CULTURA
biblioteca urgente

Feminismo para armar

Entre la catarata de títulos, una hoja de ruta con los libros que tenés que leer para conocer más a fondo un fenómeno imparable y revolucionario de nuestro tiempo.

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Fenómeno Editorial. Marea Verde. | pablo temes

La pandemia no detuvo la marea feminista en editoriales, librerías y ferias del libro virtuales. Hace tiempo el feminismo dejó de ser una rama de los estudios culturales que interesaba a una elite de investigadoras para convertirse en un movimiento que interroga a la sociedad y formula sus propias tesis sobre el modo de lograr un mundo más igualitario. Los libros, además de acompañarlo, motorizan ese anhelo de transformación. No sorprende que en las listas de títulos más vendidos en el país figuren ensayos de autoras como Luciana Peker, María Florencia Freijo y Rita Segato, ni que los debates de los feminismos encuentren eco en la escritura literaria. Ficciones de escritoras con proyectos estéticos tan disímiles como Elsa Drucaroff y Ana Ojeda, Marina Yuszczuk y Claudia Piñeiro fueron escritas al calor de esos debates. 

“Si hubo un cambio, diría que tuvo que ver con el afianzamiento de estas temáticas en el mundo editorial, con especial foco en lo que tiene que ver con lo sexo-afectivo, senda que en Paidós abrió Tamara Tenenbaum con El fin del amor y que por estos días seguimos pensando con Y sin embargo, el amor, de Alexandra Kohan –dice Ana Ojeda, escritora y editora–. Hay mucho interés por el revisionismo feminista del statu quo, como lo demuestra el éxito de (Mal)Educadas, de Flor Freijo, que reflexiona críticamente sobre la educación que se nos destina a las mujeres, tema que, por otro lado, ya interesaba a la Virginia Woolf de Tres guineas”. En el mundo editorial, el feminismo se propaga en ondas sísmicas y responde a demandas múltiples. “Estos temas y enfoques tienen hoy un público sólido, curioso y muchas veces autoeducado que va por delante de lo que podemos hacer les editores desde nuestros lugares porque se mueve muy rápido, en base a la propia curiosidad y deseo –señala Ojeda, autora de la novela Vikinga bonsái (Eterna Cadencia)–. Cada día descubro nuevas editoriales artesanales que difunden textos de bell hooks, Shulamit Firestone, Audre Lorde, Angela Davis que todavía no aparecen en ediciones comerciales”. En el año de la pandemia, que no hizo sino agravar la crisis del sector editorial, nacieron sellos feministas, como Las Furias, que debutó con Retrato de Dora, un texto clave de la filósofa y escritora argelino-francesa Hélène Cixous. Para Ojeda, la novedad radica en la concientización de los editores de que existe un público que reclama materiales de autoras extranjeras y locales. Consultada sobre el modo en que la teoría feminista influye en la ficción, Ojeda no tiene dudas. “Es inevitable, en tanto la escritura proviene de un ser anclado en un tiempo histórico atravesado por disputas que, en nuestro caso, incluyen las luchas feministas. Se escribe a favor y en contra de las consignas e ideas, lo que no creo que suceda es la indiferencia”. 

Una de las editoras del sello Hekht, Marilina Winik, coincide con Ojeda. “Siempre los activismos marcan la agenda y desplazan sus coordenadas a la cultura –indica–. En la Argentina están vigentes las diversas luchas que dan los feminismos (legalización del aborto, ESI, uso del lenguaje, violencias de género) y, lógicamente, hay un interés por parte de la maquinaria editorial transnacional, pero también por parte de las editoriales independientes, que ven cómo funciona el mercado si publican temáticas feministas”. Pese a esta lógica del mercado, que no es exclusiva del campo editorial, son los públicos los que buscan y encuentran. En lo que queda de 2020, Hekht dará a conocer Orgasmo, de la canadiense Sarah Bamark, y el clásico El cuerpo lesbiano, de la francesa Monique Wittig. A inicios de año, lanzaron Belleza fatal, el tercer libro de la pensadora suiza Mona Chollet publicado por esta editorial. Milena Caserola, otro sello precursor en la publicación de textos feministas en el país, acaba de lanzar Del aborto y otras interrupciones. Mujeres, psicoanálisis, política, donde la pionera Martha I. Rosenberg recorre más de cuarenta años de trayectoria intelectual en el campo del psicoanálisis, la política y las luchas feministas.

