Muchas cosas han pasado inmediatamente después de la coronación como campeones de los Golden State Warriors en la mejor liga de básquetbol del mundo. Por un lado, tuvo lugar el draft, donde los equipos peor posicionados del año pasado obtuvieron algunos valores universitarios que se pueden convertir en estrellas, tal como ocurrió con el recientemente adquirido Lonzo Ball, quien defenderá a los Lakers, cuyo presidente de operaciones es Magic Johnson, el base armador más brillante de todos los tiempos.
Por otro lado, algunos jugadores aprovecharon la Liga de Verano para hacerse ver y, de ese modo, ser mejor considerados cuando comience la temporada 2017-2018. Así ocurrió con Nicolás Brussino, quien sorpresivamente pasó de Dallas a Atlanta y cobrará 1.312.611 de dólares en ese período.
Finalmente, algunos veteranos renovaron el vínculo contractual con sus franquicias, mientras que otros fueron traspasados. El inoxidable y espectacular campeón olímpico Vince Carter, por ejemplo, pasó de Memphis a Sacramento con 40 años de edad y ganará ocho millones de dólares anuales, seis menos que los que recibió la temporada pasada Manu Ginóbili, quien terminará su carrera vistiendo, como no podía ser de otra manera, el blanco y negro de los Spurs, como parte de un contrato cuyos detalles no han sido revelados.
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Pero ni Carter ni Manu, en el ocaso de dos trayectorias de lujo, llamaron la atención por las cifras que acordaron. En cambio, James Harden, Stephen Curry y Blake Griffin mostraron cuán virtuoso es el círculo tendido alrededor de una liga que ahora permite que las camisetas de cada franquicia estén patrocinadas, que ha cambiado la marca de sus uniformes –en adelante será Nike–, que cada vez gana más dinero con los fans y la televisión como aliados y que, bajo la firme conducción del comisionado Adam Silver, está afianzándose cada día más.
Números monstruosos. Stephen Curry, el chico que con su magia y su alegría dio la vuelta al mundo y sumó millones de nuevos adeptos al básquet, no había podido establecer un vínculo comercial acorde con el talento mostrado en una carrera en la que ya ganó dos títulos y dos premios MVP. Esa injusticia fue saldada con creces, pues “Steph” recibirá 201 millones de dólares en cinco años, superando así a monstruos sagrados como LeBron James, Kobe Bryant y Michael Jordan.
Mientras esperamos a que Russell Westbrook confirme que en 2018 no recurrirá a la agencia libre y que, por lo tanto, se quedará en los Thunder gracias a un contrato plurianual que podría llegar hasta los 235 millones de dólares, ya sabemos que James Harden, alma máter de Houston, recibirá 228 millones por permanecer en los Rockets hasta 2023.
Para reforzar el equipo dirigido por el ultraofensivo Mike D’Antoni, los Rockets también adquirieron a Chris Paul, uno de los mejores bases de las últimas décadas, en un trueque históricamente costoso a cambio de siete jugadores, de una futura selección en el draft y de una cantidad no explicitada de dinero. Y en pocas horas podría unírseles nada menos que Carmelo Anthony.
En tanto, Blake Griffin, ahora ex compañero de Paul, continuará en Los Angeles Clippers por cinco temporadas más a cambio de 173 millones de dólares, tres más que los que obtendrá el genial John Wall por seguir en Washington, aunque por cuatro años.
Kyle Lowry, quien renovó con Toronto, fue otra de las estrellas que consiguió un acuerdo extraordinario en un receso donde, gracias a la permanencia de Iguodala en Golden State, a la incertidumbre en relación con Kyrie Irving y al traspaso de Paul George a Oklahoma, de Chris Paul a Houston, de Derrick Rose a Cleveland, de Gordon Hayward a Boston, de Jimmy Butler a Minnesota, de Paul Millsap a Denver, de Rudy Gay a San Antonio y de Rajon Rondo a New Orleans, faltará de todo menos diversión.
