CULTURA
LA ENTREVISTA DE MAGDALENA A TOMS ELOY MARTNEZ

"Los hombres no tenemos registro de los momentos de felicidad"

El escritor y periodista dice que él intenta atrapar esos momentos para atesorarlos en la memoria. Sus lectores noolvidarán sus libros, ya clásicos de la literatura argentina, como La novela de Perón o Santa Evita, cuyas escenas transitan la frontera entre la realidad y la ficción. Sobre este arte, de fusionar periodismo y literatura, sobre sus nuevos libros y los encuentros que tuvo con el general Perón, hablá Tomás Eloy Martínez en esta charla con Magadalena Ruíz Guiñazú. Esta entrevista queahora publicamos en Perfil.comdebería haber sido publicada en la edición Nº 158, del 7 de enero del Diario Perfil ,y que por un error exclusivo de la redacción del Diario Perfil , se ha publicado otra entrevista a Tomás Eloy Martinez editada en el año 2005. Desde el Diario Perfil pedimos disculpas a los lectores, al entrevistado y a Magdalena Ruiz Guiñazú, sin responsabilidad alguna por el error cometido.

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ILUMINADO. Entrevist a Pern en varias oportunidades, entre ellas, la noche del golpe de Estado a Illia y otra vez a instancias de Lopez Rega. Esas conversaciones y su pluma crearon una obra indispensable de la literatura argentina: "La novela de Pern". | Cedoc

Quien lee, escucha ó conoce a Tomás Eloy Martinez sabe de su talento, su fuerza y su incesante capacidad de trabajo. Mientras tomábamos un enésimo café en vísperas de fin de año volvió a intrigarme el viejo interrogante de qué sienten realmente los creadores cuando contemplan en perspectiva la labor de su vida.

Cuándo decís “toda mi obra” y computamos la cantidad de horas, años y esfuerzos que eso significa, suponemos también que es como un enorme escalofrío...

Tomás es rápido y modesto en respuesta: "¡Infinitos escalofríos! Porque toda mi obra está a medio hacer".

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–¿Cómo?
Porque estoy escribiendo, a la vez, dos libros más y, por otra parte, mi obra no es tanta como yo quisiera. Te diré que empecé muy tarde a tener confianza en mí mismo.

–¿Con cuál de tus libros sentíste que lograste es confianza?
–En verdad, mi primer libro propio es La novela de Perón . Yo había tenido una cierta fortuna en el periodismo en los años 60 cuando escribí mi primera novela que intentó ser un reflejo de lo que yo creía que debía ser la literatura. Hoy te digo que era un reflejo errado. Esa primera novela , Sagrado que publicó Sudamericana en 1968 tenía una línea en la que nunca persistí. En ella trabajaba sobre el lenguaje, sobre la imaginación y quizás, de algún modo, contiene algunas semillas de mis libros posteriores. Por ejemplo, relata una huelga de obreros azucareros que invaden la Plaza Independencia. Al mismo tiempo algo muy simbólico. Muchas de las cosas de esa novela (o de los intentos que aparecen en esa novela y que son TODOS fallidos....TODOS fallidos, –repite Tomás con énfasis–, reaparecen de pronto en la literatura contemporánea y están incluidos, de una manera mucho más notable y con una excelencia narrativa casi inalcanzable, en una última novela de Haruki Murakami Kafka en la orilla donde podemos encontrar la plena libertad del arte de la novela y tambien la tradición novelística librada a la más absoluta imaginación y, al mismo tiempo, a una total verosimilitud que es exactamente lo que mi novela no consigue. Sagrado tiene imaginación, búsqueda de libertad pero carece de verosimilitud. Y, además, no tiene calidad de narración. Después descubro en mí que hay dos escrituras y que pueden fusionarse, convertirse en una sola que hermana el periodismo y la literatura.

–¿Vos mencionabas recién La novela de Perón, porque allí confluyen la realidad y la ficción?
–En verdad también pienso eso de Lugar común, la muerte, cuando empiezo a ver cosas que parecen imaginadas y que, en las crónicas de Lugar común..., sin embargo son publicadas en los diarios. Al ser publicadas en diarios son leídas como realidad. Por ejemplo, cuando voy a visitar a un escritor venezolano llamado Guillermo Menezes para entrevistarlo y vuelvo al día siguiente a la misma casa y me encuentro con que la casa ya no está y entonces empiezo a buscar en casas parecidas, o también en entrevistas con leyendas como St. John Perse que se esfuma en la tarde y del que sólo queda el hilo de su voz. En fín.... Descubrí que la fusión entre esos dos mundos igualmente existe en la literatura argentina. Por ejemplo en el Facundo. Tambien aparece en Borges en un modo pleno en los relatos de Historia universal de la infamia que publica en el diario Crítica y que son transcripciones fantasiosas, imaginarias, de datos reales que Borges encuentra en los diarios. Por ejemplo, un simulador que se finje hijo de una señora multimillonaria. Este tipo de situaciones estaban ya en semilla en la literatura argentina y, como decía, muy desarrolladas en la vertiente borgeana que hace exactamente eso. Pierre Ménard hace eso. Claro, Borges le da una vuelta de tuerca genial.

