DEPORTES
Análisis

La muerte del fútbol | Un tiro en el pie (primera entrega)

El autor intenta demostrar, en media docena de entregas, cómo las incongruencias de la dirigencia nacional, sudamericana y mundial firman el certificado de defunción del fútbol.

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"La muerte del fútbol 1| Un tiro en el pie" | Agencia Shutterstock

El fútbol, así como lo conocemos, está sentenciado a muerte. Hay diagnósticos de las causales de su futura muerte por eutanasia y ejemplos de otras por suicidio. Elijamos algo reciente: la Conmebol, con ese espíritu tan (in)digno de los sudamericanos colonizados, el viernes 23 de febrero de 2018 se disparó otro tiro de cañón en su pie más hábil. Copiando a los europeos de la UEFA, que deben tener su (in)entendible motivo para hacerlo, decidió que las copas Libertadores y Sudamericana tengan ‘final única’. Y es tan profunda la idiotez enquistada en el sistema, que la televisión lo aprobó y los clubes lo aceptaron.

Más difícil de entender es que haya dicho “si” la empresa FC Diez Media, joint-venture de IMG y Perform, creada para administrar este contrato. El Grupo garantizó un mínimo de u$s 1.400 millones por los derechos audiovisuales de ambas copas, por cinco años (2017 a 2022) y ¿le da lo mismo dos finales o una sola? Avaló un piso de 280 millones de dólares anuales y de un día para otro resignó dos de los cuatro partidos de mayor recaudación y audiencia de sendas copas cada año: uno por final. Multiplicados por cinco años de Libertadores y cinco de Sudamericana, son diez partidos finales menos que sumados superan los 280 millones de dólares de un año de contrato. ¿Y todo bien?

 

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Palmeiras le ganó a Santos y se coronó campeón de la Copa Libertadores 2020

 

Gary Double y Sarah Butler, responsables por la comunicación del Grupo que ganó la licitación, algún día podrían explicarlo... ¿Los patrocinadores –Amstel, Betfair, Bridgestone, EA Sports, Gatorade, Mastercard, Qatar Airways, Ford, Rexona y Santander– fueron resarcidos, protestaron o ni pío? ¿Por qué no hay registro de reclamaciones? ¿Por qué quién más pagaba, la TV Globo de Brasil, cuyo montante equivalía al de las otras nueve TV juntas de los otros nueve países, rescindió el contrato? ¿Sólo porque está reestructurando los abusos contractuales que cometían antiguos ejecutivos o hay ‘algo más’ como no haber aceptado la decisión?

Toda una Copa Libertadores convoca en los estadios 3.500.000 espectadores y, dependiendo de la cotización de la moneda americana, recauda, bruto, alrededor de 50 millones de dólares por tal concepto (un cuarto de lo que se gasta, limpio, en viáticos y premios: solo el campeón Palmeiras acaba de embolsar U$S 22,5 millones). El ocho por ciento de esa taquilla se reúne en las finales, si son dos. El valor de las boleterías de los estadios es mucho menos significativo que el de ‘los derechos’ que, en proporciones semejantes pero de montos diez veces mayores, mueven la TV, Facebook y otras vías de transmisión.

Entonces... ¿Por qué se mutila dónde más se recauda? ¿Y se amputa cuándo hay más audiencia, ergo anunciantes dispuestos a pagar tarifas más caras por segundo de publicidad? ¿Raro, no? Muy estúpido, por cierto. En las finales, los valores crecen geométricamente, no tienen techo ¿Por qué entonces un solo partido final y no dos, como hubo siempre? Finales que, en realidad, debiesen ser de tres partidos, debería jugarse ‘al mejor de tres’. Y si la cosa es copiar, cópiese a la NBA que sabe fabricar dinero y juega sus playoffs al mejor de siete.

 

Defensa y Justicia le ganó a Lanús y se coronó campeón de la Copa Sudamericana

 

Aunque se lave e inyecte cada vez más dólares en el fútbol, falta caja en todos lados todos los días, hasta para su desfalco; y, sin embargo, perjudicándose a los involucrados y con anuencia de estos, se decide mal rutinariamente, como se decidió cambiar el formato de las finales. ¿Para imitar al perimido modelo de la UEFA, una confederación que es completamente disímil, cuyo formato –nunca bien explicado– nació en 1956 y se estudia actualmente llevarlo a dos partidos, ida y vuelta? Sí, pero no solo eso.

Además, la sede de esa ‘final única’ se sortea con anticipación, en el inicio de la copa. En teoría ciegamente, para no favorecer a nadie, lo que es falaz porque dependerá de quienes sean los finalistas. Pero es así que sucede en la Champions League y aquí, en estas pampas, impenetrables y cordilleras australes creyéndose que el transporte sudamericano es como el europeo y que el nivel de vida del continente americano es semejante al del Viejo Mundo, se lo calca...

Esa ciudad sede, la sorteada, puede ser Lima, Guayaquil o Santiago del Estero, por mencionar apenas tres de las 18 que se postularon hasta ahora. Y allí jugarán, por ejemplo, sin sentido de pertenencia ni ton ni son, equipos distantes y desconocidos de ese público, como Once Caldas de Colombia y Colo Colo de Chile si acaso fuesen los finalistas, como ya lo fueron (ambos ganaron la Libertadores) y podrán serlo nuevamente en cualquier momento.

