CULTURA
Liborio Noval fotgrafo de la revolucin cubana

“No sabíamos que estábamos haciendo historia”

Retrató al Che Guevara y siguió a Fidel Castro por el mundo. Con el rosarino combinaba su tarea en el periódico con el trabajo voluntario. Y cuenta cómo aprendió a fotografiar al líder cubano en sus largas jornadas. Galería de fotos

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Liborio Noval enciende un tabaco en el exposicin de fotos del Che en La Plata | Gentileza Paloma Garca
Algunos escriben la historia y otros la fotografían. A Liborio Noval le tocó ocupar un lugar en el segundo grupo. Con su lente, fue uno de los hombres que llevó a la eternidad a Ernesto Guevara, cuya imagen rebelde recorre los mundos. Se trata de uno de los fotógrafos de la revolución cubana, título que se ha ganado por contar con su cámara la historia de la isla caribeña durante 44 años, convirtiéndose así en quien más ha retratado a Fidel Castro (VER FOTOGALERÍA).

Este cubano lleva sus 72 años bien puestos y piensa vivir cien más, como para demostrar que la longevidad cubana no es cosa de unos pocos. Jamás pensó antes de 1959 en convertirse en el fotógrafo que es hoy. A Liborio le gusta decir que todo ocurrió por inercia: trabajaba en una agencia de publicidad como investigador de mercado luego pasó al laboratorio fotográfico y una vez que los rebeldes comandados por Fidel Castro tomaron el poder en Cuba se sumó al diario Revolución. Allí se integró al grupo de Alberto Díaz (Korda), Raúl Corral (Corrales), Roberto y Osvaldo Salas, entre otros.

El sol cae en la primaveral tarde porteña. Liborio enciende uno de sus habanos. Está de paso por Buenos Aires para presentar el libro Che Guevara por los fotógrafos de la revolución cubana e inaugurar una muestra fotográfica que girará por Córdoba, Rosario y La Plata, donde se exponen imágenes de 11 reporteros gráficos, entre los que está Noval, Korda, José Figueroa y Perfecto Romero, además del sueco René Burri y el francés Roger Pic. El curador de la exposición es Saúl Corrales, hijo de Corrales, otro de las grandes fotógrafos, fallecido en abril.

“Hecho polvo”
, dice Liborio cuando se le pregunta cómo está. Pero a pesar del cansancio, saborea el tacaco, se entrega a la charla con perfil.com y cuenta: “Cuando empezamos a hacer fotografía, a partir del año 59 en la Revolución, para nosotros era un trabajo normal. No sabíamos que estábamos haciendo historia. Nos dimos cuenta porque nos lo dijeron mucho más tarde que estábamos haciendo la historia gráfica de la Revolución Cubana, pero por supuesto que teníamos las ideas y seguíamos la línea de la Revolución. Porque entendíamos la revolución y entendíamos por qué en Cuba y para qué en Cuba se había hecho una revolución”.

- ¿Y en qué momento toman conciencia que estaban haciendo la historia?
- En el caso mío, como en el caso de Roberto Salas, un día hablando con Celia Sánchez –secretaria de Fidel Castro- , enseñándole una foto del Che, en el año 60, nos dijo: “¿Ustedes no saben que están haciendo la historia gráfica de la Revolución Cubana?” Bueno, se lo dicen a un muchacho de 25 años… Le puedes prestar o no atención, pero en aquel momento le prestamos atención. Hoy sé que hicimos la historia gráfica de la revolución cubana y también sé que cuando se escriba la historia gráfica de la revolución cubana, hay que contar con un grupo de fotógrafos que la hicimos. No es que seamos los mejores ni que creamos que somos el ombligo del mundo en la fotografía cubana. No, nada de eso, hay un grupo grande de fotógrafos que hicimos la historia, y que aún se hace. La estamos haciendo. Esto es algo colectivo: ahí estuvo Korda, estuvo Corrales, estuvo Osvaldo Salas, está Roberto Salas, estuvo Ernesto Fernández, y un montón más. Además, hay un relevo ahí atrás, hay más fotógrafos.

- Pero imagino que se debe sentir orgulloso por ocupar ese lugar…
- Bueno, por supuesto que sí, de haber hecho algo por la revolución y de lo que voy a seguir haciendo. Porque cuando yo expongo una exposición personal, con fotos hechas por mí, donde están Fidel, el Che y lo que se hizo, eso es un trabajo para la Revolución también. Pero no lo hago por prestigio, ni por mí ni nada menos. Es más, a veces no me gustan las exposiciones personales, me gustan más las exposiciones colectivas, porque ahí se ve con una visión más amplia lo que ha hecho un grupo de fotógrafos. Es una obra completa. Como hicimos en agosto, que en la fototeca se hizo una exposición de 103 fotos para el 80 aniversario de Fidel, como de 15 fotógrafos. Están las fotos mías y las de los demás fotógrafos. Ahí están las fotos que ellos no hicieron, donde yo estaba, y están las que yo no hice, donde ellos estaban. Y eso es muy bonito, eso es muy lindo, porque tú no puedes estar en todos lados.

