolerar, aún en una novela. Dos narrativas casi opuestas, escritas por diferentes manos: “Se dio naturalmente. Al principio, sólo se expresaba el hijo y tenía testimonios cortos del padre a través de sus libretas. Luego tuve miedo de cansarme de una escritura infantil a lo largo de toda la novela y decidí desarrollar las partes del padre. Quería demostrar que, observando el mismo comportamiento delirante de la madre, el padre y el hijo reaccionaban de manera muy distinta. El primero lloraba de tristeza, mientras que el otro se reía a carcajadas. En cuanto a mis proyectos, estoy corrigiendo mi próxima novela que será totalmente diferente”.
—El tema principal es, primero, el amor y, luego, la psicopatología. ¿Cree que van de la mano?
—¡Soy incapaz de responder a esta pregunta! Lo siento. ¡No sé nada, soy incompetente en este terreno, como en muchos otros! Respecto del psicoanálisis, no he recurrido a él. Resuelvo mis problemas fumando un cigarrillo y mirando fijo el techo, hasta ahora me funcionó bastante bien y es más barato.
—La novela recuerda por momentos a “Desayuno en Tiffany”. ¿Cuáles son sus lecturas?
—Bueno, en parte acabas de responder la pregunta. Por cierto, me siento muy contento porque pocas personas lo han notado en Francia. La novela de Truman Capote me da mucha ternura. La heroína me parece inteligentemente etérea. Es un monumento a la elegancia y la desenvoltura. Debo confesar que, cuando escribía las escenas de fiesta, tenía en mente las de Desayuno... El libro y su adaptación al cine me conmovieron mucho. Respecto de mis otras lecturas, puedo citar a Fitzgerald, que me inspira mucho por su recorrido. He leído a Hemingway y a Charles Bukowski también. En cuanto a los autores franceses, Balzac y Maupassant, de los clásicos; Antoine Blondin, por la ternura con que muestra los defectos de sus personajes y por la riqueza de su escritura sutil, y Michel Houellebecq de los más recientes, por el panorama que ofrece de la sociedad. En fin, acabo de terminar Lolita, de Nabokov. Todos estos autores me muestran que no soy más que un don nadie frente a sus trabajos. Es excelente para la humildad.
Esperando a mister Bojangles se desarrolla un poco en Francia, otro tanto en España, donde reside actualmente el autor: “España me inspira inconscientemente desde siempre, porque iba todos los años a pasar un mes en verano y siempre me fascinaron los paisajes, los olores, el rumor apasionante de los españoles cuando hablan entre ellos. Escribí la novela en España, la novela transcurre en parte en España y a partir de entonces vivo ahí. ¡Tengo un vínculo muy particular con ese país! Respecto de París, viví algunos años allí. Yo era muy pobre en esa época y no guardo más que buenos recuerdos. Es una ciudad magnífica y vuelvo a menudo por trabajo, en un contexto mucho más relajado. Pero estoy muy contento de llegar y muy feliz de irme diez días después.
—Si no hubiera sido Nina Simone, ¿qué otra canción habría elegido?
—Respondo sin pensarlo: Summertime interpretada por Ella Fitzgerald y Louis Amstrong.
—¿Qué escucha?
—Sin orden determinado: Radiohead, Pink Floyd, Portishead, Depeche Mode, The XX, Blur, Pulp.