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La balada de las poetas

Proyecto llevado a cabo por la compositora Verónica Bellini, en el disco La canción de las poetas destacadas artistas interpraetan poemas de escritoras latinoamericanas como Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Idea Vilariño y Josefina Plá, entre otras. Una antología que invita a leer la tradición poética latinoamericana con ojos de otro mirar.

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Proyecto llevado a cabo por la compositora Verónica Bellini, en el disco La canción de las poetas destacadas artistas interpraetan poemas de escritoras latinoamericanas como Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Idea Vilariño y Josefina Plá, entre otras. | Pablo Temes

Emboscado en mi escritura cantas en mi poema”, mina el campo de la palabra masculina Alejandra Pizarnik en el poema publicado en el consagratorio Los trabajos y las noches de 1965. Uno de los versos recogidos en el proyecto musical y cultural La canción de los poetas, realizado por la pianista, arregladora y compositora Verónica Bellini, un mapeo urgente de la poesía latinoamericana histórica zurcida por mujeres. Volvamos a Pizarnik. Alejandra retornaba de Francia con la corona de la gran poetisa nacional, sucesora de Alfonsina Storni. Pero esto hacía infeliz a la polígrafa animal de Tu voz porque “En el fondo –escribe en su diario el 25 de julio de 1965– yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo ‘hincar el diente’ en lo concreto”. Lo concreto, extranjero a la hegemonía patriarcal, era en Pizarnik escribir sin lengua, sin las normalidades y las políticas de género. Una desestabilización y apertura de la lengua que ya resonaba en esos resistidos poemas, en vuelo, donde cada palabra narra sola las historias de dolor y liberación, si bien “pájaro asido a su fuga”. Las tretas del débil en el verbo hecho carne de Pizarnik, “Aire tatuado por un ausente”. 

¿Cuál es el miedo a la poesía?, se preguntaba Diana Bellessi a mediados de los 90. “Hija subversiva y díscola de la lengua, con una pirueta de exceso y una demanda de pureza”, era la respuesta de la autora de La pequeña voz del mundo, y que apuntala a esta selección de Bellini, que sumó a Mavi Díaz en la producción vocal. Presentado en su versión musical, en vivo, el pasado 8 de marzo en las escalinatas de la Biblioteca Nacional, por invitación de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, cuenta con una amplia selección de ritmos e intérpretes, todas las canciones disponibles en el site lacancióndelospoetas.com.ar. Entre las más releventes artistas continentales resplandecen Hilda Lizarazu, Ana Prada, Cecilia Todd, Marcela Morelo y muchas más. Ellas, para darles voz y cuerpo a las poetas Josefina Plá (Paraguay), Idea Vilariño (Uruguay), Silvia Fernández (Argentina), Carilda Oliver Labra (Cuba), Aurora Estrada y Ayala (Ecuador), Magda Portal (Perú), Julia de Burgos (Puerto Rico), Meira Delmar (Colombia), Gabriela Mistral (Chile), Adela Zamudio (Bolivia), Juana de Ibarbourou (Uruguay), Sor Juana Inés de la Cruz (México), Storni (Argentina) y Pizarnik (Argentina).

Un día seré libre... “La palabra revela al instante de qué potencia de atención ha nacido”, reflexionaba Cristina Campo, a quien Pizarnik dedicaría Anillos de ceniza en el libro citado de mediados de los 60, “Y cuando es de noche, siempre,/una tribu de palabras mutiladas/busca asilo en mi garganta/para que no canten ellos,/los funestos, los dueños del silencio”. Bellini, en la selección, buscó este nudo pizarnikiano, que entrelaza la literatura y las vidas de las poetas; sueños, pesares, derrotas y conquistas. Poesías que son documentos de la violencia y la necesidad de decir una verdad del Yo. Yo que es Otras. 

