DEPORTES
DE LA MANO DE MILITO

La vuelta al mundo en noventa días

Hace apenas tres meses, el club se hundía en una nueva crisis. Salió a flote con el capitán como referente. Un regreso a lo Verón.

De la mano de Milito.
| Fotobaires

Último día de octubre, en algún lugar de Avellaneda. Un grupo de hinchas planea una venganza. Están desolados. Otra vez perdieron el clásico, otra vez la ilusión se esfuma como el humo de una bengala. Y recién van cinco fechas. Hay que hacer algo. Esto es Racing, arenga el más combativo. Estos mercenarios no se la van a llevar de arriba, propone otro. Todos asienten. Sólo hay que conseguir tela y comprar fibrones. La frase ya está pensada. El día y el lugar también: la fecha siguiente, en el Cilindro, detrás del banco de suplentes. Nada puede fallar. El escarmiento está en marcha. Cuando el equipo sale a la cancha para jugar contra Lanús, la bandera ya está desplegada. Fondo blanco, letras negras, mensaje letal: “HDP, les ganó Tula y Penco”.

Tres meses pasaron desde ese clásico que perdió Racing. Ese mazazo que le dio Independiente fue sólo el principio de lo que parecía el final. Las fichas de dominó se abalanzaron: otra derrota, eliminación de la Copa Argentina, más banderas, más insultos, internas entre el técnico y los jugadores, críticas del presidente. Como tantas otras veces, se instaló “la crisis de Racing”. Todo eso ocurrió hace apenas tres meses. Nada. Lo paradójico es que hoy, en Rosario, cuando todavía falta una fecha para que termine el torneo, La Academia tiene la posibilidad de salir campeón. Son noventa minutos para sepultar las miserias de hace noventa días.

La reconstrucción. El mérito fue de los delanteros. La dupla Milito-Bou le hizo frente a ese desafío que parecía imposible: olvidarse de la crisis, recuperarse y pelear el título. Y lo lograron en tiempo récord. Aunque ocuparon roles distintos. Uno en la cancha; el otro, en el vestuario. Uno con goles; el otro, como capitán. Ese rasti destrozado había que rearmarlo pieza por pieza. Y ahí, cuando hizo falta parar la pelota y pensar, aparecieron los delanteros.

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Esa crisis, que arrancó con la derrota en el clásico, estalló dos semanas después. Las malas para Racing se encadenaron: derrota con Lanús, una bandera que decía “$aja mercenario”, otra con la leyenda “Prefiero que te vayas que pelear el torneo. Chau... Cocca”, derrota parcial con Boca bajo la lluvia, derrota con Argentinos Juniors por la Copa Argentina. El club estalló. El entrenador Diego Cocca eligió cubrirse: “Hay jugadores que aún no encontraron el nivel”. El presidente Víctor Blanco lo bancó: “Algunos no se dan cuenta de que tienen puesta la camiseta de Racing”. El plantel, se dijo, estaba quebrado. La mala relación con el cuerpo técnico y con los dirigentes no tenía retorno. Y, como de costumbre, se puso en duda la continuidad del técnico. Racing volvía a ser el Racing de siempre.

Ahí fue cuando el club empezó a capitalizar la vuelta de Diego Milito. Desde que regresó del Inter de Italia, es el Verón de Racing. Referente absoluto del plantel, aun más que Saja, asumió la función de capitán todoterreno: controla el vestuario, maneja los partidos y funciona como espejo. No hay un solo compañero que se atreva a contradecirlo. Es, en definitiva, la estrella que triunfó en el fútbol europeo y ahora se pone el overol por Racing.
Y Milito apareció cuando el equipo lo necesitó. En medio del desbande, asumió la función de capitán. Se puso al frente del plantel, aclaró los embrollos con Cocca y discutió los enredos con Blanco. Organizó a la tropa. Y les hizo prometer a todos que iban a tirar para el mismo lado. Su presencia fue determinante. En Racing todos coinciden: si hoy el equipo está ahí arriba, a punto de festejar un torneo después de trece años, es porque dentro del plantel está Diego Milito.

Sólo faltaba que la gestión diplomática del capitán se reflejara en la cancha, que los resultados ayudaran a barrer las cenizas del incendio que apagó Milito. Entonces, apareció Gustavo Bou, el otro delantero. Y sepultó los problemas con goles. Primero fue a Newell’s, en el empate en Avellaneda. Después le convirtió dos a Boca, en la reanudación del partido suspendido por la lluvia, y dos a Belgrano la fecha siguiente. El rumbo, de a poco, se empezó a enderezar. El ex River sacó del bolso todos los goles que tenía guardados. En las últimas once fechas convirtió diez. La Academia ganó cinco partidos gracias al goleador menos pensado. Y así llegó a la punta.

A Racing le quedan dos paradas más. Hoy es la primera, en Rosario. Si llegara a sumar tres puntos, y si River y Lanús no ganaran, La Academia gritaría campeón de una vez por todas. Entonces, las banderas con mensajes agresivos y reproches serán una anécdota. La que vendrá, la que seguramente desplegarán en el Cilindro, dirá, simplemente: “Gracias, Milito”.