Dar de leer a un grupo de adolescentes es todo un desafío para un docente de educación media. Por un lado, están los requerimientos de los Diseños Curriculares, que proponen una variedad de textos literarios que conforman lo que habitualmente se conoce como canon escolar. Este canon establece lo que se supone deben conocer los jóvenes sobre la literatura universal, regional y nacional, aquello que dará un panorama que les permita reconocer y degustar la literatura que ha trascendido a lo largo del tiempo. Aparecen obras y autores clásicos como Romeo y Julieta, el Quijote, Edipo Rey, la Ilíada y la Odisea y autores como Borges, Cortázar, García Márquez, Arthur Conan Doyle, Ray Bradbury, entre muchos otros.
Por otro lado, los docentes se enfrentan a la necesidad de atender a los gustos y opiniones de los jóvenes, de ver sus intereses, de provocarlos con textos que despierten su interés. Algunas veces, en general pocas, el canon escolar coincide con lo que ellos eligen.
Existen en el mercado editorial una serie de colecciones (habitualmente denominadas juveniles) que responden a temáticas que suelen representar los intereses de los chicos. Algunas de estas colecciones se alejan de lo que los docentes llamamos “literatura” porque muchas veces responden a temáticas de moda elaboradas con poco de lo que el texto requiere para ser denominado literario (en este sentido, la literatura juvenil no escapa a las reglas del mercado). Sin embargo, una gran parte de estos libros tiene gran valor literario y hay muchos autores que se destacan en este terreno: Esteban Valentino, Paula Bombara, Andrea Ferrari, Lydia Carreras, Sergio Aguirre, Eduardo Abel Jiménez, por mencionar solo uno de los pocos de los muchos que se pueden nombrar en el ámbito de la literatura juvenil nacional. Diversidad de géneros, desde el cómic y la novela gráfica hasta la ciencia ficción, novelas realistas, el fantasy o los textos policiales son los que suelen deleitar a los lectores juveniles.
No hay fórmulas fijas, hay gustos diversos y lectores variados. Lo que los adultos no deberíamos olvidar es proponerles desafíos y lecturas variadas que los hagan crecer como lectores.
*Prof. y Licenciada en Letras Magíster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil