Cuando un equipo desaira a la historia, alguna huella está dejando. Grande o chica, aún no lo sabemos, pero la huella de este San Lorenzo ya está marcada en el césped del Nuevo Gasómetro. Porque ganarle a River siempre ha sido una misión difícil para el Ciclón, a veces un karma (le lleva 21 encuentros en el historial), pero anoche logró que esa estadística sólo fuera una mancha insignificante para este presente: el equipo de Pablo Guede le ganó bien al de Marcelo Gallardo, obtuvo su sexto triunfo consecutivo y aspira a quedarse con el primer puesto de su grupo, en un duelo mano a mano que mantiene con Godoy Cruz (los mendocinos cuentan con la ventaja de tener mejor diferencia de gol).
Es cierto que este buen momento azulgrana empezó con un episodio traumático, como lo fue haber quedado eliminado de la Copa Libertadores en la fase de grupos. A partir de ahí, el equipo se trazó como objetivo pelear el torneo local para, al menos, clasificar a la próxima Libertadores.
En estas fechas, como si los componentes del equipo terminaran de consustanciarse con la causa, Guede y sus jugadores lograron ganar en juego y solidez. Las dudas se disiparon, y los triunfos trajeron confianza. A Ortigoza se le sumó su viejo socio, Juan Mercier, que le dio mayor sustento en el medio; Blanco y Belluschi se transformaron en un dúo letal por su juego y desequilibrio; y Blandi, quizás por primera vez en su carrera, se afianzó como un delantero completo: con gol, pivoteo y buen pie. Se nutre, además, de un escurridizo Cerutti, que aporta centros y velocidad.
Blandi se fue anoche ovacionado como nunca antes. Ni en Boca ni en San Lorenzo había logrado el consenso total de un estadio. Pero los dos goles que le hizo a su viejo rival convalidaron el aplauso general. Su bautismo en las tribunas.
River pudo cambiar la historia que protagonizó Blandi con un tiro de Nacho Fernández que pegó en el palo luego de una mala salida de Torrico, o con un mano a mano de un lento Lucho González que tapó el arquero. En ese ida y vuelta vertiginoso que regaló sobre todo la primera parte, en esa dinámica que demostró que, a pesar de actualidades opuestas, los dos equipos son de lo mejor del fútbol argentino, San Lorenzo logró dar el golpe de gracia en un momento clave.
A los 38 minutos, cuando el intervalo ya estaba cerca, Blandi terminó una jugada que había empezado Ortigoza y continuado Más. Encima, apenas empezado el segundo tiempo, otro gol de Blandi –tras una exquisita asistencia de Blanco– resolvió la cuestión. Sólo quedó tiempo para la ovación al delantero, y para un descuento de Alario que decoró el resultado.