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Marina Yuszczuk es escritora y editora del sello Rosa Iceberg. “Está a la vista cómo transformó el feminismo el mercado editorial –afirma–. Si uno ve las mesas de novedades de las librerías, los títulos de autoras ocupan un lugar, tanto en cantidad como en visibilidad, que nunca tuvieron en la historia. Se está creando un público quizá no nuevo pero sí diferenciado, y ahí me parece que hay un impulso para aprovechar”. No obstante, la autora de La sed (Blatt&Ríos) advierte sobre algunos riesgos. “Un horizonte que me interesa cuidar es el de la demagogia: eso de escribir o publicar textos para el aplauso de este nuevo público no me parece que sea interesante, y en ese sentido jamás elijo publicar libros por sus temas ni porque dialoguen con la agenda feminista: tiene que haber un estilo, una voz que me parezca valiosa –sostiene–. Como autora me sucede algo parecido; cuando escribía La sed, no me interesó hacer de la protagonista una heroína feminista y creo que es irreductible a ese discurso. La ejemplaridad, para mí, es el enemigo”. Yuszczuk destaca que gracias a la apertura generada por el feminismo circulan voces e historias que estaban “relegadas por un paradigma que dejaba ciertas zonas de la experiencia prácticamente afuera de la literatura”. Este mes, Rosa Iceberg lanzará el segundo libro de Cecilia Fanti, A esta hora de la noche, un conjunto de relatos que giran en torno a la maternidad en tiempo presente.

Otro joven sello a cargo de mujeres es Concreto Editorial, que ya publicó una novela de Malén Denis, y libros de cuentos de Tali Goldman y Nadine Lifschitz. Larga distancia, de Goldman, reúne cuentos de humor protagonizados por un elenco de heroínas judías más porteñas que el colectivo. “No me gusta pensar en la categoría de ‘literatura feminista’ –revela la autora–. Me parece que hay literatura y punto. Todxs escribimos desde lo que somos, desde nuestra identidad, desde nuestras historias. Y sí, me considero feminista, y entonces eso seguramente se vea reflejado en los textos, pero evito bajar línea. Por eso creo que de algún modo son políticamente incorrectos o que incomodan al lector. Hablo de temas ‘tabúes’ y la única manera de abordarlos es a través del humor y la ironía. La buena literatura incomoda”.

Historias feministas de la historia y la literatura.

Dos grandes proyectos editoriales vinculados con el feminismo se centraron en la historia. Por un lado, los tres tomos de La historia argentina contada por mujeres (Ediciones B), de Gabriela Margall y Gilda Manso, restituyeron el lugar y la perspectiva de las mujeres desde la conquista española hasta inicios del siglo XX. Ambas autoras contaron que cuanto más se remontaban al pasado en busca de textos escritos por mujeres, más difícil era encontrarlos. “No lo veo como una censura –dijo Manso en ocasión del lanzamiento del primer tomo–, sino como algo peor que eso: lo que tuvieran que decir las mujeres directamente no tenía importancia”. Margall indica que La historia argentina contada por mujeres nació por la necesidad de acercar saberes del mundo académico a un público más amplio. “La idea era poner a disposición de lectores no especializados en historia las voces de mujeres que las historiadoras habían rescatado y compilado desde los años 80 en adelante –destaca–. La influencia del feminismo en esta colección fue directa porque fueron las historiadoras feministas las que iniciaron los estudios sobre mujeres y encontraron sus voces cuando se las creía inexistentes”.

El mes pasado, el sello Eduvim lanzó la primera entrega de Historia feminista de la literatura argentina, colección dirigida por Nora Domínguez, Laura Arnés y María José Punte. El volumen V, En la intemperie: poéticas de la fragilidad y la revuelta, fue coordinado por Arnés, Punte y Lucía de Leone. El proyecto, que surgió por iniciativa de integrantes del Instituto de Investigaciones de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires, se propone sistematizar una historia crítica feminista de la literatura argentina a lo largo de seis tomos. Cabe destacar que la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA tiene en marcha un proyecto para 2021-2022: crear una materia optativa centrada en la relación de los estudios de género y feministas con la literatura. La cátedra Teoría y Estudios Literarios Feministas tendría como titular a la investigadora Laura Arnés.

