Cada encuentro de té renueva una coreografía de "movimientos armoniosos y delicados", cuya coordinación está minuciosamente pautada por la tradición que respalda esta práctica.
La suavidad es constitutiva de "la gestualidad que requiere el Chadō, el camino del té, que en Occidente se conoce como ceremonia del té", explica a PERFIL Malena Higashi, quien preside actualmente la Escuela Urasenke Argentina.
Malena es practicante de Chadō (ceremonia del té japonesa) y su sólida formación estuvo a cargo de Arimidzu Sensei, su abuela, en la sede de Urasenke Argentina.
En 2017 obtuvo una beca para completar su maestría en Urasenke Kioto (Japón) y desde entonces se dedica a difundir el Chadō a través de las actividades de la Escuela, encuentros de té, talleres y artículos periodísticos.
A pocos meses de publicar en la editorial Fiordo su primer libro (“El viento entre los pinos: un ensayo acerca de la ceremonia del té”), Malena accedió a un diálogo con PERFIL para revelar las sutilezas que se esconden detrás de la antiquísima práctica del Chadō.
Existen 2 vocablos en Japón para designar aquello que en Occidente se conoce como "ceremonia del té": Chadō, que en japonés significa “el Camino del té”, y Chanoyu, que se traduce como “agua caliente para el té”.
La práctica terminó de sistematizarse hacia el siglo XVI, gracias al esteta y maestro Sen no Rikyu (1522-1591).
El encuentro de té "está cargado de simbolismo, de estética y de filosofía, y así se vuelve grande", explica Higashi.
Los cuatro principios que rigen el Chadō son: la armonía entre las personas y la naturaleza, el respeto, la pureza y la tranquilidad de la mente. Al interiorizarse en la disciplina, el practicante desarrolla una sensibilidad que le permite captar la belleza de las personas y los objetos.
También se busca "apreciar algún aspecto de la naturaleza, especialmente de cada estación, y llevarlo a la sala de té", comenta Malena.
Monjes y samuráis, catadores de té
La planta del té se introdujo en Japón desde China hacia siglo VIII, por intermedio de los monjes budistas Dengyo Daishi (Saicho) y Kobo Daishi (Kukai), quienes fundaron en Japón las sectas Tendai y Shingon.
Sin embargo, el cultivo de la planta no progresó hasta el siglo XIII, cuando el Shogun Sanetomo desarrolló interés por ella. En esta época llegó desde China un juego completo de utensilios para preparar la infusión del té, cuyos objetos pasaron a ser propiedad del Shogun Ashikaga Takauji.
Desde entonces, la región de Uji, cercana a Kyoto, se convirtió en un campo lleno de plantaciones de té. Pero la práctica de beber la infusión era casi exclusiva de los monjes Zen, que adoptaron el té como método de alivio para el sueño mientras meditaban.
Gradualmente la práctica se extendió hacia nuevos dominios, hasta formar parte de la rutina diaria de los guerreros (samuráis), quienes conformaban la clase predominante de Japón. Aquí se produjo el punto de inflexión en la historia del té japonés, ya que se diseñaron reglas específicas para tomar el té, que los participantes debían respetar.
El monje budista Murata Shuko (1423-1502) estableció entonces los fundamentos de la "Ceremonia del té", pero el aporte más sustancial provino de Sen-no-Rikyu (1521-1591), quien perfeccionó las reglas de la ceremonia a tal punto que sus detalles mínimos se mantienen hasta la actualidad.
Los samuráis intercalaban las vicisitudes de la guerra con instantes de alivio y reposo en los salones de té, atraídos por una práctica que proporcionaba el sosiego necesario para templar su espíritu.
En efecto, la tradición describe cómo el guerrero Hideyoshi, contemporáneo de Rikyu, era un practicante habitual de Chadō, aún en el contexto de la guerra.
Se cuenta que los generales y soldados que respondían a sus órdenes, cuando salían para el campo de batalla, llevaban consigo las tazas de té (chawan) y los demás utensilios necesarios para la preparación.
"El invitado se acercará silenciosamente al santuario y si es samurái, dejará su sable en el estante que lo aguarda bajo las vigas, ya que la sala del té es por encima de todo el arca de la alianza y la casa de la paz", detalla Okakura Kakuzo en El libro del té.
Más aún, los jefes militares que se volvían dignos de alguna recompensa solían recibir como premio una taza de cerámica. Misteriosamente, la práctica del Chadō se había introducido en el corazón de los samuráis.
Té matcha y dulces
El té matcha utilizado en la ceremonia japonesa del té proviene de la misma planta que el té verde en hebras (camellia sinensis) pero su proceso de elaboración es distinto y se lo muele hasta lograr la consistencia característica del polvo. Se mezcla únicamente con agua caliente y admite dos tipos de preparación según la presidenta de la Escuela Urasenke Argentina: koicha (té espeso) y usucha (té liviano con espuma).
La preparación se revuelve siempre con un batidor de bambú llamado chasen.
