En un principio fueron arqueros, uno en Estudiantes de La Plata, el otro en un ignoto Gimnasia del barrio de Los Hornos, que cerró al morir el presidente. La misma talla de 1,88, larguiruchos que se criaron con el “gol gana” en suburbios a los que no les habían quitado el campito, en una ciudad de La Plata que los crió mirando hacia la zona sur: la calle 71 fue la de Martín Palermo, frente al Club Deportivo La Plata y a pasos del Policlínico. Lucas era de la 74, en una cortada sin salida donde ahora vive su tío, y donde los chicos se amontonan a pegarle a una pelota de plástico sin saber que allí se crió el hombre que fue figura en la Bombonera en la primera superfinal, el sábado 10 de noviembre.
Martín probaba sus primeros tiros al arco con un Gabriel que se preparaba para jugar el Regional de 1985 con Unidos de Olmos como si fuera un Mundial. Lucas jugaba a las bases con Leandro, que tuvo una espina al haber quedado en la reserva de Cambaceres. Y gritaba los goles del tío Claudio Sivetti en el Argentino B.
Martín Palermo y Lucas Pratto pidieron ir al arco, un año en la infancia pincha de Martín y un partido en aquel Lobo de Los Hornos de Lucas. Gabriel hoy trabaja en un complejo deportivo donde Martín es uno de los asociados (ahí está el arco que le dieron al Titán al culminar su trayectoria gloriosa); Leandro aceptó dejar hace dos años su empleo en el Correo a pedido de Lucas y lo ayuda en temas administrativos de su carrera.
Cuando Palermo ayudó a Pratto. Nunca se habían cruzado en la ciudad de las diagonales, algo lógico por una cuestión de 15 años de diferencia. Pero hubo un año en que en la Bombonera fueron presentados el legendario ex artillero y el actual goleador. Un mano a mano mientras los dos pertenecían al club.
El miércoles 15 de abril de 2004 se cumplió el primer sueño. Los entrenadores de Lucas en la séptima de Cambaceres habían logrado la prueba que pidieron expresamente a Gabriel Palermo. Gustavo Gil Sosa, aquel DT, recordó una de las charlas en el lavadero de ropa de 3 y 48, donde Gabriel Palermo llevaba las toallas de un gimnasio. Lucas era el goleador de un equipo juvenil del Rojo de Ensenada, reciente campeón del torneo de la B de AFA. “Pero mirá que Martín nunca recomendó a ningún jugador, eh”, le advirtió Gabriel.
En 2005, con Mauricio Macri aún presidente del club, Martín avanzaba hacia el récord y Lucas seguía sus sueños en sexta división. Chivas había eliminado a Boca de la Copa cuando Martín ya sabía que otro platense y grandote como él andaba cerca. Y Lucas, que salió a jugar su primer torneo internacional, regresó con la medalla del primer puesto al ganarles a los pibes de Chivas, en México. “Fue casi al mismo tiempo, así empezaba Lucas en Boca”, recuerda Gabriel, que agradeció “las dos camisetas 18 de Argentina”, una que lleva su apellido y la otra que dice Pratto.
Para el hermano del Titán, las sensaciones en la previa a la revancha son muy fuertes: “Salvando las distancias, es el desempate Boca-Estudiantes de 2006”, dice en referencia a la final que su hermano perdió con el equipo de su corazón.
Ahora es Boca el que quiere sacar del camino al delantero que llegó a Primera con la ayuda del inmortal 9. Ah, Palermo llegó recientemente a la Argentina proveniente del país donde Lucas rompió redes con sus cañonazos. Son símbolos del gol en La Plata, la capital de Buenos Aires que también divide las aguas por las pasiones de un nuevo River-Boca, mientras el pueblo camina presuroso por avenidas y diagonales donde brotan ídolos como hongos tras los días lluviosos… De Varallo a Palermo, haciéndole ya un lugar en un alma gemela de este lado de la ribera.
“Son tipos tocados”
Los veo parecidos en la personalidad y la voluntad para sobreponerse a las situaciones adversas. Si bien a Lucas no le tocó vivir lesiones graves como las que tuvo Martín, sí las vivió afuera y la luchó para llegar al lugar que hoy tiene. Además, creo que avanzó con menos expectativas puestas en él por la gente, y su mentalidad y determinación lo tornó en una especie que no abunda mucho en el deporte. Tanto Martín como Lucas son de esos tipos tocados, como Ginóbili, Federer o Del Potro.
Palermo era un enfermo del gol y lo necesitaba para vivir; pelota que le llegaba en el área, la transformaba en gol seguro. Pratto no tanto, ya que tiene más despliegue, generosidad y es más asistidor. Humanamente son dos fuera de serie, dos tipos nobles, humildes, profesionales, sacrificados y también generosos en la predisposición para trabajar y escuchar.
*Gustavo Goñi. Representante de Martín Palermo y de Lucas Pratto.