El gesto se ocupa. Y ni siquiera interrumpe para poner en fila los músculos de la cara. La mueca triste tornea, filosa, la aspereza de un rostro que estrena 48 años. Ojos húmedos. José Luis Clerc no es la excepción: fue tenista, fue ídolo, fue campeón y embolsó mucho, pero también dejó, también patinó, también lloró y también sufrió el vacío.
Luz verde y colisión frontal entre el que muestra y el que habla. Uno pierde la mirada en la pesadumbre infinita. El otro asegura que nunca estuvo más feliz que ahora. Ambos encadenan una vida de aventuras entre aquellos 25 títulos profesionales y este flamante noviazgo con una médica, entre aquellos quince años de depresión post retiro y este orgullo de padre por triplicado: Juan Pablo trabaja en la imagen de Topper, Dominique pasea su belleza sobre las pasarelas y Nicolás prueba suerte como arquero en Platense.
Buceador en mares de emociones, Batata no descansa. Esta vez inventó un hueco en su agenda y tomó un vuelo a Estados Unidos para seguir mezclando sensaciones. Quería disfrutar de un momento triste. Y lo hizo. Vio el último partido de André Agassi. La ovación lo conmovió, el adiós lo angustió.
Idolos de ayer y de hoy. “En su momento se acabaron los Borg, los Panatta o los Gerulaitis. Ahora se acabó el carisma. Con Agassi se fue el último ídolo”, define. Y entra en detalles: “Antes la gente nombraba de un tirón a los diez mejores. Ahora, con su retiro, me animo a decir que habrá un punto de inflexión en el tenis moderno”.
Frena. Y vuelve. Antes de arrancar, ríe. Cuenta de aquella vez, cuando McEnroe, Vilas, Noah y compañía lo ataron de pies y manos en un vestuario para torturarlo con un pomo de crema. Y recuerda el día en el que Ilie Nastase vistió de mozo a su guardaespaldas para que le llevara café en Roland Garros. O la mañana en la que Connors le pintó un pene en el encordado de su Rossignol de madera.
“Ahora hablan de Nadal, pero no existe punto de comparación entre lo que él genera y lo que se generaba antes –sintetiza frunciendo el ceño–. Incluso con lo mucho que provocó Agassi. Su anuncio del retiro me puso triste y me hizo llorar”.
—¿Aquellos duelos con Vilas no volverán jamás?
—Jamás. Nadie se olvidará de lo que hicimos. El país se paraba cuando jugábamos Copa Davis.
—¿Era para disfrutarlos o para verlos pelearse?
—Estuvimos dos años peleados, pero a la gente le encantaba seguirnos. Y jugábamos juntos el dobles sin hablarnos, y ganábamos casi siempre.
—¿La pelea fue una carrera frenética entre dos egos gigantes?
—La alta competencia nos llevó a distanciarnos. Pero después nos acercamos e incluso él se instaló varias veces con su familia en mi academia de Acapulco.
—¿Son amigos?
—Nos tratamos con respeto, pero seguimos siendo tipos muy diferentes. Yo volví al país, quiero hacer cosas... Somos diferentes, y vamos a seguir siéndolo.
Reiki, yoga y paz. Cuenta que a los 15 años su entrenador le dijo que sólo se ocupara de pegarle a la pelotita. Y que se lo tomó tan en serio, que cuando a los 27 años largó el tenis pensó en la muerte: “No estaba preparado para la vida y me choqué muy fuerte”.
Le costó remontar. Con los años recurrió al psicólogo, se divorció de Anhelie Czerner (25 años de casados) y encontró el camino: “Hice un clic. Apunto a ganar menos y a disfrutar más. No quiero enemigos”.
—¿Qué le pasó?
—Me ayudaron el reiki y el yoga. Me dan paz interior y me ayudaron a pensar. También a sacarme la careta. Estaba destruido interiormente y hacía de cuenta que no pasaba nada. Ahora sé cómo manejar los momentos difíciles. Incluso me divorcié y ahora estoy muy bien con Gisela.
—¿Ya no lo preocupa nada?
—Sí, por supuesto. ¡Tengo un rollito que me vuelve loco!