Primero las salvedades: en Gran Bretaña se editan anualmente más de 100 mil libros, y una porción importante de ellos son escritos por autores nuevos, así que con cada día que pasa podrían estar surgiendo nuevos autores que merecen incluirse en esta perspectiva general. También hay que decir que no tiene sentido investigar la literatura del Reino Unido sin también incluir las literaturas de Irlanda y el Commonwealth (el subcontinente asiático, gran parte de Africa, Australia, Nueva Zelanda, etc.). Y mirando la cuestión desde la perspectiva opuesta, hay que señalar que existe mucho regionalismo en la literatura de las islas, sin hablar de las naciones propiamente dichas de Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Se entenderá por qué he evitado el uso de este diminutivo tan común en los hispanoparlantes: “Inglaterra”. Es muy posible que un escritor británico sea también un escritor bangladeshí y anglonorteño, o que otro sea anglo-barbadiano-londinense. Reconozco que con una lente así de panorámica se pierden oportunidades de hacer el desafío más manejable, pero estamos buscando literatura interesante, no bien definida en términos geográficos.
Algunas de las nuevas voces que se destacan desde distintas perspectivas geográficas y culturales incluyen a Tahmima Anam (The Golden Age, 2007; The Good Muslim, 2011), una escritora de origen bangladeshí que hasta ahora ha publicado dos volúmenes de una trilogía que documenta la historia del país asiático; Zia Haider Rahman (In the Light of What We Know, 2014) también de origen bangladeshí, que se destaca por su apreciación aguda del mundo contemporáneo: relaciones de clase y raza, geopolítica, capitalismo del siglo XXI, y la energía imperante de jóvenes brillantes y ambiciosos; Xiaolu Guo (Village of Stone, 2004; A Concise Chinese-English Dictionary for Lovers, 2007; 20 Fragments from a Ravenous Youth, 2008; UFO in Her Eyes, 2008; Lovers in the Age of Indifference, 2010; I am China, 2014), cuya obra alterna entre crónicas acerca de choques de culturas y sus recuerdos de su juventud en China; Nadifa Mohamed (Black Mamba Boy, 2009; The Orchard of Lost Souls, 2014), de origen somalí, que escribe historias efervescentes y potentes sobre Somalia y el Cuerno de Africa; la ex niña prodigio Helen Oyeyemi (The Icarus Bird, 2005; The Opposite House, 2007; White is for Witching, 2009; Mr. Fox, 2011; Boy, Snow, Bird, 2014), de origen nigeriano, que editó su primera novela con apenas 18 años y escribe reinvenciones oníricas de mitos y cuentos de hadas tradicionales; Owen Martell (Intermission, 2013), un autor galés que escribe en inglés y galés sobre jazz y la diáspora galesa; Benjamin Myers (Pig Iron, 2012; Beastings, 2012) un escribidor salvaje del norte de Inglaterra... Y todavía no hemos mencionado la legión de escritores de mérito que escriben sobre la vida burguesa de Londres y sus alrededores (muchas veces trabajan en publicidad pero siempre en oficinas).