–El casamiento entre la novela y el periodismo aparece tan claramente en La novela de Perón que, a pesar de los años, no podemos dejar de recordar aquella escena en la que el avión no puede descender en Ezeiza, debe desviarse a la Base Aérea de Morón e Isabel le refresca las sienes a Perón que comienza a sentir una opresión en el pecho...
–Yo no sé si eso ocurrió así. Lo cierto es que allí se cruza la frontera entre la realidad de la ficción.¿Qué pasó realmente? Hay algunos episodios... Por ejemplo, Santa Evita está construída como una crónica, aunque es una novela en la que todo es imaginación.

–No todo...
–Casi todo. Hay ciertos datos inequívocos, insustituibles, de la realidad. Por ejemplo: Eva Perón existió. Eva Perón vivió en Junín hasta los 15 años. Ella vino a Buenos Aires no se sabe con quién. Fue actriz. Primero muy secundaria y, luego, una figura importante. Después conoce a Perón en el Luna Park. Eso es cierto. Luego se convierte en la Primera Dama, la Abanderada de los Humildes etc, etc. Muere de cáncer y se organiza una especie de duelo nacional. Eva comienza a convertirse en un mito. Yo tuve la fortuna de poder discutir mucho personalmente con Perón acerca del peso y la fuerza de ese mito.

–¿Esas fueron las entrevistas que realizaste para la revista Panorama?
–Sí. En aquel momento la dirigía Norberto Firpo y fue él quien me incitó a realizar esas entrevistas. Yo vivía entonces en Paris y llamé por teléfono a Perón sin saber muy bien qué iba a preguntarle. No sabía demasiado por qué en Argentina seguía pesando la opinión de Perón. Él mismo atendió el teléfono y me dio una fecha determinada: fines de marzo de de 1968. Cuando llegó el momento fuimos con César Fernández Moreno, cruzamos los Pirineos, nos turnándonos para manejar y cuando Perón me preguntó de qué íbamos a hablar yo, francamente, tenía la mente en blanco y le dije: " General, ¿por qué no me cuenta su vida? Todavía usted no se la ha contado a nadie y es hora de que la relate. Usted no tiene nada que ocultar...”  Y fue así que me contó todo. Esto consta en las grabaciones. Pero, efectivamente, Perón tenía mucho que ocultar todavía.

–Recuerdo que, en aquellas grabaciones, se escuchaba todo el tiempo la voz aflautada de Lopez Rega que permanentemente acotaba ¿no?
–No solamente acotaba. En algún momento, ¡Lopez Rega fingía ser Perón! –Tomás se sonríe ante el recuerdo– Y, en verdad, eso fue lo que me dio la idea de la novela. Allí hay una historia notable que he contado más de una vez. Yo pasé por radio esa grabación insólita: Perón había escrito algunos textos que Lopez Rega leía y allí Perón decía que, de niño, había ido al entierro del General Mitre, caminando desde la escuela en la que vivía con su abuela. Enumeraba quienes iban al entierro y terminaba diciendo: “...y conmigo iba José Lopez Rega”. Allí no pude menos que interrumpirlo: ”¡Pero, general, eso ocurría en 1906 y Lopez Rega siempre ha dicho que había nacido el 17 de octubre de 1916! Diez años después...”. Entonces, adelantándose a la respuesta de Perón, Lopez Rega acotó: ”Yo estaba ahí ¿no es cierto general?” A lo cual Perón, con la mirada perdida, dijo:“No sé, no sé...Lo que Lopez diga...”.

-¿Como alguien que se entrega? El viejito que se somete a quien sabe ponerle bien las inyecciones...-
- Efectivamente, Lopez Rega determinaba la agenda de Perón, la vida de Perón. A quién podía recibir ó no. Qué podía decir... De hecho la ultima entrevista que tuve con el general fue una entrevista clandestina porque Lopez Rega ya no le permitía que me recibiera.

-¿Cómo hiciste, entonces?

–Bueno, la revista Panorama acababa de publicar un texto de su corresponsal en Madrid en el que acusaba a Perón de haber recibido algún dinero del presidente Lanusse, creo que a cambio de favores políticos. Lo cierto es que, cuando se lo expliqué desde París, me citó en Madrid. En el aeropuerto me esperaban dos emisarios suyos: uno, Galimberti y, el otro, un abogado de apellido Hernández que me llevaron directamente a Puerta de Hierro. Pero allí me esperaba López con un grupo de seguidores suyos y al grito de “¡Vos no vas a entrar porque yo soy el pararrayos que detiene a las fuerzas del Mal que quieren dañar al general! ¡Vos aquí no entrás!”. Le contesté que no sabía que yo era tan importante como para personificar El Mal. Finalmente, a través de un intermediario al que le estoy muy agradecido aún hoy, logré que Perón me recibiera fuera de la Quinta. La entrevista tuvo lugar en un bar “Tranquilino” en las afueras de Madrid y el tema quedó aclarado pero como te darás cuenta no era posible pasar sobre Lopez Rega.

