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Jorge Macchi: imágenes y palabras

El artista acaba de publicar "La virgen extraviada", relato de un viaje entre los sures de Argentina y Chile. El libro tiene una tirada de 500 ejemplares firmados.

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Jorge Macchi (Buenos Aires, 1963) y su libro. | Cedoc Perfil

Quiso el azar y la causalidad que me encontrara con Jorge Macchi hace unas pocas noches en un bar en San Telmo; quedamos en juntarnos en breve para hablar de su libro. Sí, otras veces conversamos sobre sus muestras y eso sería lo más corriente, ya que es un artista visual. Lo hemos hecho en varias oportunidades. En general, a propósito de alguna inauguración suya en la galería Ruth Benzacar o museo. Pero en esta vuelta el motivo es La Virgen extraviada que salió publicado por Ediciones Manuela López Anaya en agosto de este año.

Quiero escribir un texto sobre ese libro que ya he leído antes de esa coincidencia fortuita y comentarle algunas de las ideas que fui teniendo, contrastar intuiciones, proponerle relaciones entre esa escritura y su obra, entre esas palabras y las imágenes del texto. La Virgen extraviada es el relato de un viaje y una busca e indagación. La de una talla y su réplica en dos lugares diferentes: Bariloche y Chiloé

El viajero es un narrador en primera persona que podemos identificar con el que firma el libro. En esa superposición de nombres, el del narrador y el del autor, --como rúbrica el libro tiene una tirada de 500 ejemplares firmados--, detecto un tono de diario íntimo, al tiempo de compartir estilo con el género de libros de viajes. Es, además, una crónica de esa peripecia entre los sures de Argentina y Chile. 

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En este sentido, la cronología de ese desplazamiento es determinante, se narra el cruce de la cordillera que él mismo encuentra un poco “ridículo, pero satisfactorio, casi feliz; de hecho me río y me pregunto qué estoy haciendo ahí.” Le comento que hay un color melancólico, como efecto de lectura, en los grises del clima, la lluvia, viajar solo. Que entiendo el humor del que habla un poco à la Buster Keaton, sin la acrobacia, pero con el despropósito. 

Además, aparecen flashbacks, reflexiones sobre obras propias y ajenas, anécdotas. Se transcribe una carta y un poema. A partir de menciones incrustadas como piedras preciosas, pequeñas pero relucientes, una separación o la muerte de un familiar, se producen derivas, se sugieren otras historias. 

Hay imágenes. Sobre ellas quiero hablar con Macchi.  En el libro hay una indicación muy ajustada a cómo mirarlas: las imágenes deben ser necesarias y no, la ilustración de una idea. Leo en su libro esta cita y me da una respuesta: las de las dos vírgenes nunca se muestran. Pero hay otros usos de las imágenes: para duplicar la idea, para desdoblarla, repetirla, extenderla. Las imágenes son sombras y fantasmas de esa escritura muy cuidada. 

No me convence la noción de que este libro sea una obra suya de manera directa. A él tampoco, “así como las imágenes no se superponen a lo que se narra o describe, este libro fue producto de una especificidad; un libro que no podría existir sino fuera escrito por mí, aunque no soy escritor, quizá sea mi único libro, lo veo como una obra pero no de las que muestro. Pero, me leerán los que me conocen como artista”. 

Sin embargo, hay una continuidad posible en la duplicación que está en muchas de sus obras y se contagia en el libro: las dos vírgenes, el ida y vuelta, el eco, las hermanas gemelas, los números capicúa, una selfie, repetir, estudiar de memoria, su obra Díptico y la catedral sumergida, Marienbad/Miramar, el título de una obra y el balneario, su nombre Jorge Luis y Borges. La lista puede seguir y seguir. 

David Oubiña escribió con notable precisión un ensayo sobre La Virgen extraviada.  En ese texto, el crítico y amigo de Macchi propone una  hipótesis de lectura que ilumina aún más esa obra: “Lo cierto es que, poco a poco, todos pasaremos a formar parte de esa gran película que Jorge nunca ha dejado de imaginar. Y en algún momento nos daremos cuenta de que nuestro mundo no es más que un pálido reflejo de ese mundo más verdadero que es la obra de Macchi”. A su vez, Oubiña es un “personaje” del libro: el destinatario de una carta que Jorge le mandó hace muchos años. 

Para que esto suceda, entonces, imagina el “efecto virgen extraviada” que sería algo así como buscarle una correspondencia a algunos acontecimientos, un mundo doble, la dualidad de las cosas, la repetición y el desdoblamiento. Una manera aprendida en fantástico de pensar el mundo y a nosotros mismos. Doppelgänger es, en literatura, el doble fantasmagórico de alguien. El “doble andante”, si se traduce término a término esa voz del alemán. El que camina al lado ha servido, desde su primera aparición en el siglo XVIII en el escritor germano Jean Paul, para designar al gemelo, al otro yo, la voz de la conciencia o la otra cara del bien, según las ocurrencias en E.T.A. Hoffmann, Edgar Allan Poe, Stevenson, entre otros. 

No debe causar sorpresa, por fin, que el nombre del bar donde nos encontramos aquella noche sea El Doppel