Pero, a pesar de toda esta riqueza de experiencias variadas, fascinantes y muchas veces reveladoras, es también posible ver en el escenario literario británico una escasez en algunas áreas: imaginación, ambición y, quizás de manera más condenatoria, erudición. En este sentido, un caso reciente puede ser esclarecedor. En los años 2013 y 2014 la escritora anglo-irlandesa Eimear McBride ganó varios premios importantes por su primera novela, A Girl is a Half-Formed Thing (Una muchacha es algo a medio desarrollar), una especie de bildungsroman que se centra en una chica irlandesa y su relación con su familia religiosa y abusiva y con su hermano enfermizo. Mucho de eso es el alimento básico de la literatura irlandesa, pero lo particular, e importante, de esta novela es la manera en que está escrita. La prosa en A Girl is a Half-Formed Thing es un denso fluir de la conciencia con cambios súbitos de ritmo, lagunas, diálogos cortos y un uso inventivo de las palabras. Los lectores tienen que esforzarse un poco para saber qué, cuándo y cómo pasan las cosas. Quizás el lector europeo o latinoamericano preguntará “¿Y con eso, qué?”. Los críticos británicos la aclamaron con frases como: “Radicalmente experimental”, “Abrasadoramente audaz”, y “Extraordinariamente exigente”. En entrevistas y crónicas posteriores al éxito surgió que, aunque se publicó en 2013, la novela se terminó en 2003. O sea que pasó diez años buscando una editorial: apostaría mi casa en que en las cartas de rechazo figuraban palabras como “experimental”, “exigente” y “audaz”. Pero hay más: McBride reveló que para ella todo cambió después de leer el Ulises de James Joyce, y la influencia del gran escritor es obvia en su novela. Lo interesante es que sólo lo leyó con alrededor de 25 años, un poco antes de escribir la novela y varios años después de haber decidido que quería ser escritora. Efectivamente, una mujer educada en Irlanda e Inglaterra, decidida a ser escritora, no sabía que se podía escribir así. No me malinterpreten, sería un desastre si todos los escritores incipientes del mundo empezaran a producir clones joyceanos, pero deberían saber que es posible, que por lo menos hay alternativas a la novela hegemónica del siglo XIX. Leyendo muchas de las críticas de A Girl is a Half-Formed Thing es obvio que para los críticos también el hecho de que Joyce haya existido fue una pequeña epifanía, pero en verdad no gastaron mucho tiempo en reflexiones de este tipo; estaban mucho más interesados en qué cantidad del libro era autobiográfica, que es un poco como preguntar a un futbolista sudamericano recién llegado a algún club menor de Europa del Este si realmente fue el sueño de su vida jugar para Krasnoye FC.
El fenómeno, llamémoslo una falta de pensamiento profundo en la literatura británica, ha sido comentado por escritores de renombre como Zadie Smith y Will Self, y hasta ha conducido a la fundación de un nuevo premio literario, el Folio Prize. Como dice Anne Enright en una de las mejores reseñas de A Girl is a Half-Formed Thing: “¿Quién olvidó informarle a Eimear McBride de la crisis en que nos encontramos y su solución: compromiso, nivel para abajo y vender el alma?”.
En este contexto de amplitud inmenso de perspectivas pero escasez de profundidad, siguen algunos nombres que destacan precisamente por sus perspectivas amplias e inclusivas y por su voluntad de ofrecer un desafío intelectual y original.
Jon McGregor
Nacido en Bermuda, McGregor ha pasado la mayor parte de su vida en los condados de Inglaterra: Norfolk y, más tarde, Nottingham. Su gran talento, el núcleo de su obra, es representar las vidas supuestamente tranquilas que le rodean con tanta imaginación, poder y oído para diálogo que, en su máxima expresión, se vuelven pequeños mundos, familiares pero a la vez exquisitamente exóticos. El título de su primera novela, If Nobody Speaks of Remarkable Things (Si nadie habla de cosas notables, 2002), es un buen ejemplo de su poesía particular: la cosas notables son los eventos de una tarde en un barrio pobre suburbano y sus consecuencias para algunos de los personajes. Aunque hay una trama central, lo que queda en la mente son los personajes menores, cuyas historias la novela va revelando mientras pasa de casa en casa para construir un imagen coral, inconexa, casi aleatoria pero sumamente lírica. Su segunda novela, So Many Ways to Begin (Tantas maneras de empezar, 2006) fue quizás un pequeño paso atrás en términos de vigor intelectual pero es una defensa igualmente convincente de la fascinación que despiertan las cosas mundanas. En este contexto, su tercera novela, Even the Dogs (Hasta los perros, 2010), representó una vuelta a la energía intensa, acción fragmentada y saltos narrativos de If Nobody Speaks... pero esta vez los personajes son fantasmas, drogadictos expirados, que comparten los recuerdos de sus existencias desesperados en una pequeña ciudad sin nombre. Es notable que Even the Dogs ganó el Premio Impac, un galardón internacional que tradicionalmente favorece escritores más desafiantes, sin dejar una huella en los premios británicos.
