A los ocho años, tuvieron que operarla por unas venas nocivas que estaban cerca de su médula espinal. Algo salió mal y, cuando despertó, tenía medio cuerpo paralizado: Esther Vergeer ya no podría caminar. Ese incidente marcó su vida, pero aquella pequeña holandesa jamás imaginó lo que el futuro le deparaba: iba a convertirse en una mujer prodigio del tenis sobre silla de ruedas. Esther ya lleva 570 victorias al hilo en su especialidad y acaba de convertirse en la primera tenista paralímpica en ganar cuatro medallas de oro consecutivas.