Tal vez como manifestación de una necesidad que sólo expresan los machos, a los chicos de nuestra Selección les gusta juntarse, amucharse, darse aliento, calor, humor, como protegiéndose del enemigo, armando estrategias de defensa y ataque. Es un acto por demás regresivo, un volver a la niñez, cumplir ordenes y horarios. ¡Vengan con mamita que es la única que los quiere! Aunque en este caso las mujeres quedamos afuera. ¡Ufa! Quizá porque en instancias de definición, las mamitas, más que velar por sus sueños, se lo quitan y hasta podrían llegar a convertirse en una pesadilla.
Entonces, la intriga nos inquieta. ¿Qué hacen? ¿De qué hablan? ¿Con qué sueñan? ¿Cómo duermen? ¿A qué juegan? ¿A qué se dedican cuando no se dedican a hacer lo que más les gusta, que es jugar a la pelotita? Sabemos que la mayoría de ellos duermen acompañados, y que sólo unos pocos se acuestan solitos. A saber: Messi con Verón; me contó Celia, la mamá de la Pulga, que la Brujita sabe reemplazarla con bombos y platillos: despierta al nene, le hace matecito y hasta le esconde las medias, ya que el crack del Barcelona cabecea y hace jueguitos unas mil doscientas veces por hora con cualquier cosa que tenga forma de pelota. A cambio, el niño, homenaje a Lionel Richie (Celia y Jorge, los padres de la criatura, chapaban al son del cantante), le da alfajores a Sebas para que le devuelva los calcetines.