CULTURA
pintar un cuadro

La extraña y triste historia de un cuadro de Roux

La escritora Alina Diaconú muestra cómo muchas veces se generan los relatos: escuchando a quienes tienen una historia que contar. Un cuadro del artista argentino Guillermo Roux encontrado casualmente en internet despierta la curiosidad y por lo tanto, abre el camino a las preguntas. Y de las preguntas, lo que surge es una historia, hermosa y terrible a la vez, como casi todas las buenas historias.

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Roux. Arriba, a la izq., Guillermo Roux en Roma, en los años 50. A la der., una pintura suya, retrato de Lina Guccerelli, que más tarde se convertiría en su esposa: “Mujer con medias rojas”. Al lado, un retrato del artista. | cedoc

Hace cinco años, lo llamo a Guillermo Roux para ponderarle un cuadro suyo, cuya imagen me había impactado al buscar por internet pinturas con mujeres leyendo. Todo en esa obra me había llamado la atención: las medias rojas de la mujer, la enagua asomando detrás de la falda, la postura, la mano en la cabeza, la cama. Sentí tristeza. Había algo dramático allí, preocupación, desazón. Enseguida le hablé al artista amigo, confesándole lo que me había provocado esa pintura “tan literaria”, le dije.

Por fortuna anoté sus respuestas y recién encuentro esos apuntes, al cumplirse hoy un año de su muerte.

El 28 de noviembre de 2021 a los 92 años, Roux fallecía. Fue pocos días antes de la presentación de nuestro libro-objeto Y seremos como dioses. Él lo había ilustrado con siete tintas, siendo ése su último trabajo.

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Esta es la historia que el pintor me contó sobre el cuadro de las medias rojas. 

La mujer que allí aparece es su primera mujer, Lina Guccerelli. Se la ve en un cuarto de pensión, en Roma, ciudad donde Roux estaba viviendo y estudiando en esos años (1956-1960). Cuando Roux viajó a Italia, Lina se quedó en Buenos Aires. Apareció de repente en Roma, sin avisar. El pintor ya estaba saliendo con otra chica. Lina quería recuperarlo y casarse. Él, en cambio, no estaba decidido. Sin saber qué hacer con su vida, fue a pedirle consejo a su maestro.

Éste, Umberto Nonni, era un hombre austero que hacía el culto de la pobreza. Sobre la mesa tenía fotos de sus padres, una vela y un sobre cerrado, ya amarillento, que debía contener una carta. A lo largo de los cuatro años que Guillermo se quedó estudiando en Roma, siempre veía ese sobre cerrado, lo cual le daba mucha curiosidad. Un día se animó a preguntarle a su maestro qué pasaba con esa carta. “Esta carta significó mi desgracia”, dijo Nonni. Veamos qué había entre las bambalinas de esta frase. 

Nonni le relató que, siendo joven, tenía una novia en Trieste. Había quedado en ir a visitarla. Tomó un tren, pero en Florencia éste se paró por un desperfecto y se vio obligado a quedarse un día en esa ciudad. Se acordó que su propio maestro (un ex alumno de Gustav Klimt) vivía en Florencia. Sin más, fue directamente a su casa. Al llegar allí, se encontró con ruinas, la casa llena de yuyos, pura desolación. Se animó, sin embargo, a entrar en esas ruinas. En una sala, al fondo, estaba su maestro, sentado. La barba le llegaba al suelo y sobrevivía allí como un mendigo.

Ante esa escena, Nonni se apiadó y le habló. El viejo empezó a andar en cuatro patas y, con la lengua, dibujó una línea en el piso polvoriento. Lo miró a su ex alumno y le dijo: “¡No van a poder pasar!”. Parece que se refería a su hermana y a su novio que lo habían estafado. Su maestro estaba loco. Consternado, Nonni se ocupó de llevarlo al hospital, pagar remedios y cuidados con sus ahorros, que era el dinero guardado para sus gastos de casamiento.