- ¿Se acuerda de la primera foto que le sacó al Che?
- Fue una vez que él estuvo en una conferencia en un estudio de televisión en 1960. Y poco tiempo después, en febrero, empezamos una especie de relación fotógrafo-dirigente. No una relación amistosa, aunque nos conocíamos, nos saludábamos, pero no había ningún tipo de amistad. Cuando al Che lo nombran ministro de Industria, en febrero de 1961, hace un trabajo voluntario en un reparto cerquita de La Habana, donde se estaban construyendo casas para personas que vivían en barrios insalubres. Yo llegué ahí, el Che llegó un ratico después, a las 6 de la mañana, y me preguntó qué hacía yo ahí. Le dije que iba a hacer un trabajo para el periódico Revolución, que me habían enviado a hacer un reportaje. “¿Tu viniste a trabajar?”, me preguntó. “Sí Comandante, yo vine a trabajar, a hacer un reportaje para el periódico”, contesté. “Yo no te pregunto eso, yo te pregunto que si tu estás dispuesto a hacer lo que venimos a hacer a aquí”. Le dije que sí. “Bueno, ponte la cámara ahí y ven conmigo”. Salió un reportaje en el periódico de una página, con fotos en primera plana. Y el periódico, un poco por inercia, me envió a hacer otras cosas con el argentino, como le decíamos entre nosotros. Un tiempito después me vio en otra actividad y me dijo: “Oye, el domingo nos vemos en tal lado”. Era otro trabajo voluntario. Un día yo iba en mi auto y me tocaron el claxon (la bocina) y cuando veo era el argentino manejando su carro solo. “¿Qué tal, como estás tu? El domingo nos vemos en tal lugar”. Ahí empezó una relación de trabajo. Y había que trabajar, había que cumplir la norma de esa fábrica, de ese lugar donde estábamos trabajando.

- ¿Y usted qué tenía que hacer además de sacar fotos?
- Llevar una carretilla con mezcla, estar en una fábrica donde se conformaban cartones para hacer cajas, o en un lugar donde se reciclaban botellas. Había que hacerlo y había que trabajar cuatro horas. Y de esas cuatro horas, yo me tomaba quince minutos para tirar fotos. Pero había que estar a las seis de la mañana cuando se empezaba a trabajar hasta que se acababa. Había que cumplir la norma de esa fábrica o de esos lugares. Pero no era obligatorio, era una cosa voluntaria, tú ibas con ganas a hacerlo. El Che me enseñó una forma de ser, una forma de actuar, una forma de pensar, una forma de plantear las cosas, con firmeza. Una ética. Una ética de la vida, una ética de la revolución

- ¿El Che le hacía algún comentario de sus fotos?
- No, a él le gustaba la fotografía, pero no le gustaba que lo retrataran. A veces te hablaba de qué cámara tú estabas usando o qué película estabas usando o qué revelador usaste, porque él sabía que teníamos pocas películas o pocos reveladores, pero no te decía si las fotos estaban buenas o estaban malas. Las fotos salían publicadas en el periódico, tal como salen ahora en las exposiciones, pero nunca me dijo si les gustaba esa foto o no. A veces te preguntaba cómo estabas, cuánto hijos tenías, da la casualidad que él tiene cuatro hijos y yo también. Más o menos los hijos nuestros y los de él están un poco parejos en edad.

Trayectoria. La fotografía épica de la Revolución Cubana, que se enmarca en la década del 60, tiene a Noval como a uno de sus máximos exponentes. Además de los muchos libros colectivos, Liborio publicó otros personales entre los que se destacan A pesar de… (con imágenes de su paso por la guerra de Vietnam) e Instantáneas (sobre Fidel), integrado por fotos publicadas tanto en Revolución como en Granma, periódico en el que trabajó desde 1965 hasta 2002, cuando se jubiló. Allí también incluyó imágenes que eran inéditas. Junto a ellos, acumula una larga lista de premios tanto en su país como en el exterior, además de haber fotografiado a personajes de la historia como Nelson Mandela y Omar Torrijos.

- Ha seguido a Fidel Castro en distintas giras, ¿cómo era la relación con él durante los viajes?
- Todas las noches a nosotros nos decían qué iba a ocurrir al día siguiente y Fidel también se reunía con nosotros. No todos los días, pero lo hacía, y al final daba una conferencia de prensa para los medios cubanos, de lo que había pasado y demás. La primera pregunta era de él y siempre consultaba acerca de si estábamos bien alojados, comiendo bien, si nos atendíamos bien. O sea, cómo nos sentíamos en el trabajo. Siempre ha sido así, lo mismo en el interior que en el exterior del país. También cuando tú llevas muchos años trabajando con él se crea una relación de fotógrafo a dirigente aunque no haya una relación de amistad. Él sabe quién tú eres, te puede preguntar cómo estás, si necesitas algo. Hay una relación, te saluda, conversa dos minutos contigo.

