Hay un dato que es un síntoma de época, una validación estadística de este verano de american dreams futboleros. Después de España e Italia, Estados Unidos es el tercer país extranjero con más futbolistas argentinos en sus ligas. Son, según el formidable censo que realiza todos los años el sitio AXEM (Argentinos x El Mundo), 230 los jugadores que se desempeñan al norte del río Bravo, donde por estos días llegarán dos de los protagonistas de la superfinal entre Boca y River por la Libertadores. El Pity Martínez jugará en el flamante campeón, Atlanta United, y Guillermo Barros Schelotto dirigirá a Los Angeles Galaxy.
La Major League Soccer, o la MLS, ya entró en una fase de consolidación que se evidencia en dos aspectos: la contratación de figuras jóvenes de los principales países de América Latina, y la cantidad de espectadores que asisten a los estadios. En ese sentido, el equipo de Gerardo Martino fue un punto de inflexión: el técnico argentino se apartó de la idea de que la MLS era el último refugio de viejas estrellas que llegaban para retirarse y armó un plantel basado en las promesas del fútbol latino –a los argentinos Ezequiel Barco y Leandro González Pirez, y al paraguayo Miguel Almirón, les sumó los goles del venezolano Josef Martínez–. Así, en menos de dos años, el proyecto del argentino generó que toda la ciudad se identificara con el equipo, al punto que el día de la consagración las 73 mil personas que colmaron el Mercedes-Benz Stadium cantaron en español. El mundo dado vuelta: el Norte mirando al Sur. Martino, de hecho, fue el primer entrenador sudamericano en salir campeón de la MLS.
Si la Superliga argentina vive un proceso de teatralización o europeización en los contornos de sus partidos, con entradas más caras, registros de banderas y aforos más estéticos, la MLS coquetea con la latinoamericanización de su fútbol. Nunca se vivirá con la pasión de aquí, por supuesto, pero tampoco con la frialdad del soccer en los 90, cuando la Federación de Fútbol de los Estados Unidos le había prometido a la FIFA la creación de una liga profesional como contraprestación del Mundial de 1994. Con algunos avances y retrocesos, pero ya con más historia encima que su antecesora, la NASL –que entre 1968 y 1984 intentó instalar sin éxito el soccer con figuras como Pelé y Beckenbauer–, la MLS puede jactarse de subir, año tras año, el promedio de fanáticos que van a las canchas a tomar cerveza y ver un deporte que hasta hace poco era para pocos. Los 2.785.001 hinchas que iban en 1996 pasaron a ser 8.553.245 en 2018. Tres veces más. Eso se traduce, también, en los ingresos por patrocinio. El negocio global de la MLS, este año, trepó a los 670 millones de dólares. Un récord que es un chiste al lado de los 14 mil millones de dólares de la NFL, y de los 6 mil millones de la NBA.
El crecimiento tiene algunas claves, como todo crecimiento. Las alianzas con la Bundesliga y la Liga Mexicana fueron, sin dudas, una de ellas. Y la llegada de David Beckham en 2007 como golpe de efecto, también. El inglés, icono del capitalismo futbolero, sirvió para imantar a los medios del mundo y para seducir a los propios estadounidenses. Además, para permitir superar los topes salariales que había fijado la propia liga y, de esa manera, contratar estrellas internacionales, como ahora Zlatan Ibrahimovic, a quien dirigirá Barros Schelotto, un viejo conocido de esta liga: jugó entre 2007 y 2010 en el Columbus Crew.
De los 230 argentinos que juegan en las distintas ligas estadounidenses, una élite de alrededor de veinte jugadores ayudó a que la MLS dejara de ser una liga periférica o meramente económica para convertirse en un mercado que le compite de igual a igual a Europa. Diego Valeri, tres veces MVP del torneo con Portland Timbers, es acaso el argentino más famoso. Pero además están Ignacio Piatti (Montreal Impact), Maxi Moralez (New York City FC), el Kaku Romero Gamarra (New York Red Bulls). A todos ellos se sumarán Gonzalo Martínez y el Mellizo Guillermo, que pasarán a formar parte del mismo sueño americano: hacer de Estados Unidos algo más que billetes y vida tranquila.