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“También la búsqueda se orientó en sus biografías. Y en sus luchas. Si bien lo primero era que conmuevan sus versos para decidirme a musicalizarlos, ellas debían poseer una acción concreta ligada a la liberación de las mujeres. Por ejemplo, me fascina la figura de Juana Manso pero no pude encontrar ningún poema que la muestre como poeta. Ligar las luchas de género con lo literario. Todo es fruto y germen. Todas las conquistas del hoy tienen mucho que ver con lo que ellas hicieron en el pasado. Imaginemos que en la época de Sor Juana las mujeres no podían acercarse a un libro. Que en la época de Alfonsina no podían votar”, enfatiza la música, que arrancó el proyecto en 2015, “año particular, de incertidumbres”, recalca, y contactó a las fundaciones e instituciones, herederos y albaceas, que mantienen vivo el legado de estas mujeres, como la boliviana Zamudio, cuyo día de nacimiento es el Día de la Mujer Boliviana. 

Un día seré libre... 

Seré libre presiento

con una gran sonrisa 

como no tengo hoy.

Un día seré libre... 

aún más libre que el viento

¡Un día habré logrado

la verdad de mi Yo!

Es la poesía de Magda Portal, de Perú, que resuena vertebrando esta iniciativa argentina de revalorizar estas escritoras “faro” de América Latina, en un período comprendido desde el Virreinato a los 60 del siglo pasado. “En La canción de las poetas tenemos un combo de historia y música latinoamericana que se suele menospreciar, se revaloran nuestras culturas, se exalta la unidad de nuestros pueblos y se reflexiona sobre las historias de los feminismos, la política y la literatura. No tiene techo algo que partió de poetas y poemas, así que ahora estoy en una etapa de continuar y ensanchar. Con las fundaciones del continente sigo en contacto para sumar y mantener vivo el legado de estas mujeres”, comenta Bellini. La directora musical del grupo de tango China Cruel, en un principio de este proyecto, se preguntó el porqué, incluso “gente muy leída” no conocía a la mayoría de las poetas que fue escogiendo. “Evidentemente era debido a ese proceso de invisibilización tremenda a la poesía hecha por mujeres. Esto fue el principal motor y la pasión de estos años para revolver fondos, antologías perdidas y papers. Y que a veces hacía, cuando buscaba una música apropiada, que mirara las fotos de estas tremendas artistas y mujeres y les preguntara si iba el bandoneón o la guitarra”, confiesa Bellini, integrante del colectivo Tangueadoras, y quien contó también con la ayuda de poetas y editoras locales como Gabriela Franco. 

Presentirme. Saber dónde buscarme. En el país de Juana Gorriti, Juana Manso y la poeta Rosa Guerra, que fundó en 1852 el periódico feminista La Camelia, con una redacción integrada solo por mujeres, la ola verde se agitó casi desde los comienzos de la Nación. O antes. A esta silenciada tradición de valorización y visibilización, en combate a los “hombres necios que acusan” de todas las épocas, se enfila este proyecto de Bellini, que aspira a seguir expandiéndose en las redes y activaciones artísticas y culturales. Una plataforma creativa con la originalidad que explora las producciones desde el Río de la Plata al Río Bravo. Salvo honrosas excepciones como la serie Vindictas poetas latinoamericanas, de la Universidad Nacional Autónoma de México, o Camellia. Mujeres que toman el té, de la neuquina Tanta Ceniza Editora (2021), no existen muchos antecedentes a nivel interno ni allende fronteras. Bellini cuenta cómo se sorprenden los periodistas latinoamericanos con que en Argentina se rescate a poetas incluso poco conocidas en sus propios países, como el caso de la paraguaya Plá. Los mapeos topográficos y geológicos de la batalla por artistas e intelectuales, enseñaba Michel Foucault, eran el camino a la resistencia a la dominación de los cuerpos, antes del grito de barricada, el desarme de las trampas discursivas en mojones de sospecha. “Me parece que sí hay procedimientos feministas en estos poemas que desestabilizan la lengua, mucho más que algo panfletario. Celebro este tipo de iniciativas que rescatan a poetas que fueron olvidadas o ninguneadas”, acuerda la poeta y editora Marina Mariasch. 