“Desde hace varios años contamos con muchos libros de escritoras que se publican tanto en editoriales independientes y pequeñas como en las grandes casas editoras –señala Lucía de Leone–. Ellas son las que han sido premiadas también en estos últimos tiempos. Esto no significa que se trate simplemente de un fenómeno de moda o de mercado, como a veces se suele escuchar, o que obedece a un proceso de construcción de un nuevo nicho editorial. Por lo menos no significa solo eso y si así fuera habría que atender a los desacomodamientos que produce en los modos de entender y dar valor a los hechos artísticos”. A esta movida debe sumarse la aparición de ensayos que desarrollan varias de las cuestiones que preocupan a los feminismos latinoamericanos: aborto, violencia machista, discriminación. “Desde hace cinco años contamos en la academia con continuadoras de las primeras críticas feministas que se dedicaron a enseñar la literatura y la cultura desde el género a partir de los años 90, como Nora Domínguez, Ana Amado, Cristina Iglesia, Elsa Drucaroff, Delfina Muschietti y Silvia Delfino, por nombrar a las representantes más destacadas de la UBA –agrega De Leone–. En esta línea, un grupo de investigadoras, docentes y militantes hemos venido trabajando en una historia feminista de la literatura argentina que desmonte modos heterocispatriarcales de leer la tradición, revisando sus ordenamientos y genealogías”. En el primer tomo de la colección, que reflexiona sobre la vulnerabilidad de las subjetividades ante el avance del orden neoliberal en la Argentina, colaboran María Moreno, María Sonia Cristoff, Gabriel Giorgi y Francine Masiello, entre otres. 

Una de las autoras que participan del proyecto es la escritora Paula Jiménez España, que investigó la relación de los ciclos de lecturas poéticas con el feminismo a partir de la posdictadura. “Tuve la posibilidad de tomar contacto con un entrecruzamiento fundamental, aunque no reconocido ni suficientemente formalizado –cuenta la autora de El corazón de los otros–.Hace falta seguir reconstruyendo la historia de este cruce, que por años se desarrolló en lo invisible, generando esa fuerza que hoy vemos manifestarse masivamente. ¡Tan naturalizado parecía en las décadas anteriores evitar cuestionar el patriarcado, tanto como que en los suplementos culturales o en las antologías no fuera incluida ninguna voz más allá de la del varón cis!”. La escritura feminista, “denunciante y disidente”, comenzó a revelarse en los márgenes gracias a la acción conjunta de poetas, editores de pequeños sellos y gestores culturales. “Los que empezaron a organizarse con el advenimiento democrático tuvieron en muchos casos como protagonistas a las mujeres cis y en particular a las feministas –dice–. Dos ejemplos bastan: Diana Bellessi, impulsando desde las sombras el espacio de poesía de Las Lunas y las Otras, la casa feminista que abrió sus puertas en los años 90; y una lectura de esos años en el teatro Margarita Xirgu con conducción de Liliana Daunes y Fernando Noy y que reunió a algunas voces que hoy son fundamentales: Mirta Rosenberg, Irene Gruss, Alicia Genovese y Paulina Vinderman, entre otras”. Para Jiménez España, la poesía ha mantenido con el feminismo un vínculo de reciprocidad y retroalimentación.

En Biblioteca feminista. Vidas, luchas y obras desde 1789 hasta hoy (Planeta), Florencia Abbate plantea una revisión del ideario feminista. “Es muy importante hacer memoria y recordar que el pensamiento feminista tiene toda una tradición de más de doscientos años –remarca la escritora e investigadora–. Muchas de las cosas que hoy se dicen y debaten ya fueron dichas y debatidas en otros contextos. Y en el pasado sin duda podemos encontrar claves para entender, enfrentar y resolver los desafíos del presente. Hoy en día los feminismos se alimentan en gran medida de la fuerza de las nuevas generaciones; por eso me pareció que valía la pena hacer un libro que pusiera a circular a algunas de las más importantes autoras, pensadoras y activistas del pasado, y divulgar un conocimiento que circulaba entre un público especializado”. Su ensayo se enfoca en vida y obra de autoras como Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft (en el contexto de la Revolución Francesa), Flora Tristán, Emma Goldman, Clara Zetkin y Alexandra Kollontai (del siglo XIX a las primeras décadas del XX), y Simone de Beauvoir, Kate Millet, Adrienne Rich, Angela Davis, Monique Wittig y Judith Butler. “Hay que recuperar estos legados, valorizar los aportes del activismo feminista y analizar la situación de las mujeres y el colectivo LGBTTI+ en perspectiva histórica –concluye–. Nada de lo que está sucediendo comenzó anteayer ni surgió de la nada. Hubo personas que dedicaron su vida a tratar de producir ciertos cambios que permitieran un mundo menos desigual”. Con esa meta aún por cumplir, autoras, investigadoras y editoras enriquecen el catálogo de las escrituras feministas.

