CULTURA
Entrevista a Juan Tauil

La privatización de los cuerpos

Néstor Perlongher decía que la izquierda se dividía en las líneas “Cicciolina” y “Cary Grant”. Tauil, militante “línea Cicciolina”, habla de su libro Testiga, editado por la Universidad Nacional de La Plata.

Tauil. Se define a sí mismo como cronista y documentalista.
| Sergio Piemonte

Cronista de la escena queer, Juan Tauil recopiló en Testiga parte de los textos publicados en el suplemento Soy de Página/12, mientras rodaba el documental T, con el que siguió, por otros medios, a algunos de estos personajes.
—¿Por qué “Testiga”?
—Porque cuando era chico había en mi casa una enciclopedia que contaba la destrucción de Pompeya y me encantaba leer estas historias que hablaban de Plinio el joven, que había escrito sobre esto y atestiguado y me gustó esa idea de estar en los momentos de los acontecimientos –sufrirlos o disfrutarlos– y atestiguar, que no es ponerse afuera. Entonces me di cuenta de que es lo que hago siempre, contar historias. De todas las profesiones que tengo creo que ése es el eje. Y con la banda, Sentime Dominga, también contamos historias. Me gusta esa idea del fogón, y creo que de ahí viene eso de atestiguar.
—¿Sos un periodista especializado en la temática LGTB?
—No. Mi búsqueda, en el caso del libro y del documental, era indagar sobre los cuerpos, sobre las identidades, sobre lo femenino, pero no me considero especialista en el tema. Sí hay un libro que me cambió la forma de ver el mundo, que es Fiestas, baños y exilios, de Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli. Ahí empecé a ver el tema de los cuerpos, de la calle como escenario del deseo y de la privatización de ese circuito.
—¿Cuál es la trayectoria política que pone en juego la transexualidad?
—Creo que, básicamente, la discusión sobre la privatización de los cuerpos. ¿De quién somos? Yo, hombre, tengo más potestad sobre mi cuerpo que vos, por ejemplo. Vos no podés decidir abortar, entonces yo, hombre, gay, estoy un escalón más arriba. Mirá como son las cosas. Ahora, el hombre, dueño de su cuerpo, está sometido al poder médico, a la publicidad, a la obligación de ser joven. Me parece que ésa es la gran discusión que tenemos que tener, y creo que la transexualidad forma parte de esto “natural” que nos estamos empezando a preguntar.
—¿El activismo LGTB sería el nuevo espacio de radicalización política?
—Acá, en la Argentina, con las leyes que se lograron, se licuaron un montón de demandas. Falta muchísimo y hay un montón de compañerxs que están sin trabajo o con el acceso a la educación restringido, pero igualmente las demandas están cubiertas. Falta gente que perfore los muros y entre al sistema.
—Cuál sería la opción: ¿defender la identidad sexual o pelear por abolirla?
—Bueno, mi postura es muy travesti, que es meterse por todos los intersticios posibles y dar a conocer mi trabajo, mi forma particular de ver el mundo. Estamos en un momento en que muchxs quieren asumirse de un modo y levantarlo como bandera: me asumo trans, me asumo travesti, loca o gay, entonces va a haber un tiempo en que esos compartimentos van a estar, pero después me parece que nos vamos a dar cuenta de que todxs potencialmente podemos ser todo. Eso es muy travesti, eso de que no hay un orden natural, ni físico ni social. Además, la sociedad es mucho más permeable de lo que creemos. Soy muy optimista, creo que nos vamos a dar cuenta de que no hay que poner ni “varón” ni “mujer”, como en Australia, y que vamos a encontrar una corriente que nos va a unir y que puede ser adueñarnos de una vez de nuestros cuerpos.