“Te puedo hablar desde mi experiencia. En el recorrido de la edición, que vengo transitando desde 2007, se vuelven a encontrar autoras que durante mucho tiempo quedaron ahí, desapercibidas, mientras pasábamos enfrente de esos estantes. Esto pasó en particular con muchas autoras, que han sido ‘rescatadas’, como se suele decir, por editoriales que vuelven a creer en ellas. Considero este un aspecto hermosamente humano de la literatura. De algún modo, esperanzador. Porque lucha contra la muerte definitiva, la del olvido”, acota Vanina Colagiovanni, poeta y editora de Gog y Magog. Irene Gruss, Glauce Baldovim, Juana Bignozzi, Libertad Demitrópulos y Sara Gallardo son algunas de las escritoras “rescatadas” que “siguen hablando hoy”, señala la narradora de Seamos felices acá (2021). A nivel latinoamericano, insiste Bellini desde La canción de las poetas, es paradigmático el caso de la paraguaya Plá, silenciada y resistida en su propia patria. Oigamos a Josefina, tan actual, con la potencia de la inactualidad de la poesía, una victoria sobre el tiempo: 

Quisiera desdormirme y desandarme

Quisiera desfirmarme y desdecirme

Quisiera devolverme y desllorarme

Quisiera a veces desarrepentirme

Por largas avenidas des-soñarme

Los sueños que olvidé desolvidarme

Sombra volver el cuerpo, desamarme

Presentirme. Saber dónde buscarme 

Bellini se mete en la vieja polémica de poetisa o poeta, ya que en varias se encontró en la investigación vital que la denominación “poetisa bajaba el precio, el reconocimiento, de las escritoras”. En este sentido, tanto Mariasch como Colagiovanni destacan la original reinterpretación de Tamara Kamenszain, elaborada en Chicas en tiempos suspendidos (2021), uno de sus últimos libros. Escrito en un lenguaje no sexista, y aceptando que se haya repudiado en las últimas décadas el “poetisa” por representar “una palabra dulce para dejarnos de lado”, ahora “estamos preparadas para reapropiarnos de ese término”, en la época que se vencieron “los miedos de que nos encasillen en una figura sufriente o romántica como la de Alfonsina”, analiza Mariasch, siguiendo a la poeta del esencial Los no (1977), “Kamenszain le sacó el barniz denigrante”, coincide Colagiovanni aunque prefiera poeta. 

De 83, solo 5. “El reconocimiento o legitimación, como decía en un artículo de 2015 en la revista Anfibia, no está en relación con la cantidad de autoras editadas”, advierte en contrario Mariasch de un diagnóstico que hacía Martín Prieto en los 2000, sustentado en la afirmación de Alicia Genovese de que los libros de poetas mujeres dejan de ser “el tropiezo de una excepción” a mediados de los 80. Si bien las editoriales publican no solamente las clásicas Storni y Pizarnik, sino que indexaron a Bellessi, Genovese, Kamenszain, Susana Thénon, Liliana Ponce, María del Carmen Colombo, María Negroni y Mercedes Roffé, persiste considerar, según Mariasch, a “lo femenino en la literatura como un rasgo singular. A nadie se le ocurre armar una mesa de literatura de varones, o seminarios de poesía hecha por varones. Y siempre se proclaman las jornadas y cursos ofrecidos de literatura femenina. Que esto siga existiendo como conquista da cuenta de que todavía la discriminación persiste. Existimos, sí, pero en un nicho”, hace un crudo panorama la escritora de Estamos unidas (2015). 

Una generación más joven, Colagiovanni, está en completo desacuerdo con esta mirada de supuesta apertura desde el retorno de la democracia, y la ubica en tiempos más recientes, “Yo empecé a publicar en la década de 2000 (allá por 2004) y recuerdo que costaba mucho encontrar mujeres (salvo una minoría legitimada) en los catálogos de las editoriales de poesía. Más adelante me acuerdo de tener discusiones editoriales porque se editaban más hombres y que se me dijera que no había poetas mujeres buenas, que no se editaban porque no había. Y ahora vemos que sí había, pero que no se las conocía. Otro ejemplo, en publicaciones como el Diario de Poesía, un diario increíble con mucha poesía de la mejor y traducciones de primer nivel, se hacía un dossier sobre algún poeta fundamental. Hice el rastreo: de 83 números de la publicación que salió entre junio de 1986 y mayo de 2012, solo cinco poetas mujeres tuvieron dossier: Storni, Bignozzi, Marianne Moore, Circe Maia e I. Bachmann”, recuerda Colagivanni, y destaca el “esfuerzo que hacemos muchas editoriales, muchxs docentes y periodistas, por ejemplo, por recuperar voces de poetas outsiders que no se conocían”, señalando a las editoriales Caballo Negro, Bajo la Luna, Caleta Olivia, Nebliplateada y Editorial Municipal de Rosario.

