La azafata del avión privado que Joseph Blatter mandó a la Argentina sabía que no se trataba de un hombre cualquiera. El presidente de la FIFA ponía en marcha el operativo rescate de su amigo y, a la vez, mano derecha. Monitoreado desde Zurich, Grondona ya había blindado su suerte luego del triple affaire: amparos judiciales, ambos revocados; puesta en escena de Daniel Vila, el martes pasado en la antesala de la Asamblea de Representantes; y cámara oculta, esa idea de Carlos Avila.