DEPORTES
river rendido a sus pies

La omnipotencia de Ramón, ese arma de doble filo

Se sacó de encima a Trezeguet, pidió como refuerzo a un amigo de su hijo Emiliano y presiona en público a los dirigentes: señales de un entrenador con espalda ancha al que el acorralado Passarella no puede domar. Galería de fotos

Egos. El del técnico no admite competencias. Ni en el plantel ni con los dirigentes.
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Ramón Díaz es el tipo que dice que no, que él no se fue a la B, mientras la hinchada de Boca le grita el canto que hiere a River y el DT, el símbolo, muchas veces River, dice que no. Que él, esta vez, no es River. La escena sucede en el último Superclásico y el gesto es elocuente porque Ramón Díaz, el tipo al que Passarella tuvo que llamar para contrarrestar su imagen negativa, lo hace en el medio de la Bombonera, custodiado por policías; se va expulsado.

Ramón Díaz es el tipo buscado, el rival que los demás reconocen como rival, y que los propios hinchas de River toman como referente. Daniel Passarella, por supuesto lo sabe. Passarella, por eso, le hace caso. Trezeguet, ahora cerca de ser jugador de Central, es un caso testigo. El delantero era el jugador emblema; el emblema que borró el emblema. Nadie, ni sus compañeros ni los dirigentes pretendían que el delantero clave en el ascenso de River fuera etiquetado como prescindible. O peor, que el entrenador le confiara a Passarella y a Diego Turnes una sentencia: “Trezeguet no está para jugar en la Primera de este club”.

¿Qué pasó entre el presidente y Ramón Díaz para que los pedidos del entrenador se acaten como verdades reveladas? ¿Por qué Passarella no le cuestiona lo que, incluso, le resulta inconducente? Passarella, el tipo con reglas inflexibles, verticalista, apenas atinó a sugerirle a Ramón Díaz si podía rever la situación de Trezeguet, el emblema. El entrenador mantuvo su postura, apoyada en el consenso que mantiene entre la mayoría de los hinchas de River, en el segundo puesto con un equipo que no se emparenta en jerarquía con sus River noventosos, en el acierto con Lobo Ledesma, un jugador descartable en el ciclo de Almeyda, y en la chapa propia. Ramón Díaz manda sus mensajes a los dirigentes muñido de un cheque en blanco. Sabe que del otro lado sólo queda la condena de aceptar sus reclamos genuinos. Y también, sus caprichos.

Oi, oi, oi, oi. “No podemos estar mal con Ramón”, dice en off un dirigente de River. La frase suena más a resignación que al convencimiento de respaldar cualquier decisión que tome el técnico más ganador de la historia del club. Como pretender la llegada de Osmar Ferreyra, tan amigo de Emiliano, su hijo, como ciclotímico en su paso por Independiente. Un dirigente oficialista baja el tono de la concreción del eventual refuerzo: “No iniciamos ninguna negociación por Ferreyra”. Ramón Díaz monitorea el panorama sobre los refuerzos desde Miami, donde descansó hasta ayer.
Los dirigentes no confían en Ferreyra. Sí en Ramón Díaz. O en su prestigio. O en el blindaje que su espalda le otorga a Passarella para gobernar sin cuestionamientos futbolísticos.

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Es esa confianza al entrenador o conveniencia política la que, también, le da crédito para tomar decisiones sin explicar los porqué. Ramón Díaz no consultó sobre la lista de prescindibles. Simplemente, la informó. González Pirez se sorprendió por su exclusión, aun cuando fue titular en diez partidos del torneo Final. Otro dirigente del oficialismo opinó: “Ramón nos dijo que no lo iba a tener en cuenta y a pesar de que es patrimonio del club tenemos que aceptar su decisión”. Y más raro todavía: cuando el entrenador ni siquiera pidió centrales y es casi un hecho que el colombiano Alvarez Balanta será negociado.

Passarella toma con sentido oportunista la autonomía de Ramón Díaz. Si al entrenador le va bien, la gestión contará con el mando del éxito que siempre marca el fútbol. En cambio si el equipo no goza de buena salud, Ramón Díaz absorberá los principales síntomas de la enfermedad. De cara a las elecciones de diciembre, el actual presidente juega su partido con Ramón Díaz en el banco. El técnico sabe que los políticos del club son rehenes de su peso y que los hinchas respaldan su nombre, más allá del proyecto. La espalda de Ramón Díaz es tan grande como el Monumental. Y soporta, entre otras cosas, correr del centro de la escena a Trezeguet, el gran jugador en la B Nacional. Ese lugar donde Ramón Díaz no estuvo. Lo dijo aquel día en la Bombonera. Se lo remarca todos los días a lo dirigentes.

 

Demichelis, ¿el primer refuerzo?

Ramón Díaz no lo pidió, pero en River lo sienten un jugador de la casa. Martín Demichelis hace silencio en Málaga y la señal es tomada como positiva en Núñez, donde esperan repatriar al defensor. El entrenador del Málaga, Bernd Schuster, dijo ayer: “No nos ha contestado nuestra oferta. Pensamos que no existe interés, que sus ideas son otras”. En River dan por hecho que la decisión del jugador quedará sellada antes de mañana, según se comprometió Demichelis. El ex central de la Selección descartaría la oferta de 7.500.000 euros para renovar su contrato por tres años con Málaga. En ese puesto ya no competirá González Pirez: pasó a préstamo al Racing Genk de Bélgica por un año.

Mientras, el plantel de River retornará a los entrenamientos mañana, en Ezeiza. Desde el 14 al 26 de julio, la pretemporada continuará en Salta, como lo pidió RD. En esa provincia River tiene un convenio con la gobernación, que incluye pasajes y estadía gratis.