Después de todo ese esfuerzo, volvió a la estación y trató de tomar otro tren para Trieste, pero no pudo: había una huelga y el ferrocarril no andaba. En un estado de desesperación, le escribió a su novia, contándole lo que le había sucedido y confesándole que ya no tenía la plata suficiente para pagar la boda. Tras lo cual, recibió una carta de ella. Tal era el temor de que la muchacha lo abandonaba, que no abrió esa carta nunca. La guardó así, cerrada, años y años. Era la que Guillermo Roux veía en el taller de su maestro romano cada vez que iba a clase.

Y la ironía quiso que fuera precisamente a Umberto Nonni, a quien Guillermo le preguntara, muchos años después, qué hacer con la ragazza argentina: si casarse con ella o no.

El maestro Nonni lo escuchó con atención y, recordando su propio drama, le aconsejó que se casara. Fue así que en 1957 Roux se casó con Lina. Se fueron a vivir al cuarto de pensión que él alquilaba. No tenían un centavo. Un día, ella le confesó que no podían seguir en esa situación tan precaria y que empezaría a buscar trabajo. A partir de ese momento comenzó leer en el diario los avisos con ofertas laborales. Y ésa fue la escena de la cual Guillermo tomó un apunte que luego pintaría al óleo: Mujer con medias rojas, el cuadro en cuestión.

Ambos volvieron a Buenos Aires, para luego irse a vivir a Jujuy. Allí tuvieron a su hija, Alejandra. Pasados un par de años, regresaron a la Capital y se separaron. Guillermo conoció a Franca Beer en 1967 (su segunda mujer durante 54 años, hasta la muerte de él) y le dejó a Lina el cuadro de las medias rojas.

Pasa el tiempo y un día ella lo llama y le avisa que va a vender esa obra. Él le pide que no lo haga, pero Lina la vende en cuatro mil dólares, “que era mucho para esa época”, me aclara Roux. 

¿Quién la compra? La hija de Pepe Iglesias (El Zorro). Ésta, a su vez, la pone a la venta en una galería de arte, frente al Hotel Alvear y alguien le ofrece comprarla. La hija de Pepe Iglesias pide un millón de dólares, la persona interesada le ofrece setecientos mil, pero ella se empecina y no baja el precio. El cliente no cede y, por ende el cuadro no se vende. Pasa el tiempo otra vez, Lina Guccerelli se muere y el cuadro le queda a una amiga de ella. Esa amiga se encontraba en trámites con el Museo de Bellas Artes para donar la pintura ( y eso estaba ocurriendo justo en el momento en que yo lo llamo a Guillermo para comentarle que me encanta esa obra).

Me quedo anonadada al percatarme de esa otra sincronicidad. Ojalá podamos admirar un día Mujer con medias rojas en el Museo Nacional de Buenos Aires. Antes de cortar la comunicación con Roux, le pregunto qué pasó con su maestro, el que le había aconsejado casarse.

Me dice que después de casarse con Franca, se enteró de que Nonni tenía graves problemas económicos. Para ayudarlo, le envió dinero a Roma. ¿Qué pasó? El maestro se ofendió y nunca más quiso saber de él. Le hizo saber que se había sentido humillado. No podía aceptar que un alumno le mandara dinero.

Al final de su vida, sufrió demencia senil, tuvo un accidente en la calle y murió dejando grandes deudas de alquileres impagos.Y la famosa carta –que nunca se animó a abrir– se perdió para siempre.

Esta es la odisea oculta detrás de una tela pintada por Roux en los años 50. Cuando yo, al mirarla, intuí un drama, no me equivocaba. Por haber llamado en el momento al pintor, muralista, acuarelista, dibujante, Guillermo Roux (el “Miguel Ángel argentino” como lo bauticé yo), y por haber anotado sus palabras, este impactante cuadro resucita hoy para todos. Y así, esa obra vuelve a exhibir su impactante belleza en un vernissage que es público y privado.

*Alina Diaconú es escritora. Autora de veintitrés libros, dos de ellos ilustrados por Guillermo Roux: Aleteos ( 2015) y su reciente libro-objeto Y seremos como dioses ( 2021).