El asesinato del afroamericano George Floyd a manos de la policía de Minneapolis (Estado de Minnesota), produjo un estado de revuelta en Estados Unidos. La protesta se reprodujo en el Reino Unido, donde la población negra manifestó solidaria. Las estatuas de colonizadores y políticos enriquecidos con el tráfico de esclavos sufrieron represalias de todo tipo, alguna terminó en el fondo de un río; otra, como la de Cristóbal Colón e Isabel la Católica en Sacramento, California, se retirará por considerarla ofensiva para los pueblos originarios. De hecho, el jueves pasado Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, ordenó que se retiraran del Capitolio los cuadros enmarcados en oro de sus antecesores vinculados con la Confederación en el período 1839-1895: Robert Hunter, Howell Cobb, James Orr y Charles Crisp. ¿El retiro de estos símbolos mejora la condición de las personas víctimas de racismo?
Hoy culmina la semana para la compra de libros de autores negros, iniciativa apoyada, entre otros, por la presentadora de televisión Oprah Winfrey, quien pidió a sus seguidores que compren libros de autores negros “para levantar la voz”. #BlackoutBestsellerList, así se titula, es una respuesta a la lista de best sellers del New York Times a la que adjudican ocuparse de libros respecto a la cuestión racial y no dar lugar a escritores negros. El mercado editorial norteamericano consta de 1% de editores negros, mientras que los autores se sienten discriminados al momento de presentar un original para la publicación.
Ya en 2016, un análisis sobre las publicaciones de ciencia ficción realizada por la revista Fireside Fiction establece que solo 38 de los 2039 relatos publicados en 63 revistas, durante el año anterior, pertenecían a escritores negros. Con varios ensayos al respecto, en el informe se destaca el comentario del escritor Troy L. Wiggins: “La verdad es que tengo más oportunidades de ser condenado injustamente por un crimen que vender una historia corta de ficción a una revista”.
El 3 de junio, la Poetry Foundation (Chicago) –que cuenta con un presupuesto anual de US$ 250 millones– emitió un breve comunicado expresando “solidaridad con la comunidad negra” y declarando fe en “la fuerza y el poder de la poesía para elevarnos en tiempos de desesperación”. La respuesta fue una carta abierta firmada por más de 1.800 poetas e intelectuales, donde los acusan de fracasar en el apoyo a poetas de las comunidades marginadas, y les exigen que “redistribuyan más sus enormes recursos” para la justicia social y el antirracismo. Una semana después, dos miembros del comité directivo renunciaron. El Círculo Nacional de Críticos del Libro, con más de 800 asociados, también sufrió un cisma: renunciaron la presidenta y 5 miembros del consejo al trascender la discusión sobre el comunicado por la violencia racial que dejó al descubierto más racismo de sus miembros blancos.
De todas formas, la venta de literatura de autores negros y temática racial aumentó en todas las librerías norteamericanas. Y el fenómeno también se refleja del otro lado del Atlántico: la periodista Reni Eddo-Lodge, 31 años, es el primer autor británico negro en alcanzar el número 1 del ranking de ventas en Reino Unido con su libro Por qué ya no estoy hablando con la gente blanca sobre la raza.