En su lucha con la realidad, algunos pintores la violan o la cubren de signos, la hacen estallar o la entierran, la desuellan, la adoran o la niegan. Remedios la volatiliza: por su cuerpo ya no circula sangre sino luz. Pinta lentamente las rápidas apariciones. Las apariencias son las sombras de los arquetipos: Remedios no inventa, recuerda. Solo que esas apariencias no se parecen a nada ni a nadie”.
Frases que escribió Octavio Paz en Corriente alterna, su libro de ensayos de 1967. Remedios es Remedios Varo, la pintora nacida en España en 1908 que, como tantos artistas europeos, había encontrado refugio en México. Huían de la Segunda Guerra Mundial y en las tierras aztecas se volvieron a juntar. En particular, tres mujeres que, por diferentes razones y desde distintos lugares, temieron y escaparon de la persecución. Leonora Carrington, Kati Horna y la propia Varo. La primera porque era británica y amante del surrealista Max Ernst, a quien el régimen hitleriano consideraba uno de los representantes del arte degenerado. La húngara Kati Horna porque, además de judía, era la compañera del artista anarquista español José Horna y documentó con sus fotografías la tragedia republicana durante la contienda civil española. Remedios Varo porque era republicana y amante del poeta de izquierda francés Benjamin Péret.
Es verdad que Péret amaba profundamente a Remedios y todos sus libros están, invariablemente, dedicados a ella. Sin embargo, fue él pero sobre todo el campo cultural de México de aquellos años el que estimuló esa complejidad creativa que fue esta artista. No solo la pintura y la escritura sino la incorporación de elementos de la astrología, la cocina, los inventos, el teatro, los paseos, las lecturas fueron los ingredientes heterogéneos de su arte. Remedios, Leonora y Kati se reunían frecuentemente en una casa porfiriana pintada de rojo, en la calle de Tabasco de la Colonia Roma, en Ciudad de México, y tenían largas conversaciones parecidas a las que podemos ver en uno de sus cuadros. El ambiente se completaba con César Moro, Esteban Francés, Gerardo Lizarraga, José Horna, Chiki Weisz, Ghünter Gerzso, Wolfgang Paalen y Alice Rahon, entre otros, que se reunían para trabajar según conceptos del surrealismo francés que lo mezclaban con elementos mágicos y ancestrales mexicanos.
En 1947, Remedios se separó de Péret, que volvió a París mientras ella se incorporó a una expedición científica francesa a Venezuela. Allí Remedios hizo estudios microscópicos de los mosquitos y realizó grandes dibujos de estos insectos para una campaña de salubridad antipalúdica. También realizó muchos cuadros publicitarios para la casa Bayer y los mandó a México. Los formidables trabajos los firma como Uranga, su apellido materno. Para regresar a México hizo un intento de buscar oro en el río Orinoco pero la empresa no fue muy exitosa. Finalmente, consiguió el dinero y pudo regresar.
En esta pequeña anécdota se combinan dos destrezas preponderantes de ella: el dibujo en todas sus posibilidades y la dimensión aventurera y fantástica de su imaginación. Con Varo asistimos a la paradoja de un caos controlado, de un surrealismo casi científico, de una apropiación mesurada de la desmesura.
Esta característica es evidente en muchos aspectos, además de sus cuadros de gatos, pociones mágicas, torres encantadas y figuras salidas de los cuentos de hadas. En una carta a su hermano le escribe a propósito de Mujer saliendo del psicoanalista (1960), un cuadro que está en Constelaciones, la muestra que se inauguró en el Malba: “Esta señora sale del psicoanalista arrojando a un pozo la cabeza de su padre (como es correcto hacer al salir del psicoanalista). En el cesto lleva otros desperdicios psicológicos: un reloj, símbolo del temor de llegar tarde, etcétera. El doctor se llama Dr. FJA (Freud, Jung, Adler).”
La literalidad como herramienta para el humor funciona a la perfección. Esa indagación del más allá, del inconsciente, del uso de la astrología, de la adivinación, es enfática y escurridiza. Un poco como la imaginamos a ella.
Se nota que para Octavio Paz, Varo era un enigma, un desafío. Escribir sobre ella, por ejemplo, es menos un ejercicio intelectual que una actividad poética.
“Apariciones y desapariciones de Remedios Varo”, le puso como título al artículo que le dedica a su obra. Allí es notable la preponderancia del poeta menos que del intelectual que pensó los procesos políticos y artísticos mexicanos. Esa veta es la que le gana para dibujar los pequeños textos que intentan aprehender la idea de Remedios sobre el arte. Que todo el tiempo se escurre en sus telas y se proyecta en una imaginación desorbitada, perfecto caos de colores y formas, que Paz intenta describir. Y como falla, recomienza la tarea en un pequeño nuevo texto, como un haiku, como un aforismo y dice: “El arte de la levitación: pérdida de la gravedad, pérdida de la seriedad. Remedios ríe, pero su risa resuena en otro mundo”. Allí será, entonces, donde debemos buscarla.
Constelaciones
Remedios Varo
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires
Av. Figueroa Alcorta 3415
Hasta el 15 de junio de 2020