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Hoy Mare tiene 40 años, un leve alcoholismo (siempre está con una copa en la mano), separada, criando al nieto y con el hijo muerto, suicidado.

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Series. | Marta toledo

Soy muy fan de las series online al punto que las películas me aburren enseguida, las abandono a los quince minutos. No le tengo paciencia a una película (tampoco a un libro que “tarda en empezar”) pero puedo pasarme cinco horas seguidas y a veces más maratoneando series. Policiales, casi exclusivamente. No me llama la atención la intriga del caso a resolver, sino el misterio que encierran los personajes, cómo el drama del asesinato de una persona impacta en sus allegados, en su hogar, en su pueblo. 

Hacía bastante que no encontraba nada bueno, aunque igual veo las series malas también (no me da vergüenza decir que soy adicta a ese culebrón facho y moralista que es La ley y el orden UVE, tengo una taza y todo; todavía añoro los domingos de televisión, sofá y a Benson y a Stabler, esa tensión erótica de boys scouts que había entre ellos. Dejé de verla cuando dejé de tener cable). No estaba encontrando nada nuevo hasta que un amigo me mandó un WhatsApp: Mare of Easttown. Eso nomás.

Mare, interpretada por Kate Winslet, es una detective del pueblito de Easttown, Pennsylvania. Hay una chica desaparecida, la hija de una compañera de secundaria de la protagonista, y otra que aparece asesinada. Todos se conocen en Easttown y todos conocen a Mare. La conocen porque nació y creció allí, porque su padre era detective también y porque Mare, en su adolescencia, le dio al pueblo una alegría que sigue recordándose 25 años después: convirtió el doble que le hizo ganar un campeonato al equipo de básquet local. 

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Hoy Mare tiene 40 años, un leve alcoholismo (siempre está con una copa en la mano), separada, criando al nieto y con el hijo muerto, suicidado. Por supuesto, Mare no es la única desgraciada de la historia: el pueblo todo, la filmación en colores apagados, esa especie de otoño-invierno permanente, los pocos momentos festivos que siempre son interrumpidos por el dolor rabioso de Mare. La endogamia de un sitio pequeño en el que hasta se comparte la disposición a la desgracia. 

Al mismo tiempo empecé a ver otra joya: The Accident. ¡Cómo me gustan las series inglesas! Y veo cualquiera que tenga a Sarah Lancashire, que en Happy Valley interpretaba a Catherine Cawood, policía quebrada, una  precursora de Mare, en ese pueblo que lo único feliz que tenía era el nombre. Ahora que recuerdo, Catherine también tenía una hija que se había suicidado. Pero en The Accident, Polly Bevan es una estilista del sur de Gales, tiene una hija adolescente y un marido que es concejal del municipio. Polly es una mujer alegre, una señora con el cuerpo redondeado por los años y el pelo impecable. 

La serie comienza en un día festivo; mientras los adultos se entretienen en las calles, un grupo de adolescentes encabezado por la hija de Polly se mete en una fábrica en construcción, el gran proyecto que sacará al pueblo adelante, hay una explosión, un derrumbe y ocho chicos y un adulto muertos. A partir de allí las acusaciones, la repartija de responsabilidades y una serie de actos corruptos salen a la luz. Pero también lo que pasa puertas adentro: la alegre Polly, a quien su marido golpea desde que eran novios, al que después de recibir una golpiza silenciosa ella consuela mientras él llora y promete no volver a hacerlo. Ambas series comparten ese tono grisáceo de las imágenes como si siempre estuviera a punto de llover; esa amargura metida bajo la alfombra; ese infierno sordo de las vidas pueblerinas.