¿Para qué complicarles la vida y las economías a colombianos y chilenos que serían los verdaderos interesados en ver ese partido in situ? ¿Por qué hacerles perder el partido de su vida a esos hinchas? ¿Qué le movería emocionalmente ese cotejo a peruanos, ecuatorianos o santiagueños si lo recibiesen? Alguien responderá sin pensar beneficios y perjuicios: “Y, es un solo partido, tiene que jugarse en campo neutral”. Claro, por eso mismo la final única se destruye a sí misma en 30 segundos como si fuese parte del script de ‘Misión Imposible’. No aporta nada, solo dificulta y, al tiempo que encarece los costos, también recauda menos porque un partido recauda menos que dos. De Perogrullo y estrambótico.

 

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En el ‘covidiano’ año 2020 (y enero ‘21), la final de la Copa Libertadores la jugaron dos equipos brasileños del estado de São Paulo –Palmeiras y Santos– en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro, a 400 kilómetros de sus respectivas ciudades. Al menos y por casualidad fueron dos clubes del mismo país pero, aprovechando que no asistiría público masivamente, ¿no hubiere convenido trasladar la final a una cancha paulista neutral, como el mítico y municipal estadio Pacaembú, donde Santos juega muchos de sus partidos y está en la ciudad de Palmeiras? En uno de los peores partidos ya vistos –hasta el próximo peor– ganó Palmeiras, lejos de los suyos dentro y fuera del estadio. Fríamente. Casi perverso.

Ese partido bien pudieron protagonizarlo Boca Juniros y River Plate, que, por otros detonadores del fútbol, ya se enfrentaron, en una final ‘para ricos’, en el estadio Santiago Bernabeu de Madrid. ¿Cuál sería el rédito de enfrentar en un estadio carioca a los dos clubes más recaudadores de la Argentina en un solo partido? ¿Impedir que los menos pudientes vayan a la cancha? ¿Hacer negocio con los pasajes y hospedajes de aquellos que viajan? Cuesta entenderlo por más empeño que se ponga en ello.

A propósito, la CONMEBOL (Confederación Sudamericana de Fútbol), que rasguña justificativos para esconder su verdadera razón de estas decisiones suicidas, ahora ‘descubrió’ que no se puede jugar una final como ellos pretenden en el ‘Monumental’ de Nuñez (?) Dice que para organizar, allí, la revancha de la final que terminaron no jugándola River y Boca en 2018, necesitó instalar un sistema de iluminación complementario y que el estadio ‘Millonario’, además, no cuenta con una conexión de agua directa a las tuberías urbanas, las de la calle; argumenta que solo posee cisternas que precisó abastecer con 25 camiones tanque estacionados alrededor del estadio, reponiendo agua constantemente. ¿Significa que nunca habrá una final única en la cancha de River? A demolerla señores y a levantar las torres residenciales que algunos quieren. Si se demolió un símbolo como Wembley, por qué no se podría demoler la cancha de River?

 

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La misma barbaridad llamada ‘final única’ sucedió con la reciente definición de la Copa Sudamericana, disputada entre los clubes gran-bonaerenses Defensa y Justicia y Lanús. Jugaron en Córdoba. ¿Cuál es la razón que lo justifica? Aceptando lo inaceptable, que fuese final única, sin público debió jugarse en el estadio de Quilmes, a 11 kilómetros de ambos clubes. Y con mayor coherencia aún, si ese cotejo recibía más espectadores que los tres mil hinchas que fueron permitidos, debió disputarse en el ‘Cilindro’ de Racing Club o en el recién remodelado estadio de Independiente, a mitad de camino de los finalistas. Cualquiera de ellos era más lógico que el Mario Kempes de Córdoba. ¿Para qué trasladar a las dos delegaciones y exponerlas a la pandemia? ¿Por qué incomodar a los hinchas permitidos y aumentar los gastos de todos sin ninguna congruencia deportiva y mucho menos sin lógica económica?

Las aberraciones estructurales de ambas finales únicas, Sudamericana y Libertadores, no terminan allí. Esos dos partidos se jugaron, en pleno enero, bajo la brasa cordobesa y el fuego carioca, a las cinco de la tarde, con casi 32 grados de temperatura y sol radiante. Por un lado puede pensarse que se mantuvo el horario original, establecido para los días 7 y 21 de noviembre de 2020, fechas dispuestas antes de la pandemia... o para que nadie diga que las cosas se cambian como siempre se cambiaron: a último momento.

Pero aquí había un justificativo. Mas, la verdad es otra: se disputaron a media tarde para que, entre las 20h00 y la medianoche, según los husos horarios, puedan ver esos partidos los europeos y la organización no pierda esos derechos de transmisión. Que, de correrse el horario, ciertamente se compensaría con la audiencia asiática y sus derechos, últimamente más generosa.

Por tanto, la hora de juego es otro desatino. ¿Alguien imagina a belgas o ucranianos cenando rápido o demorando el sueño para ver Defensa y Justicia vs Lanús en pay-per-view? No se divulgan los contratos de esos derechos ni el rating europeo de estos partidos, pero el dinero debe ser poco y la audiencia mínima. Contradictorio: por un lado se desechan treinta millones de dólares –o más– cortando un partido (o dos) y por otro se sacrifica la calidad de los encuentros y el rendimiento y quizá la salud de los jugadores, para no perder monedas... Cada ‘detalle’ de estos es un tiro en el pie, un llamado anticipado a ‘Emergencias’ pidiendo una ambulancia; y un día no tan lejano lo será al servicio funerario solicitando el coche fúnebre que lleve el fútbol a su última morada.

Continuará...

Edgardo Martolio es ex director asociado de ‘Diario Perfil’ y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’.