Tom McCarthy
Se sabe que a Tom McCarthy le costó encontrar editorial para su primera novela, Remainder (El resto, 2005). Bastante experimental e influido por una mezcla embriagadora de teoría literaria y artística, inicialmente solo halló lugar en Metronome Books, una editorial muy pequeña de París que se especializa en libros artísticos. Al cabo, después de críticas elogiosas, la reeditó una editorial independiente londinense y llegó a más lectores y críticos, hasta que se la reconoció como un libro considerable; Zadie Smith lo elogió como uno de los libros más importantes de los últimos diez años. Remainder cuenta las experiencias de un hombre que ha sufrido un accidente misterioso causado por una empresa tecnológica que lo resarce con una suma multimillonaria. Después de un proceso de rehabilitación muy duro, durante el que tiene que re-aprender cómo mover su cuerpo y hasta a pensar, el hombre se obsesiona con recreaciones y reproducciones, e invierte su riqueza nueva en reproducir escenas de su vida cotidiana, usando actores y puestas en escenas intricadas. Para hacerse una idea, el concepto es muy parecido a la película Synecdoche (2008) de Charlie Kaufman, un caso curioso y muy apropiado de arte imitando arte. Después del éxito de Remainder, la siguiente novela, C (2010), fue contratado por un editorial importante y hasta llegó al shortlist del premio Booker. Aparentemente más convencional que Remainder, en realidad C comparte muchas de sus preocupaciones: es la historia de Serge Carrefax, un experto inglés de equipos de radios nacido al principio del siglo XX y sus aventuras en un mundo volviéndose moderno a toda velocidad. En su alcance, ambición e interés en redes de todo tipo: tecnológico, político, emocional, y clandestino, C ofrece un cierto sabor pynchoniano, pero quizás de una manera más inglesa: es más discreto y faltan la urgencia maníaca y el ritmo brutal del maestro americano.
Jenni Fagan
También procedente de Escocia, Jenni Fagan apareció espectacularmente en la escena literaria con su novela The Panopticon (2012). Su narradora y protagonista, Anais Hendricks, es una huérfana de 15 años que ha pasado toda su vida rebotando entre familias adoptivas e instituciones sociales, siempre encontrándose en problemas, muchas veces causados por su consumo titánico de drogas. Ahora se encuentra en el Panopticon, una institución ficticia basada en los diseños del filósofo inglés Jeremy Bentham, cuyo propósito era construir un edificio en el que el todo fuera visible desde una torre de observación central. La escritura es tan intensa que las chispas casi saltan de la página mientras observamos a Anais en su lucha contra el sistema, la policía, sus miedos esquizofrénicos, alucinaciones lisérgicas e intentos por hallar algo de amor en un mundo desesperante. Aunque tenga rasgos de La campana de cristal, o Alguien voló sobre el nido de cuco, y las descripciones de la vida marginal en Escocia sean puro Irvine Welsh, la novela, como la misma Anais, también tiene una clase y riqueza que superan clasificaciones fáciles y la ubican más en la tradición de Dickens, sobre todo por su mezcla de realismo social y grotesco, o en la de Conrad, por su fascinación con el lenguaje corriente, y sus personajes impotentes, que sufren a la merced de fuerzas sociales y elementales.
J.M. Ledgard
Nacido en las islas Shetland, en el norte extremo de Escocia y actualmente corresponsal en Africa del Este para The Economist, J.M. Ledgard es un escritor con una perspectiva amplia que no tiene miedo de afrontar cuestiones globales. Su primera novela, Giraffe (Jirafa, 2006), se basa en una historia real que Ledgard descubrió mientras trabajaba para la revista en Europa del Este. En 1975, en Checoslovaquia, las autoridades mataron a 49 jirafas, la manada captiva más grande del mundo, por razones misteriosas que nunca se explicaron. Jirafa sigue el viaje de los pobres animales desde Africa hasta su masacre en Europa, aprovechando para contar la historia del comunismo en el país europeo y también para ofrecer una reflexión sobre la rareza, la otredad, de las bestias con quienes compartimos el planeta. El segundo libro de Ledgard, Submergence (Hundimiento, 2013) representa un verdadero salto literario. Sus dos protagonistas, son aventureros en distintas esferas: James es un agente británico secuestrado por yihadistas somalíes, mientras que Daniella es una científica franco-australiana que viaja al fondo del océano para explorar la vida microscópica que yace allí. Un libro rarísimo que transmite de manera efectiva el sentimiento de asombro del escritor ante las maravillas y pesadillas del mundo.