DEPORTES
por que obtuvo la copa

En honor al ADN

Antes de asumir, Holan le propuso a la dirigencia volver a la fuentes del club: construir un equipo corto, agresivo y dinámico. Lo moldeó con el tiempo y lo rubricó con la consagración del miércoles.

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Antes de asumir, Holan le propuso a la dirigencia volver a la fuentes del club: construir un equipo corto, agresivo y dinámico. Lo moldeó con el tiempo y lo rubricó con la consagración del miércoles. | AP

El puño cerrado de Tuzzio, el cabezazo celestial de Pusineri, el avioncito estelar de Rambert. Las corridas endiabladas de Percudani, las paredes indestructibles de Bochini y Bertoni, la plasticidad imposible de Erico. Todas las secuencias gloriosas de Independiente entraron en suspenso el 15 de junio de 2013, cuando el Libertadores de América implosionó en el llanto colectivo por la pérdida de categoría. Después del ascenso sufrido, las nuevas victorias en el clásico y la terminación del estadio, un espíritu pacificador empezó a recorrer las tribunas. Pero mientras los otros grandes se fortalecían, el archivo empezaba a pesar. Los hinchas no querían más efemérides. Querían recuperar la identidad.

El 13 de diciembre de 2017, cuando ganó su decimoséptimo título internacional en el Maracaná, Independiente salió del agujero negro. Volvió a las fuentes. Se salvó a sí mismo. ¿Qué hizo Ariel Holan por Independiente? Puso a la historia a jugar a su favor. Lo que antes trababa, ahora impulsaba. La campaña en la Sudamericana condensó las virtudes que convirtieron al club en referencia mundial. Tuvo todo lo que necesita un campeón –arquero sobrio, centrales mordedores, laterales explosivos, volantes dinámicos, delanteros fríos– pero sobre todo hizo honor al ADN. “Somos los de Independiente, de pierna fuerte y templada”, dice el himno. Una declaración de principios, el complemento vital del paladar negro.

Idolo y faro ético, Gabriel Milito había sentado las bases, aunque su propuesta de pelota al piso y posesión abrumadora no se tradujo en la red. Cuando reabrió la kermesse de técnicos, un candidato intentó vender su proyecto por WhatsApp. Era Ariel Holan, ex entrenador de hockey femenino, analista de videos y DT de experiencia limitada, apenas en Defensa y Justicia. El mensaje decía que iba a la cancha desde los cuatro años. Que el club del que era hincha llevaba 30 años confundido, sin identidad ni modelo de juego. Que soñaba con un equipo corto, agresivo y dinámico, que mezclara el corazón de los 60 con el talento de los 70 y 80. La filtración fue fatídica, el contenido fue profético.

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Cuando los dirigentes compraron, Holan sorprendió con un cuerpo técnico de 12 colaboradores y un despliegue de drones y GPS. Despertó la chicana mediática, el recelo de los referentes aludidos y la desconfianza de los hinchas. Capeó el temporal y armó en tiempo record un equipo atrevido y punzante. Tomó riesgos con futbolistas de inferiores, algunos debutantes absolutos, que le respondieron de entrada. Fabricio Bustos, Alan Franco y Ezequiel Barco fueron pilares. Maximiliano Meza se adueñó del medio. Diego Rodríguez, Juan Sánchez Miño y Martín Benítez se superaron a sí mismos. Emmanuel Gigliotti se redimió del exilio chino para transformarse en un killer impensado.

El capitán Nicolás Tagliafico apuntaló al plantel bajo tres conceptos que conmovieron a los hinchas en las noches de copa. Las iniciales del escudo sustentaron el lema Compromiso, Actitud e Intensidad, que resumió con justeza la ambición individual y el deseo general. Volvieron las noches eléctricas al Libertadores, con picos emotivos en los octavos contra Atlético Tucumán, la semifinal con Libertad y la final con Flamengo, donde el Rojo mostró carácter para recuperarse y calidad para superar a un rival que llegaba como favorito. Para la vuelta, con cuatro atacantes netos, se plantó, metió y jugó para construir la hazaña.

Holan promovió la reparación histórica con un arsenal deportivo y tecnológico, pero sobre todo simbólico. Miguel Angel Santoro se convirtió en invitado frecuente a las concentraciones. Daniel Bertoni confesó que Independiente lo emocionaba. Ricardo Bochini, que hubiera querido jugar en este equipo. Y Ricardo Pavoni hizo la jugada maestra durante un entrenamiento en Villa Domínico, mostrándole a Tagliafico cómo liderar una fila lenta y aplomada, energizarse con el aplauso, dar cinco pasos al frente y guiar a sus compañeros con los brazos en alto y las manos abiertas. Cuatro años después del llanto, el saludo originario reactivó al Libertadores en una descarga de adrenalina, un rugido colectivo que exorcizó los demonios y volvió a convocar la mística indestructible.


El futuro del DT, una incognita

Holan puso en duda su continuidad al frente del plantel con el que se consagró en la Copa Sudamericana, condicionado por los problemas de seguridad que padeció en octubre, cuando fue interceptado a la salida del predio de Villa Domínico por Bebote Alvarez, jefe de la barrabrava del club. “Amo a Independiente, pero primero está mi familia”, reveló el entrenador, que vive con custodia al igual que su núcleo familiar, lo que parece el principal motivo que condiciona su continuidad en el Rojo. “Sentí mucha desprotección en ese momento, fue una situación delicada. En los clubes es muy difícil ponerle límites a los barras”, declaró sobre el episodio, en una nota con el canal TyC Sports.