Si leemos los poemas en voz alta, aunque se recomienda escuchar con la música, a máximo volumen, una síntesis respetuosa de la musicalidad de los poemas originales, se encontrarán semillas de una auténtica agenda que atiende las condiciones y estructuras históricas de las mujeres en América Latina. “Es leer en conjunto como un manifiesto político empezando por Sor Juana, una mujer increíble de hace 300 años que cuestionó el rol de la mujer en la sociedad colonial. Meira Delmar es fundamental en la lucha de las mujeres colombianas. Otra es Aurora Estrada y Ayala, una poeta muy importante en Ecuador, que trabajó mucho en la educación y la reivindicación de sus connacionales. Tuvo una fuerte relación con Gabriela Mistral, que quizá no pueda alinearse al feminismo, pero que bregó mucho por las infancias”, asevera Bellini. En este aspecto remarca la importancia del espacio web, que no solamente se explaya detalladamente sobre la producción artística, sino que ofrece información de obra y trayectoria, ideas poco difundidas, sobre las poetas. 

La caricia perdida ¿quién la recogerá? “Nos remontamos a Sor Juana, y sus poemas del siglo XVII, y nos parece que los escribió ayer a la tarde. La universalidad, la atemporalidad y la vanguardia de estos poemas te da a pensar que las cosas no han cambiado tanto. Y que los cambios que nosotras pensamos como mujeres, como trabajadoras, como militantes de los derechos femeninos, es una lucha de nunca acabar. Que venimos arrastrando sus mismas penas. A mí me gusta trabajar con las más jóvenes, noto el hambre que tienen de conocer nuestras historias y mujeres me dicen ‘mándame barra’, a lo trapero. ‘Mándame dónde pueda leer y mejorar mis rimas’”, comenta Mavi Díaz. Comunicación entendida como comunión, que excede las distinciones de femenino o masculino: “La literatura no tiene géneros. Puede haber rasgos de lo femenino en un poema escrito por un hombre”, subraya Mariasch. 

Vero Bellini y Mavi Díaz desde La canción de las poetas escogen, en este seleccionado de poesía latinoamericana versos que son doble invención, del habla americana y de una enunciación femenina singular, la figura de Silvia Fernández. La poeta platense de quien no se conservan ni fotografías, aunque ganó importantes premios a fin del siglo XIX, en entidades que “jamás me respondieron”, puntualiza Bellini. “Ligado a su historia, zurciendo medias, lo sentí con una ironía apenas disimulada entre el mandato social de lo que debía ser una mujer y el deseo de escribir, esa musa que la tienta. Cuántos tremendos versos se habrán olvidado o perdido. Por ejemplo los de Sor Juana que se conservan son los que viajaron a España, en México no quedó nada”, concluye. 

Deja que zurza las medias

musa mía

Deja que tome sus puntos 

cual un diablillo me asedias 

venir a exponerme asuntos 

de elevada poesía 

Deja que zurza las medias 

musa mía

Elevada poesía de Silvia Fernández. La poeta uruguaya Delmira Agustini, la Niña y la Pitonisa según Emir Rodríguez Monegal, se divorcia de un marido que sentenció el día de la boda: “Yo me encargaré de romper los devaneos y alejarla de toda preocupación intelectual. Es una mujer como otras. La poesía y el piano son entretenimientos de soltera”. A los dos meses, cuando Delmira se divorcia y desea convertirlo en ripio amante, este hombre la asesinó ganando la truculenta noticia a los diarios montevideanos. Solo Delmira aparecía en las tapas, las medias bajas, charco de sangre. O nuestra Alfonsina y el mar, que no soportó el juicio de los hombres que la querían nívea cuando el cuerpo se rendía. La enunciación de lo femenino, la poesía de la mujeres, como denuncia y documento de la violencia. En el lenguaje y los cuerpos, en el ayer, en el hoy. Habla Alfonsina, con esa voz chillona y maleva que rompía los oídos delicados de Borges: 

“Se me va de los dedos la caricia sin causa, se me va de los dedos... En el viento, al pasar, la caricia que vaga sin destino ni objeto, la caricia perdida ¿quién la recogerá?”.