- ¿Con Fidel las mejores fotos las sacó en los 60?
- Estuve casi 44 años sacándole. Lo hizo al principio, en los 70 o en los 80. Siempre hay un aliciente con retratar a Fidel. Me acuerdo que las veces que salíamos al extranjero todos los fotógrafos estaban locos por retratarlo, algo que a mí en ese momento no me interesaba. Yo lo único que hacía era tirarle fotos al enorme grupo de fotógrafos que lo rodeaba mientras le hacían entrevistas. Todos querían tener un gesto del rostro de Fidel. Y en aquel momento, fuera de mi país, a mí no me preocupaba, yo lo tenía en Cuba. Entonces, era el grupo grande rodeándolo a Fidel, haciéndole fotos, haciéndole preguntas. Esas eran las fotos que yo mandaba al periódico: Fidel asediado por los periodistas. Porque era una noticia también

- ¿Se aprende a retratar a una persona después de tantos años?
- Yo por lo menos sí. A Fidel a través del lente lo conozco bastante bien. A través del lente de una cámara. Tú ves que él entra, que está cansado, te enteras que se acostó a las cinco de la mañana, que durmió tres horas, que estuvo trabajando y a las nueve está ahí, empezando. Y a medida que pasa el día, que tú estás trabajando, ves que Fidel va renaciendo como si fuera una lechuguita y cuando le cae el relente por la noche, revive. Y a las cinco de la tarde el que esta hecho leña, como decimos los cubanos, eres tú. Estás cansado, agotado, parado detrás de una cámara, tirando fotos, y entonces eso dura hasta las doce de la noche. Él empieza a hablar a las seis de la tarde, de pie detrás de un micrófono. Toma agua, conversa, educa, y tú te preguntas: “¿Cuándo termina todo esto?” Pero Fidel sigue hacia otro lugar a trabajar y tú te tienes que ir al periódico, te tienes que habituar a dormir tres horas tú también.

- ¿Cuál es su foto preferida?
- Son diferentes. La foto de la boina en el Cacahual, la de la tapa del libro, la foto votando donde nada más que se ven las botas, no se ve a Fidel. Hablando con personas, hablando con niños. Todas son diferentes. Tengo montones de caras de Fidel.

- ¿Y cuál es la preferida de él?
- Sé que del libro le gustaron todas las fotos porque me lo dijo. Sé que le gusta la de la boina, la de la portada del libro, que la tengo dedicada por él en mi casa. Una vez, en el 2000, estábamos Korda, Corrales, Roberto Salas y yo contando anécdotas junto a él. Y estuvimos una hora y medio charlando de fotografía solamente. Y Fidel dijo una cosa muy bonita en ese momento: que sin el trabajo nuestro, la revolución no existiría. Lo repitió dos veces. Como diciendo que sin las fotos nuestras, nadie hubiera sabido qué hizo la revolución. Le conté algunas anécdotas del libro. Incluso la anécdota de que la portada del libro es Fidel con un tabaco, hecha en el 77. Fidel dejó de fumar en el 78 o 79…

- Debe ser una de las últimas fotos de él fumando…
- Posiblemente. Y yo estaba preocupado porque él había hablado en Ginebra diciendo que le habían dado una medalla por haber dejado de fumar en el año 98, yo lo estaba oyendo, haciéndole fotos y hablando conmigo mismo, diciendo: “Se me jodió la portada del libro”. Porque el libro estaba en proceso en la editorial. Y llegué a La Habana y lo dije: que Fidel habló en contra de los que fuman, que deschavó la portada del libro. Pero me dijeron que no, que la portada del libro es esa. Y le hice el cuento a Fidel…

- ¿Y qué dijo?
- “¿Y qué? Si yo fumaba. Aparte, me gustan todas las fotos del libro”. Lo tengo grabado. Pero lo tengo en la mente. Porque esa es una medallita que te ponen en el corazón y yo tengo muchas medallitas en el corazón. O sea, yo puedo tener muchos reconocimientos en mi vida, tengo medallas, pero tú vas a mi casa y no vas a ver nada de eso porque lo tengo guardado.

Vuelve a prender su tabaco y repite que aún es joven, que se ríe cuando lee las noticias sobre Cuba en el exterior, y que ya no extraña al diario. “Me retiré porque quería hacer otras cosas”, cuenta y adelanta que sorprenderá con una exposición que presentará cuando cumpla 75 años. Con Fidel, es trabajo cumplido: “Si se me da la oportunidad, lo vuelvo a retratar pero creo que ya hice lo que tenía que hacer”.