Llegó el jueves al mediodía a su departamento, en Belgrano, en el auto de su papá, y no volvió a salir a la calle. Apenas un día antes, le habían colocado un clavo en el húmero derecho, la secuela visible del accidente automovilístico que, definitivamente, marcó un punto de inflexión en la vida de este chico de 21 años.
Diego Buonanotte pasa los primeros días después de haber recibido el alta médica con su padre, Mario, y su madre, Noemí; las mismas personas que lo acompañan cada instante desde que el 26 de diciembre chocó en la ruta y murieron tres de sus mejores amigos. Sus hermanas, Regina y Sofía (las dos más grandes que Diego), monitorean su ánimo a la distancia, desde Teodelina.
Es que, por más que la rehabilitación física de Diego esté en marcha, el entorno del mejor jugador de River en 2009 sabe que la pelea de fondo es que aprenda a convivir con lo que pasó. Y es sobre ese aspecto, el más difícil de todos, que trabaja Mara Villoslada, su psicóloga, que lo conocía desde antes del accidente. Se trata de la misma profesional que forma parte del staff médico del plantel de Boca.
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