 

Abran cancha

Luciana Peker*

“¿Hola, tenés Putita golosa?” “No, pero te lo puedo reservar”. “Dale, anotame”. “Sí, Andrea, Putita golosa 1”. El papel quedaba con el nombre de la lectora, la reserva y el título del libro Putita golosa, por un feminismo del goce (Galerna). El título está inspirado en una bandera de cancha que le colgó Rosario Central a Newell’s para decirle que lo iban a golear y que, encima, les iba a gustar. La bandera la vi en Twitter (en la cuenta de @endemianado) y fue amor a primera vista. Soy una golosa declarada que –cuando las mujeres callaban sobre lo que comían o se quejaban de los kilos como extraterrestres que invadían su cuerpo sin la mediación del deseo, en una sociedad que te mira peor si entrás a comer una hamburguesa que si vas a un sex shop– decidí hablar de mi pasión por el dulce de leche, a pesar de que los jefes de política me recomendaban que no hablara de eso porque iba a “quedar mal”: me iba a quitar candidatos y seriedad para mis notas de datos duros.

La frase “putita golosa” me parecía una acción poética en el mismo sentido en que el feminismo nos salva como un boomerang lingüístico en donde todo lo que nos denigra toma más fuerza con el empuje del viento y termina siendo liberador. A pesar de que tantos comunicadores dicen que ahora por el feminismo no pueden hablar, en realidad ellos sí pudieron y nosotras tuvimos que agarrar los trapos de su libertad. Los varones siempre pudieron hablar en la televisión (en una larga vereda machista que no tiene grieta ideológica si se trata de denigrar la trayectoria de las periodistas que no nos acomodamos a lo que nos quieren hacer decir) y las barras bravas nunca dejaron de colgar en la cancha los mensajes donde usan la sexualidad femenina como una forma de insulto para decir que las perdedoras son las penetradas. 

El desafío fue llegar con esa tapa a las librerías. Las librerías más tradicionales dieron vuelta el libro, lo escondieron, lo pusieron debajo de la mesa. Pero, de golpe, empezaron a llegar los pedidos, los chistes, las reservas con pudor y las lectoras que no solo querían leer, sino también dejar de ser censuradas por la lengua impropia. Las librerías independientes bancaron la apuesta y una cadena grande (Cúspide) se animó y lo llevó a las vidrieras. Las libreras hicieron una red de recomendaciones que venció los prejuicios y el libro no solo se instaló: salió de los casilleros prefijados para decir lo que no se quiere decir con todas las letras. ¿Autoayuda? ¿Sexualidad? ¿Novela romántica? ¿Ensayo? Ningún género me parece menor y soy, como muchas, una escritora nacida de la desvalorización. Y pasó algo mejor: se armó la sección feminista. Hoy no somos muchas, somos muchísimas. No hay una, sino montones las autoras de la literatura, la academia, la vida, el periodismo, la investigación, el dibujo, la ciencia y el humor que poblamos esa calle librera que nos hemos ganado y que subsiste en pandemia. No lo busquen en otros lugares del mundo porque no lo van a encontrar con el fervor y el espacio que ocupa en la Argentina. ¿Falta? Mucho. Pero ese lugar no nos lo saca nadie.

*Autora de Sexteame, amor y sexo en la era de las mujeres deseantes, La revolución de las hijas (ambos por Paidós).

 

Ciudad feminista
 

El movimiento #MeToo dejó al descubierto la persistencia al día de hoy de lo que el feminismo ha llamado “los mitos de la violación”: un conjunto de prejuicios e ideas falsas que sostienen el acoso y la violencia sexual culpando a las víctimas. Estos mitos son una pieza clave de lo que ahora llamamos “cultura de la violación”. “¿Cómo ibas vestida?” y “¿Por qué no lo denunciaste?” son dos de las preguntas típicas con las que se enfrentan las sobrevivientes. Los mitos de la violación tienen también una geografía, que se inscribe en el mapa mental de seguridad y peligro que cada mujer lleva en su cabeza. “¿Qué hacías en ese barrio? ¿En ese bar? ¿Sola en la calle? ¿Volviendo a casa de noche?” “¿Por qué tomaste ese atajo?”. Nos anticipamos a este tipo de preguntas. Moldean nuestros mapas mentales tanto como cualquier peligro real. Estos mitos sexistas tienen el objetivo de recordarnos lo que se espera de nosotras: que limitemos nuestra libertad para caminar, para trabajar, para divertirnos, para ocupar espacios en la ciudad. El mensaje es claro: la ciudad, en verdad, no es para ustedes.

De Ciudad feminista. La lucha por el espacio en un mundo diseñado por hombres, de Leslie Kern (Edicones Godot)