La suspensión del partido de fútbol que estaba previsto que jugara la Selección argentina con el equipo de Israel, es tanto para nosotros como para la Federación Palestina de Fútbol una decisión tomada por parte de los jugadores argentinos absolutamente acertada.
Está claro que la decisión de jugar ese evento deportivo en Jerusalén tiene un tinte político. Por un lado enmarca a la Selección argentina en la celebraciones por el 70º aniversario de la fundación del estado de Israel y por el otro suma a legitimar la reciente decisión de traspasar la sede de la Embajada norteamericana desde Tel Aviv a esa ciudad, ello en contra de todo lo prescripto por el derecho internacional debido a que rompe el estatus legal al cual está sujeta la ciudad de Jerusalén.
La masiva violación sistemática de derechos de la que es víctima cotidianamente el pueblo palestino generó una importante presión internacional que hizo posible que los jugadores reflexionaran acerca de la importancia de suspender el encuentro, decisión que tuvo que ser acatada por los dirigentes de la AFA.
Estoy convencido de que nada tuvo que ver el posible miedo a una agresión física que algunos medios hegemónicos intentaron plantear como argumento de la valiente decisión de nuestro seleccionado.
Tanto Fernando Romanazzo como yo vivimos en Palestina durante meses en ocasión del rodaje de la película “Yallah Yallah” que acaba de estrenarse en Argentina y que muestra la gran pasión que siente el pueblo palestino por el fútbol. Los jugadores palestinos no están exentos de un sinfín de injustos sometimientos por parte de las autoridades israelíes.
Gaza y Cisjordania no están interconectadas por lo que un jugador de Gaza que quiera entrenar con la Selección de Palestina o en un equipo de Cisjordania, primero debe conseguir el permiso para salir de Gaza que es emitido por Israel, después ir hasta El Cairo para tomar un avión hasta la ciudad de Amman, en Jordania, y desde allí, vía terrestre desandar los casi 50 km hasta la frontera para, finalmente, poder ingresar en territorio palestino. Como si un jugador cordobés para ir a Rosario tenga que ir primero a Chile, tomar un avión a Uruguay y desde allí vía terrestre llegar a Rosario. Esto es apenas alguna de las tantas injusticias que a diario sufren no solo los jugadores sino todo el pueblo palestino. Y ante la elección de Jerusalén como sede del partido, Argentina hubiera sido cómplice de todo esto. Por suerte, primó la cordura.
*Director del documental ¡Yallah! ¡Yallah!