CULTURA
boom editorial

Lecturas a partir de la muerte

Proclive como pocas al misterio, el crimen y la fantasía, la realidad política argentina semeja el argumento de una embrollada novela de espías en la que, al final, todos resultarán inocentes. Tal es el punto de partida con el que numerosas editoriales tratan de entrar al debate que nos compete desde hace tanto: ¿quién es el asesino?

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Existe cierta pasión informativa a partir de un magnicidio. ¿Necesidad natural ante el dolor ajeno? ¿Consecuencia de la invasión de las redes sociales en la vida privada? La intromisión criminal en la redacción de un tabloide de humor en París, hasta el tiro del final en posición extrema e inaudita de un fiscal federal investigador del atentado a la AMIA, no hacen más que despertar alarmas en el lector. La curiosidad, asediada por la descomposición política (que instala la paranoia del poder como teorema atractivo), se afecta por ciertos temas. Algunos de ellos urticantes, tal vez oportunistas, y otros, meras guías para la comprensión sobre la indefensión del ciudadano (el lector mismo de este artículo) ante las disputas de intereses tan oscuros como peligrosos. La muerte de Nisman es la continuidad del atentado aún impune, también una paradoja para la clase política. Y qué de interrogantes provoca, al punto que trataremos de constatar su gravitación.

Por ejemplo, según Roberto García, gerente comercial de las librerías Antígona (una de ellas ubicada a las puertas de la Biblioteca Nacional argentina), la inquietud lectora muestra un regreso a los libros sobre la AMIA. El que más se destaca es Brindando sobre los escombros de Horacio Lutzky. También preguntan por La ley bajo los escombros de Gabriel Levinas. Sobre el tema de Servicios de Inteligencia, el libro de Jorge Fernández Díaz, El puñal, cumple con todas las expectativas y se lo reclama con avidez. Con título tenebroso y predictivo a partir de lo actual, pero publicado en 2009, también vuelve a instalarse Matar sin que se note. El autor Gustavo D. Perednik fue amigo del fiscal Nisman, y actualmente reside en Israel. Por el caso de Charlie Hebdo se acrecentó la venta sobre el tema del islam, los lectores solicitan textos referenciales en Mahoma y el sagrado Corán. Tal vez como muestra de la ironía social, la televisión introduce su influencia para desempolvar un libro clásico que se reclamaba casi exclusivamente desde la carrera de Filosofía y Letras: Las mil y una noches, de autor anónimo, ya que una telenovela de origen turco refiere a su trama y personajes.
Dentro del mecanismo de la demanda circunstancial actúan las casas editoras, más aún aquellas dos que lideran las ventas y siempre están atentas a las temáticas coyunturales. Desde Penguin Random House reconocen una creciente demanda sobre los títulos Lo que no dije en Recuerdo de la muerte, de Miguel Bonasso, donde se plantea la problemática relación de los Servicios de Inteligencia con la sociedad (incluyendo la actividad del ex jefe de la SIDE-SI, Stiusso), y en el que también se menciona la investigación del fiscal Nisman. Y ArgenLeaks y PolitLeaks, ambos de Santiago O’Donnell, que reproducen documentación sobre la relación de Nisman con la Embajada de Estados Unidos. Estos tres títulos ya están en proceso de reimpresión. Confirman, también, que el ya citado de Gabriel Levinas aumentó sus ventas. En el Grupo Planeta, notan que aumentó la demanda de Una mujer única, novela de Ernesto Tenembaum, con cierta inspiración en Cristina Fernández de Kirchner. Lo mismo ocurre con las novelas de Fernández Díaz y Perednik, que están en proceso de reedición, junto con SIDE, la Argentina secreta de Gerardo Young. También anuncian para marzo un libro titulado El fiscal, que involucra a la narcopolítica con los servicios de Inteligencia. Tal vez, como justo corolario, alguna editorial debería publicar la denuncia completa del fiscal Nisman, esa misma que no pudo defender ante los legisladores.

Más allá de los géneros (periodismo de investigación, investigación novelada, novela de denuncia, y demás variables), en la literatura, y de ella al cine, existen referencias ineludibles al espionaje, cuyos misterios y confabulaciones emanaron tanto fantasías como denuncias explícitas. Como una sonrisa del pasado, la prensa de habla inglesa ha rescatado El agente secreto de Joseph Conrad, novela publicada con poco éxito en 1907, como el mejor estudio sobre los mecanismos que constituyen al terrorismo. La trama de la misma gira en torno a Winnie Verloc, espía, agitador, y verdadero eje para la formación de una célula que tiene por objeto atentar contra el observatorio de Greenwich. En la misma, es notable el fresco social que denuncia las condiciones de vida en Londres, al punto que puede ser ubicada como continuadora de Historias de dos ciudades de Charles Dickens. Geniales en su factura y concepción, El americano impasible, El cónsul honorario, Nuestro hombre en La Habana y Un caso acabado, son las novelas de Graham Greene que relanzaron el misterio del espionaje y los intereses imperialistas durante la Guerra Fría. Ya en épocas del best-seller globalizado, quedan autores tradicionales como John Le Carré, Tom Clancy y Robert Ludlum, todos ocupados en continuar por otros medios la temática de Ian Fleming / James Bond, eso sí, lejos de la sabiduría intelectual y estilo que colocó a Greene al borde del Premio Nobel de Literatura.

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