La pelota por fin volvió a rodar: la Bundesliga alemana se convirtió ayer en la primera gran liga europea en reanudarse, una situación observada por todo el mundo, pero con un silencio perturbador, el de las tribunas vacías. A la hora prevista, el sonido del silbato se hizo más perceptible que nunca en Augsburgo, Düsseldorf, Hoffenheim, Leipzig y Dortmund, poniendo la piel de gallina a todos los amantes del fútbol, que llevaban esperando más de dos meses para ver un partido cuando la mayoría de torneos quedaron suspendidos, a mediados de marzo, por la pandemia del nuevo coronavirus.
Primeros pases, primeras consignas de los entrenadores y primer gran choque: Borussia Dortmund-Schalke, el tradicional derbi del Ruhr, en el que los locales ganaron 4-0. El noruego Erling Haaland abrió el camino para el Borussia Dortmund y firmó el primer tanto de la nueva etapa de la Bundesliga.
El fútbol está de vuelta, aunque es imposible entusiasmarse completamente ya que la crisis sanitaria está visible en todos los sitios. Los jugadores del Schalke entraron en el Signal Iduna Park con barbijos, el Muro Amarillo, la famosa tribuna del antiguo Westfalenstadion, estuvo completamente vacío, sin la presencia de los miles de hinchas que dan ese color tan especial a los partidos del Dortmund e, incluso, los bancos de suplentes estuvieron solo ocupados uno cada dos.
Esto es lo que espera en el resto de partidos del fin de semana a las estrellas de la Bundesliga. El líder, Bayern, que vio cómo el Borussia Dortmund se acercó provisionalmente a apenas un punto, jugará hoy en el terreno del Unión Berlín.
Todo muy frío. Sin ceremonia ni música, los equipos entraron por separado en la cancha. No hubo saludos entre los jugadores, ni niños acompañándolos. En Leipzig, que recibió al Friburgo (1-1 final), algunos jugadores incluso mantuvieron los barbijos durante el calentamiento. Esas mismas escenas se habían producido antes, con cuatro partidos de la Segunda División que comenzaron a las 11 GMT, con el mismo protocolo sanitario estricto.
Pionera en Europa entre los grandes campeonatos, sobre la Bundesliga recayó la responsabilidad de mostrar el camino: el éxito o fracaso de su intento de retomar y terminar la competición puede ser determinante para los planes de otros países. Si consigue disputar las nueve jornadas que le quedan para el final, Alemania habrá demostrado al mundo que el deporte profesional de primera línea puede sobrevivir al Covid-19, pero una nueva interrupción antes del final lanzaría un mensaje muy negativo. Los jugadores y miembros del cuerpo técnico se someten a tests regulares y han tenido que estar concentrados y aislados toda esta semana.
“El mundo entero nos mira”, constató el viernes el entrenador del Bayern de Munich, Hansi Flick. “Puede ser una señal para todas las demás ligas y puede permitir al deporte regresar en todas partes”, apuntó.
El regreso del fútbol “es una buena señal”, destacó ayer el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin. “No solo es fútbol. La gente está deprimida por el confinamiento y la incertidumbre. El fútbol trae una cierta normalidad y energía positiva. Hace más fácil quedarse en casa cuando puedes ver deporte” por televisión, declaró al canal Bein Sports. Pero en Alemania, una mayoría de la opinión pública no es favorable a esta reanudación del campeonato: un 56% de las personas preguntadas al respecto en un sondeo esta semana se mostraba en contra.
*AFP
Calles desiertas
El ambiente en Dortmund, una ciudad industrial que habitualmente vive para el fútbol y que es asaltada por miles de aficionados en los días de partido, fue muy diferente este sábado, sin los colores amarillo y negro del club que decoran habitualmente las calles cuando juega el Dortmund. La policía llamó de nuevo a los aficionados a que disfrutaran del partido permaneciendo en sus casas y unidades policiales se desplegaron por la ciudad, sobre todo en los alrededores de la estación de tren, para evitar concentraciones de hinchas en las afueras del estadio.
Solo algunos ciclistas ocasionales y gente paseando se encontraban en las cercanías del estadio, donde las boleterías permanecían con las persianas bajas. La única señal perceptible de actividad en el estadio, que albergó por primera vez en su historia un partido sin público, era la presencia de empleados del recinto con mascarillas y las patrullas policiales.
Incluso los bares del centro de la ciudad no se llenaron. “Solo podemos recibir a cincuenta personas, cuando habitualmente vienen quinientas. De todas maneras, la gente no está forzosamente tranquila para reunirse en el contexto actual”, explica Jörg Kemper, gerente del bar Wenkers, donde suelen reunirse los hinchas del Dortmund y que está decorado con decenas de camisetas del BVB.