–Ya que estamos recordando estos hechos que, luego en su mayoría son parte de la Historia y que forman tambien parte de tu obra, cabe preguntarse ¿cuál de tus libros es el preferido?
–Hábilmente, como un padre que no quiere ofender a sus otros hijos, Tomás explica: "Diría que, de mis libros, los preferidos son aquellos que no he podido publicar porque me salieron mal".

–Es una respuesta al estilo de aquella típica tuya cuando alguien te inquiría acerca de la verdad histórica de algún episodio y decías: “Si no es verdad, merecería serlo”.
–En verdad, todo lo que se llama novela en mi obra, son mentiras. Y les ruego a los lectores que no crean una palabra de lo que les digo como verdad. No es en absoluto una verdad histórica. Es una invención. ¡Son contribuciones y correcciones a la realidad! Por decirlo de alguna manera. En mi obra, lo que es verdad, existe como crónica periodística y si es mentira, existe como novela. Ahora, de todos mis libros el que prefiero y que tuvo menos presencia en lengua española es El cantor de tangos. En cambio anduvo muy, muy bien en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Holanda. Es un libro que no tiene nada que ver con hechos coyunturales. En esos países lectores inteligentes leen la novela como novela y no establecen variantes con la realidad y también les gusta la idea del laberinto, el Buenos Aires fantasmagórico que aparece allí. Ese libro tuvo críticas extraordinarias que me enseñaron muchas cosas. Yo siempre he creído que el sentido de la crítica no es que te elogien ó que te detracten sino que te enseñe a ver lo que hay en vos mismo. Cosas de las que no tenés clara conciencia. De todo aquello que te ayuda a continuar tu propia obra.

–Vos sabés que pensé que me ibas a citar como tu libro muy querido a El vuelo de la reina...
–No, no. ¡Es el menos preferido de todos! Es una visión del periodismo y cada vez que me hacen una entrevista me preguntan si quise hablar del director de tal ó cuál diario. Lo que ocurre es que todos los directores de diarios acaban por parecerse.

–Cuando dijiste hace un momento que estabas escribiendo dos libros al mismo tiempo uno no puede dejar de preguntarse cómo se maneja esa dualidad.
–Bueno, no es una dualidad. A ver... son dos tonos completamente distintos. Por eso puedo pasar del uno al otro. En este momento he abandonado el segundo y estoy dedicándome al primero que es una novela, aún sin título que narra, en términos generales, la vida cotidiana de la Argentina durante la dictadura militar. Quiero contar la historia de todos los días. Como yo no lo viví quiero justamente recuperar, a través de mi escritura, esa porción de mi pasado. Además encontré personajes que me gustan, está narrada en dos lugares. Uno es mi pueblo, en los Estados Unidos en el tiempo presente y también está narrada en Buenos Aires, básicamente en tiempo pasado.

–¿Y el otro libro?
–Es un ensayo, muy extenso, sobre los mitos clásicos: griegos, hebreos ó egipcios ó romanos. Es una colección británica donde han reunido un grupo importante de autores. Margaret Attwood, la escritora canadiense, ya ha terminado el primer libro de la Colección. Es sobre Penélope. Yo, por mi parte, me divierto mucho con este tipo de trabajo. Es, una vez más, imaginar algo sobre el pasado. Hace poco he leído un libro que todavía no han traducido del hebreo y que relata la historia de Sansón y lo presenta como el primer suicida de la Historia.

–¿Entonces, te produce felicidad que te llamen, desde once mil kilómetros de distancia, para un emprendimiento tan importante como el de los mitos?
–Me brinda más felicidad cuando hay alguna forma de lectura de mi obra que es inusual, inesperada, que yo no conocía. En el 2005 fui uno de los tres finalistas para un premio muy importante el "Man Booker International Prize” que generalmente se otorga a una novela inglesa. En este caso se abrió al mundo entero. Mis competidores eran muy superiores a mí: García Márquez, Kundera, Philip Roth. Los admiro a todos y hubiera premiado a cualquiera de ellos. Finalmente lo ganó un escritor tan malo como yo (grandes risas) que se llama Ismael Kadaré y es Albanés. Estar en tan buena compañía me resulta enormemente estimulante. Y esto es también una forma de alegría.

–Hace poco vos hablabas de la maravillosa juventud que fue la tuya. ¿Cuál fue entonces el momento más feliz de tu vida?
–Es más fácil describir los momentos infelices
. Esto lo aprendí en un viaje a Japón en 1966 porque comprendí que el hombre suele tener pocos registros de los momentos felices. No nos decimos “en este instante somos profundamente felices” y no sabemos retener, capturar, ese instante para siempre. A mí se me dió en ese viaje al Japón. Viajando en tren desde Tokio hasta Hiroshima pasando por una playa que se llama Hoyakama, ví un paisaje maravilloso a lo lejos y pensé “quisiera que este instante se detenga para siempre”. Recordé al mismo tiempo esa poca disposición nuestra y decidí combatirla. Logré así atesorarlo en mi memoria hasta volverlo un verdadero instante de felicidad.