CULTURA
muestra

Materia en los umbrales

A medio camino entre la metáfora y las abstracciones geométricas, la última muestra fotográfica de Jorge Miño (Corrientes, 1973) –donde brillan por su ausencia los seres vivos– se trata menos de imágenes reveladas y más de un pensamiento vivo. Con texto de Mariana Oberzstern, una exploración luminosa del tiempo y el espacio. “Al mismo tiempo, todo, en todos lados” puede visitarse en ungallery, de miércoles a sábados de 14 a 18.

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Pensamiento en acción. Jorge Miño se propone fotografiar menos un objeto, un espacio, un cuerpo volumétrico que una idea. | gza. ungallery

De instantes reales, pero continuos, de capturas de un mundo en suspenso, está hecha la muestra de Jorge Miño. Lleva por título Al mismo tiempo, todo, en todos lados y con esa premisa de ubicuidad renueva la confianza en que la paradoja es, para él, casi tan importante como la cámara. 

Este pensamiento filosófico y matemático involucra al tiempo y al espacio; sus intereses por la arquitectura, las escaleras y los lugares que descompone en cada una de las tomas que hace de ellos son ejercicios para que los referentes, los escalones, los techos, las barandas, sean menos representaciones o reproducciones sino metáforas de aquello. Sus imágenes van más allá. Del blanco y negro con unos colores altos y refulgentes que seducen al ojo del que lo mira tanto como parece haber sido el deleite del que lo crea. 

La manera que Miño encuentra para “salirse” de la fotografía es nunca irse de ella. Va tentando los límites, la desborda, se mete en la abstracción geométrica, se desmarca de los géneros y los hace estallar con una pincelada regia: roja, verde, amarilla. Descompone las imágenes en pequeñas fracciones lenticulares y crea el efecto mimético del parpadeo, la extrañeza ante lo que se mira, el hallazgo y la sorpresa. 

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Así, también, como lo practica en el contenido, esos desplazamientos de planos, esas secuencias de espacios, lo promueve en la forma. Eso es lo que está detrás de cada revelado: sacarle una foto a una idea que, justamente, sea como la paradoja el borde de lo pensable, lo posible último (y a veces ni siquiera) del juicio o planteamiento.

Miño se propone fotografiar menos un objeto, un espacio, un cuerpo volumétrico que una idea. O mejor dicho, de la manera que captura y modifica lo que vemos está poniendo un pensamiento en acción. Como la fantasía y la ilusión, sus obras se internan en esa busca inmaterial. Responden al impulso y quieren aprehender de qué está hecho eso que pensamos. Pero guiado por la paradoja, esa constante superposición de opuestos en el razonamiento, que son, nuevamente, potestad de lo humano

No es la primera vez que ante su obra me pregunto si será por eso que no hay vida en sus fotos; ¿será que el esfuerzo por retratar el raciocinio es lo suficientemente poderoso para evitar poner a los seres? Ahí, también, reside una nueva contradicción. Vaciados de existencia viviente, las fotos de Miño son sólo posibles a partir de una mente que piensa. Que las piensa. Una exploración en las posibilidades del tiempo y el espacio es el resultado de la indagación fotográfica. Haciendo evidente que uno es interdependiente del otro. Que en los degradé y los fantasmas hay tiempo que fluye y en los contornos esfumados, el espacio se despliega. 

El ojo que mira actúa en el fuera de cuadro. La obra lo necesita, pero no lo retrata. Lo presupone para accionar la secuencia que desde la vista al cerebro. Una onda que ingresa y desata todo un abanico de experiencia. Que es sensible, estimulante. Pero que, además, es intelectual y por eso, potente y bella. 

La reflexión sobre tiempo y espacio no es sólo divertimento de los filósofos. Rige en la vida cotidiana y su demolición no es tarea fácil. Borges propuso algunas argumentaciones en “Nueva refutación sobre el tiempo” con el objetivo de rebatir las cronologías, de impugnar su existencia, excepto como una ficción. El primer argumento de este ensayo escrito entre 1944 y 1946 es el de Chuang Tzu que sueña que es una mariposa y cuando despierta no puede determinar quién es el soñador y quién el soñado. La vida diurna, como los sueños, está compuesta de percepciones. Por eso, si la sucesión del tiempo es una construcción, lo único que existe es el instante. Muertas las cronologías, esos instantes (reales) podrían ordenarse de cualquier modo. Subvirtiendo, por ejemplo, el antes y el después, el pasado y futuro. 

En definitiva, el hombre anida en el umbral donde se establece el paso entre lo visible y lo invisible, entre la vida y la muerte, entre la soledad clausurada de nuestro interior y lo abierto o sin fronteras, entre lo cambiante y lo eterno. En la sutileza de un juego que involucra al espacio, pero, sobre todo, al tiempo. Estas dos categorías superpuestas, como si el tiempo ocupara un espacio, está dada por el manejo sofisticado que Miño hace de las imágenes en sus fotografías. El peso de la arquitectura, su modelo perfecta, muda, estática, se aligera en sus tomas. La sensibilidad de su lente acaricia escaleras y edificios y proyecta continuidades y pasajes. La deliciosa levedad de las cosas podría ser el nombre de lo que se postula en las paredes de la nueva dirección de ungallery: menos como una exposición que como un ensayo sobre las posibilidades materiales de tiempo y del espacio.

 

Jorge Miño 

Al mismo tiempo, todo, en todos lados.

Texto de Mariana Obersztern ungallery

Ministro Brin 1335. La Boca