Para el catálogo de la exposición de Jorge de la Vega en septiembre de 1961, Germaine Derbecq escribió: “Esos personajes dinámicos, de existencia infinita, giran y construyen su propio ambiente; fantasmas apenas esbozados por grafismos difíciles de definir, nerviosos y blandos a la vez, nos revelan su otro ser: ángeles, quizá, pero no de aquellos ridículos, desteñidos, alados de azúcar blanca de primera comunión, sino esos fuertes, valientes, indomables siempre dispuestos a librar santa batalla contra las potencias de las tinieblas”.
Este material, junto con otros muchos folletos, reseñas y papeles, está digitalizado con calidad en el fondo galería Lirolay del Archivo del Instituto de Investigación en Arte y Cultura Dr. Norberto Griffa de la Untref. Pero, también, compone la muestra Frenéticamente decidida a ir hacia delante, curada por Federico Baeza y con participación de Florencia Qualina en la selección de textos críticos escritos por Derbecq. Tanto la exhibición de los cuadros que Derbecq pintó entre los años 20 y 30 en París, donde había nacido en 1899, como esas publicaciones del archivo que corresponden a los 60 son representativos y complementarios de esta gran artista. Esta es la primera entrega a la que le seguirá otra edición que completará el cuerpo de obra de los años siguientes.
Por un lado, las imágenes que ya le dictaba la vanguardia de principios de siglo XX, de un realismo que se desfigura. Algo que todavía se advierte en los trazos y en los títulos: Familia en el jardín (1935) y El escritor (1931), por mencionar algunos. Por otra parte, los escritos de Derbecq que están en la misma muestra anticipan lo que vendrá en su vida. En 1950 ella viajó a Buenos Aires y trabajó como directora de la galería Lirolay. Esta pertenecía al matrimonio judío-francés Fano y, desde su apertura en 1960 hasta 1963, fue su lugar para dar vida a la escena del arte local.
Se caracterizó por detectar las nuevas formas que iba tomando la producción de los artistas emergentes: le dio un espacio para realizar sus primeras exposiciones individuales, además de pensar estrategias colectivas. Un ejemplo fue la muestra 14 pintores de la Nueva Generación, organizada en la galería Lirolay en 1960. En ella reunió a los artistas jóvenes centrales en el desarrollo de la década que fueron Roberto Aizemberg, Enrique Barilari, Victor Chab, Jorge de la Vega, Nicolás García Uriburu, Alberto Greco, Kenneth Kemble, Jorge López Anaya, Olga López, Rómulo Macció, Luis Felipe Noé, Rogelio Polesello, Silvia Torras y Luis Alberto Wells ,y así los definió en el texto que acompañaba la exposición: “Pues el artista tiene siempre razón, los demás tardan cincuenta años y más para darse cuenta y mientras tanto poco les importa que los artistas mueran de hambre o de desesperación. Los jóvenes no quieren pasar por esa cuarentena; no serán de la raza de los malditos, dejando a los literatos y cineastas en busca de temas y guiones de epíteto deleitable”.
Estuvo casada con Pablo Curatella Manes y tuvo un hijo. En su vida porteña, ejerció la crítica de arte –especialmente en el periódico Le Quotidiene–, además de fundar la revista Artinf junto a Silvia de Ambrosini y Odile Baron Supervielle. Una tarea no menor de difusión y de pensamiento para un incipiente campo cultural artístico que estaba despuntando. Tanto es así que la visión de Derbecq casi puede considerarse una de futuro. Menos que registrar el presente en sus textos, se vuelve una suerte de pitonisa con poderes de adivinación sobre lo que va a venir.
O un ángel. Pero como esos que describe en el escrito sobre De la Vega que cito en el comienzo mismo. No los estáticos de comunión. Conservadores y sin gracia. Ella era ese personaje dinámico y de existencia doble. Que son fuertes, indóciles y valientes; que pueden, como ella, “librar santa batalla contra las potencias de las tinieblas”.
Germaine Derbecq
Frenéticamente decidida a ir hacia delante
Curador, Federico Baeza
Calvaresi, Defensa 1136