Brasil-España, la final que todos querían ver en el mítico Maracaná de Río de Janeiro desde que arrancó la Copa FIFA Confederaciones 2013, se hará realidad hoy. La selección que dirige Vicente del Bosque sube al ring mostrando el cinturón de campeón del mundo, además de dos títulos europeos, más de tres años y 29 partidos sin perder, y buscando el único trofeo que le hace falta en sus vitrinas.
Mientras, el local llega con un equipo aún en formación y con la estrella de Neymar, que arrancó el torneo sólo con el favoritismo que le daba su camiseta. Pero contará con el apoyo de más de 76 mil hinchas dispuestos a aguarle la fiesta a los españoles.
“Respetando la calidad de ellos (España) encaramos un juego para vencer, al final de cuentas llegamos a la final y tenemos condiciones de superarlos”, dijo el entrenador Luiz Felipe Scolari, que reasumió en el equipo a finales del año pasado con la “obligación” de ganar el Mundial (título que ya consiguió en 2002). Brasil selló su pase a la final frente a Uruguay (2-1) gracias a un cabezazo de Paulinho tras un córner de Neymar. La Copa Confederaciones es un paso, pero no el objetivo final. Brasil ya reconquistó a su hinchada, un paso importante, y una derrota contra la mejor selección del mundo no les restaría la legitimidad que ya ganaron.
España sudó para llegar a la final: venció a Italia en penales (7-6) tras un empate sin goles. “Va a ser un partido emocionante. Había el deseo de una final Brasil-España”, dijo el arquero Iker Casillas.
Dijo Neymar: “Cada juego es una historia, creo que será un gran partido. El favoritismo es de los mejores del mundo, de España. Pero mi papá siempre dijo cuando era pequeño que, independientemente de la fuerza de mi adversario, tenía que vender mi ‘fusca’ (VW escarabajo) caro”. El 10 se ha destacado como la figura de la selección por sus tres golazos en los primeros tres partidos de la fase de grupos.
La última vez que Brasil y España se enfrentaron en el Maracaná, el 13 de julio de 1950 por el Mundial, el local se impuso por goleada de 6-1.
La presidenta Dilma Rousseff, con una popularidad en picada en medio de una ola de movilizaciones, decidió ayer que no iba a asistir.
Ayer, los dos equipos se entrenaron en el estadio Maracaná. El viernes, Brasil lo había hecho en la cancha del Vasco da Gama, el “eterno subcampeón”, algo que a los más supersticiosos no agradó, sobre todo después de que un gato negro invadiera el campo en plena práctica.