CULTURA
tenía 59 años

Murió David Graeber, el último anarquista del siglo XXI

Activista y antropólogo, lo sorprendió la muerte el jueves pasado mientras vacacionaba en Venecia. Aún se desconoce la causa de su muerte. El adiós a uno de los intelectuales más radicalizados del mundo anglosajón.

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Graeber. Su esposa, Nika Dubrovsky, anunció su deceso en la red social Twitter. El autor ya había anticipado que estaba sufriendo problemas de salud. | cedoc

“Según casi todos los editores que conozco, Jeff Bezos es personalmente responsable de la destrucción de la industria del libro. Ya no pueden pagar nada a la mayoría de los autores, ya que Amazon lo exprime todo. Y lo sorprendente es que casi todo el dinero que iría a los autores, que en su mayoría podrían usarlo, simplemente va a Bezos para que pueda decir ‘¡Mira! ¡Tengo otros 10 mil millones! ¡Oh! ¡Y otros 10 mil millones!’. Y  ni siquiera los usa. Es como robarles caramelos a los bebés y ni siquiera comérselos. En la práctica, parece que hemos creado un mundo tan perverso que negar a las personas creativas cualquier beneficio de su creación es un fin en sí mismo. Lo hace para deleitarse con su propio poder”. Esto escribió David Graeber el 29 de agosto en su cuenta de Twitter (@davidgraeber). El reconocido antropólogo e intelectual anarquista falleció este jueves; su esposa, la escritora Nika Dubrovsky, lo anunció por esa misma red social sin especificar el padecimiento. De vacaciones en Venecia, Graeber ya había anticipado cierto problema de salud en su canal de YouTube. 

Profesor de la London School of Economics, consideraba que el anarquismo no era una identidad sino el producto de los actos, por eso prefería que lo calificaran nada más que como antropólogo. Es que su propia historia estuvo ligada a los actos públicos, de hecho fue uno de los promotores, en 2011, del movimiento de protesta Occupy Wall Street en Nueva York. Como hombre del “campo” antropológico, por ejemplo, su tesis doctoral fue el producto de más de dos años de trabajo en Madagascar, donde abordó las relaciones entre los habitantes de las comunidades rurales tras las secuelas de la esclavitud. Pero su celebridad no solo radicaba en el campo profesional, como autor de libros fue un best seller en distintas lenguas, siempre abordando temas polémicos como la explotación laboral, las crisis financieras, así como las secuelas de la globalización y los avances tecnológicos.

Hace exactamente un año (ah, la precisión de las fechas), Guillermo Piro recomendaba en el diario la lectura de Trabajos de mierda. Una teoría, publicado en España por Ariel: “Pareciera que es imposible admitir en televisión que uno tiene una buena excusa para no ir al trabajo –cosa a la que al parecer sí pueden referirse los humoristas–. La gente que cada vez que se anuncia un paro de transporte se pone contenta es la misma que al ser entrevistada en la televisión asegura que no poder ir a trabajar representa una tragedia terrible. Nadie, dice Graeber, parece sentirse libre como para decir lo que en realidad piensa del tema –al menos en público–”. 

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Respecto a este libro, en una entrevista, el autor destacó: “Grandes franjas de personas, en Europa y Norteamérica en particular, pasan toda su vida laboral realizando tareas que consideran innecesarias. El daño moral y espiritual que proviene de esta situación es profundo. Es una cicatriz en nuestra alma colectiva”.

Pero su verdadero hit, especie de patada en el hígado al sistema capitalista financiero y tan caro a nuestra alma colectiva argentina, lo publicó en 2011 bajo el título Debt, the first 5000 years (En deuda: una historia alternativa de la economía, Ariel, Barcelona, 2012). Allí realiza un análisis histórico y antropológico del concepto de deuda remontándose al origen del dinero como herramienta de intercambio, así como a las formas de cooperación económica entre las sociedades sin necesidad de tal recurrencia. De esta manera ataca a los teóricos en economía enlazando el surgimiento del dinero y el trueque con la violencia y la guerra, es decir, a una imposición del poder más que a un sistema natural surgido del acuerdo entre partes. 

Esto pone en cuestión las recurrentes crisis económicas, de los valores de las mercaderías, así como a las deudas externas, herramientas financieras afines con el sometimiento geopolítico. Por eso cuestiona el imperativo moral de los gobiernos en pagar la deuda por encima de otras obligaciones éticas, como es satisfacer las necesidades nutricionales básicas de sus ciudadanos. 

El rechazo del statu quo a este libro lo expresó el columnista de Bloomberg, Noah Smith: “Extenso, inestable y confuso, principalmente sobre historia económica, mezclado con algo de filosofía política y moral”.

Como escribió Goethe propiciando una confusión y una mal asignación de tintes cervantinos: “Mas la estridencia de sus ladridos/ sólo demuestra que cabalgamos”, y tal vez por eso este norteamericano –de padre partisano republicano en la Guerra Civil española y madre sindicalista textil–, defendía al movimiento de libertad kurdo así como al  que calificaba de “notable experimento democrático” en Rojava, una región autónoma de Siria que visitó.