Los que conocen bien a Franco Armani no se sorprenden cuando lo ven sacar las pelotas que van al arco de River con la facilidad de quien cocina hamburguesas en un local de comidas rápidas. Armani es un superarquero y eso, para quienes lo conocen bien, es habitual. Felipe de la Riva fue el primero en confiar en Armani. En 2008 entrenaba al equipo con menor presupuesto de la B Metropolitana: Deportivo Merlo aspiraba, con suerte, a mantener la categoría. Faltaban 15 días para empezar el campeonato y el plantel no tenía arquero. Llamó a Armani sin expectativas: era el quinto arquero de Estudiantes de La Plata y había pasado inadvertido en Ferro, donde había disputado un partido en toda la temporada. Le dijo que necesitaba un arquero, y que si aceptaba le garantizaba la titularidad por todo el campeonato. A pesar de que no conocía a De la Riva, Armani aceptó: “Vengo de estar sin atajar en Ferro. Si vos me decís que voy a jugar, yo te digo que sí en este momento. No me importa la plata: me importa jugar”.
Merlo jugó un amistoso contra Deportivo Español la mañana siguiente al llamado. Armani no tenía auto: viajó en colectivo desde La Plata, y llegó con un bolso al hombro y un perfil tan bajo que ni siquiera su metro noventa llamaba la atención. Hasta que se paró en el arco: “Ahí nos dimos cuenta de que habíamos traído a una bestia”, cuenta De la Riva. La bestia creció tanto que se convirtió en el menos vencido de la B Metropolitana. Deportivo Merlo ascendió con un plantel humilde y un arquero superlativo. Armani era imbatible: “Si ganábamos 3 a 1, él se iba enojado porque le habían hecho un gol. No soporta que le hagan goles. Es un enfermo, tiene el grado de locura que tienen los mejores”, aporta.
De la Riva confió tanto en Armani que un día, después de un entrenamiento, le dijo: “Vos vas a ser el arquero de la Selección. Es más: si hubiese que hacer la lista ahora, no hay tres arqueros argentinos mejores que vos. El problema es que jugás en Deportivo Merlo, pero no te preocupes: el tiempo va a poner las cosas en su lugar”. Armani largó una carcajada.
El resto de la historia es el guión de una película candidata a un Oscar: Armani brilló en la B Nacional, y los equipos más importantes de la categoría se peleaban por contratarlo. Atlético Nacional apareció en ese momento como un amor inesperado. Estaban haciendo una pretemporada en Buenos Aires y programaron un amistoso contra Merlo. Como los dos arqueros del equipo colombiano estaban lesionados, De la Riva les prestó a Armani: atajó tan bien que Alejandro Lipara, gerenciador de Merlo, acordó su transferencia al conjunto paisa en un santiamén.
En Colombia, Armani arrancó como tercer arquero. Pero tuvo su chance y atajó: lo hizo tan bien que tres años y una lesión de ligamentos cruzados después tomó el arco y rompió el récord de minutos sin recibir goles; tan bien, que consiguió 11 campeonatos locales, la Copa Libertadores, la Recopa Sudamericana y se convirtió en el más ganador de la historia del club; tan bien, que cuando lo compró River los hinchas llenaron la cancha para despedir al ídolo que se transformó en héroe por su rendimiento, no por su carisma. Y ahora Armani ataja como siempre: tan bien, que parece invencible.