Cómo se construye la gloria? ¿En qué momento la historia queda en las manos de una persona? Lisandro López, Eduardo Coudet, Matías Zaracho, Alejandro Donatti, todos a su manera, seguramente se preguntaron esto por estos días. Tuvieron muchos días para pensar, para imaginarse los distintos escenarios, los festejos o las frustraciones, pero ahora la realidad dirá si se cumplen los sueños, o si los sueños se esfuman o se postergan. Racing está ahí, asomándose a la historia. Puede dar un paso hacia adelante o un paso hacia atrás.
Es probable que si hoy gana en Victoria, algo que curiosamente aparece como difícil, se escriba mucho sobre la conducción de Licha, las salvadas de Gabriel Arias o la revelación de Zaracho. Pero Racing marcó un camino, y ese camino no necesariamente fue recto y cómodo.
Desde que llegó Coudet a Avellaneda, el equipo se acostumbró a ser protagonista. Al principio, en los primeros seis meses del Chacho en el banco, ese protagonismo estaba basado en la dinámica. Era la característica de Racing. Algunos a esa palabra la cambiaban por histeria. Racing iba, te atropellaba, pero muchas veces hacía de esa virtud –el ritmo vertiginoso– su principal falencia. Se apuraba tanto que descuidaba cuestiones esenciales.
Pero la identidad de un equipo –como la de una persona– va mutando. No es estática. Racing, con Coudet en el banco, experimentó dos versiones. La vertiginosa fue hasta la mitad de 2018. La más pausada es la que viene mostrando a lo largo de esta Superliga. “Todo se va perfeccionando y ajustando. Quizás antes pecamos un poco de eso: de ir tan acelerados hacia adelante”, decía Lisandro en una entrevista con PERFIL hace unos meses.
Justamente, uno de los jugadores que afinaron esa función –la de elegir cada momento, la de frenar o avanzar– fue Marcelo Díaz, un equilibrista en el medio campo. El Chelo Díaz no estará hoy frente a Tigre, como pasó con Belgrano. Es un problema, sin dudas, aunque su reemplazante, Nery Domínguez, cumple una función también necesaria: la de pasador. “Ahora estamos mejor en la tenencia de la pelota, en diferenciar mejor los momentos de cada partido. Y lo bueno es que nunca dejamos de aprender”, decía Licha. Si es por aprender, el equipo ofrece pruebas de que aprendió: un 80 por ciento de eficacia lo evidencia. Fue el que más ganó (17 encuentros), el que menos perdió (dos, al igual que Defensa), el más goleador (41 tantos), el menos goleado (14) y el único invicto de local.
Hoy, en Victoria, ante un equipo que se juega la permanencia en cada jugada, Racing aprenderá algo, sin dudas. Que la gloria tiene forma de gol y puede acariciarse, o que la gloria siempre se escapa.