El usucha se ofrece con unas masitas dulces de azúcar prensado llamadas higashi, mientras que el té espeso (koicha) se acompaña con wagashi, otro tipo de dulces que comúnmente se elaboran a base de anko (dulce de porotos aduki) o de anko blanco (a base de porotos pallar).
El wagashi, recuerda Malena, "es todo un arte": puede adoptar la forma de flores estacionales o elementos de la naturaleza. La variedad de texturas y sabores es inmensa. Se sirve un dulce por invitado y debe ser consumido antes de beber el té y nunca en simultáneo.
Todo chaji (encuentro formal de té) incluye asimismo una comida llamada kaiseki. Se sirve en etapas, "empezando por una bandeja con arroz, pescado crudo y una sopa miso". Si bien la comida se acompaña con sake, la parte fundamental del encuentro es el momento de beber el té.
Utensilios
Los procedimientos para preparar el té varían "de acuerdo a los utensilios, a la época del año, o la ocasión que se celebra", especifica Higashi. El kit básico para un procedimiento simple exige al menos los siguientes elementos:
Chawan: taza de cerámica sin asa;
chasen: batidor de bambú;
chashaku: cucharilla de bambú;
furo y kama: son el brasero para colocar el carbón y la olla con agua caliente;
hishaku: cucharón de bambú con el cual se sirve el agua;
y un mizusashi, es decir, un recipiente con agua fría.
Meditación en movimiento
El estudio y la práctica del Chadō se definen como un “do”, un camino. En las reuniones de té cada detalle es cuidadosamente atendido por el anfitrión o anfitriona, para que los invitados se sientan cómodos y desarrollen una conexión profunda con la práctica. "Se dice que cada encuentro es único e irrepetible (ichi go ichi e) y es por eso que una ceremonia del té es también una invitación a estar en tiempo presente con la mente vacía para entregarse de lleno a ese momento", advierte Malena.
El silencio, la tranquilidad y la sutileza de cada gesto componen la atmósfera adecuada para esta práctica de meditación en movimiento. Otros elementos que refuerzan la naturaleza meditativa del encuentro son, según Malena Higashi, "el incienso que se coloca en la ceremonia del carbón, los movimientos que involucran el procedimiento para preparar el té, la suavidad de la seda del kimono y la capacidad para poder disfrutar de las sutilezas que trae cada estación".
Las Casas de Té
Los salones de té reproducen el aspecto de una cabaña rústica ya que responden a un concepto japonés llamado Wabi, que suele traducirse como rústico, "pero tiene que ver también con lo austero, la frugalidad, la simplicidad y la humildad", precisa Higashi.
La sencillez extrema y la conexión con la naturaleza se manifiestan en la utilización de maderas y juncos como materiales predominantes de construcción. También se busca la eliminación de todo lo "no esencial", con el propósito de impregnar la mente del practicante con un estado de serenidad interior.
Alrededor de estos salones se extiende un pequeño jardín, llamado Roji, precedido por un camino de piedras que conduce a la entrada de la Casa del té. Una de las singularidades de la arquitectura japonesa consiste en edificar estructuras o ambientes que "se confundan" con la naturaleza.
En toda Casa del té se destaca el tokonoma, es decir, el espacio de honor de la sala, donde suele colocarse una caligrafía y, eventualmente, algún arreglo floral simple (chabana), tendiente a brindar una referencia estacional.
Primera ceremonia del té en Argentina
El 22 de octubre de 1954 tuvo lugar la primera ceremonia del té en Argentina, de la mano de Sen Genshitsu XV, quien posteriormente se convertiría en el décimo quinto Gran Maestro de la Escuela Urasenke.
El encuentro se realizó sobre la avenida Luis María Campos, en la residencia de Kenkichi Yokohama, un inmigrante japonés que se había dedicado al comercio de antigüedades traídas de Oriente.
El Gran Maestro vestía un kimono oscuro con el símbolo de su linaje: un escudo familiar que tiene la fisonomía de un trompo. Años más tarde, luego de un brillante desempeño al frente de la tradición Urasenke, Sen Genshitsu XV decidió ceder el cargo a su hijo.
El ensayo que publicará Malena Higashi
En los próximos meses la editorial Fiordo publicará un material que narra la experiencia del té en primera persona: “El viento entre los pinos: un ensayo acerca de la ceremonia del té”, por Malena Higashi.
"La idea de este libro es contar de qué se trata la ceremonia del té a través de la experiencia directa: el viaje que me llevó a estudiar a Urasenke en Japón, el vínculo con mi abuela Emiko (maestra de ceremonia del té que falleció el año pasado), mi práctica y la de mis compañeros", anticipó la maestra acerca de la temática central de su ensayo.
"Sen no Rikyu dijo que el Camino del té se trata simplemente de hervir el agua, hacer el té, y beberlo. Esa aparente simpleza esconde una complejidad enorme que con la práctica constante se vuelve posible", explicó la experta en Chadō.
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