El tema de la obra es el estudio de los diversos actores de la Iglesia Católica en la espiral de violencia en la Argentina entre 1966 y 1983 y sus trágicas consecuencias. Desde el inicio manifestamos, con sencillez y audacia, que este trabajo colectivo es una verdadera novedad en la historiografía. No conocemos un estudio similar sobre la Iglesia en la Argentina, ni en ningún otro país, durante un período reciente tan breve y significativo. Tampoco existe una investigación que tome como una de sus fuentes principales los archivos de la Iglesia a nivel local e internacional, o sea, en la Iglesia entera. Habitualmente el acceso a estos fondos se hace disponible para los investigadores pasados unos setenta años desde su producción. Aquí, por las gestiones realizadas y la importancia del tema, pudimos servirnos de esta base documental de valor excepcional, lo cual hace de esta obra un material único en su género.
La Argentina sufrió en 1976 la última y más trágica escalada de la violencia con el acceso al poder de las fuerzas armadas a través de un golpe de Estado y la implantación del autodenominado plan de lucha contra la subversión. Justificados con el objetivo de reorganizar el país los militares utilizaron la estructura del Estado para reprimir cualquier expresión que, en su lógica, se pudiera manifestar contra ese orden, por medio de un plan sistemático y clandestino de secuestro, tortura y desaparición de personas. El terrorismo de Estado y las violaciones a los derechos humanos agudizaron aun más la violencia preexistente, e hicieron a la Argentina tristemente célebre por sus miles de “desaparecidos”. La actuación de la Iglesia -en una acepción general- fue cuestionada con mayor o menor fundamento en sectores de la sociedad. En las últimas décadas, con mayor o menor rigor, se escribieron obras sobre aspectos de ese proceder, que han contribuido diversamente al estudio de la cuestión.
Por su parte, desde hace años la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) reflexiona acerca de lo sucedido en nuestro país en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en el período 1976-1983. Lo realiza como uno de los protagonistas más significativos de ese tiempo y reconoce que no estuvo a la altura de los complejos acontecimientos de la época, que no hizo lo suficiente para limitar la espiral de la violencia ni el accionar terrorista del Estado. Esto no desmerece el valor de los documentos conjuntos, ni las acciones emprendidas por obispos de forma individual o grupal durante aquella época.
El peso de la memoria y la necesidad de afrontar el pasado
En este período la CEA se pronunció muchas veces y con diversos tonos sobre la cuestión, como se advierte en los primeros capítulos. Una expresión importante fue el documento Iglesia y Comunidad Nacional de 1981 (ICN 31-37), que expuso una profunda reflexión sobre el país y una opción por la democracia.
Después de la Guerra de Malvinas publicó Camino de reconciliación (1982). Antes del retorno a la vida democrática, promulgó el estudio Dios, el hombre y la conciencia (1983), documento en el cual hizo, por primera vez, una autocrítica, y que pronto cumplirá cuatro décadas (DHC 60).3
Luego del regreso a la democracia se pronunció públicamente sobre todo entre 1983 y 2000. En 1984 se produjo el “Informe de la Conferencia Episcopal Argentina sobre la vida de la Iglesia en su país, 1979-1983”, que no tuvo repercusión pública. Sin que el tema estuviera ausente en declaraciones posteriores, fue retomado con una nueva perspectiva en los años noventa. El Episcopado asumió la invitación de Juan Pablo II a las iglesias locales para hacer un examen de conciencia en orden a reconocer culpas e implorar perdón. Lo hizo al iniciar la preparación al Año Santo 2000 en la exhortación “Caminando hacia el tercer milenio” (1996, CTM). El reconocimiento de las faltas abarcó cuatro tópicos: pecados contra la unidad eclesial, indiferencia religiosa, pecados contra la dignidad y los derechos del hombre, faltas en la recepción del Concilio Vaticano II. El tercer ámbito tiene una reflexión sobre las violaciones a los derechos humanos, una revisión de la actuación episcopal y un pedido de perdón (CTM 18-22).
Un párrafo novedoso dice: Solidarios con nuestro pueblo y con los pecados de todos, imploramos perdón a Dios nuestro Señor por los crímenes cometidos entonces, especialmente por los que tuvieron por protagonistas a hijos de la Iglesia, sean los enrolados en la guerrilla revolucionaria, sean los que detentaban el poder del Estado o integraban las fuerzas de seguridad. También por todos los que, deformando la enseñanza de Cristo, instigaron a la violencia guerrillera o a la represión inmoral (CTM-19).
En el año 2000, en el marco de la liturgia de reconciliación celebrada en el Encuentro Eucarístico Nacional en la ciudad de Córdoba el 8 de setiembre, el Episcopado argentino pronunció la oración “Confesión de las culpas, arrepentimiento y pedido de perdón de la Iglesia en la Argentina”. Esa súplica de perdón incluye ocho grupos de faltas; entre ellas, la referida a los pecados contra los derechos humanos. Al referirse a las violaciones a estos derechos fundamentales, indicaron: por qué el mal de la violencia, fruto de ideologías de diversos signos, se hizo presente en distintas épocas políticas, particularmente la violencia guerrillera y la represión ilegítima, que enlutaron nuestra patria.
Por qué en diferentes momentos de nuestra historia, hemos sido indulgentes con posturas totalitarias, lesionando libertades democráticas que brotan de la dignidad humana. Por qué con algunas acciones u omisiones hemos discriminado a muchos de nuestros hermanos, sin comprometernos suficientemente en la defensa de sus derechos.
Seguidamente dirigen una oración a Dios en la que expresan el arrepentimiento en primera persona plural, piden sanar las heridas de nuestro pueblo y pronuncian esta petición de perdón: Padre, tenemos el deber de acordarnos ante Ti de aquellos hechos dramáticos y crueles. Te pedimos perdón por los silencios responsables y por la participación efectiva de muchos de tus hijos en tanto desencuentro político, en el atropello a las libertades, en la tortura y la delación, en la persecución política y la intransigencia ideológica, en las luchas y las guerras, y la muerte absurda que ensangrentaron nuestro país.
Padre bueno y lleno de amor, perdónanos y concédenos la gracia de refundar los vínculos sociales y de sanar las heridas todavía abiertas en tu comunidad.
A más de cuarenta años, las heridas emocionales y culturales de ese trágico período permanecen abiertas en la sociedad argentina y son todavía motivo de desunión en nuestro pueblo. Por lo mismo, a principios de la segunda década de este siglo, la CEA tomó dos disposiciones para contribuir al conocimiento de la verdad. Junto con la decisión de brindar la documentación existente a las víctimas y a sus familiares, manifestó su interés por promover un estudio académico sobre la Iglesia Argentina durante ese período, que - aunque independiente de su labor pastoral por la pacificación- pudiera ayudar al encuentro y la unión entre los argentinos.
Hasta el momento no hubo un estudio completo sobre esa actuación que surgiera del acceso a los principales archivos de la Iglesia y fuera promovido por el Episcopado.
Esta investigación asume esa tarea pendiente y largamente esperada. Fue llevada a cabo por la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA) con el trabajo de un equipo cualificado de investigadores de su claustro y de otros centros, al que se sumaron personalidades académicas de distintos países. (…)
Informar sobre las víctimas e investigar la verdad histórica
El inicio de este proyecto se halla en el relevamiento, orden e inventario del material conservado en el archivo de la CEA, que se le encomendó a las Licenciadas Inés Farías y Servanda Velarde –hoy, a cargo del archivo– durante la presidencia de la CEA por parte de Mons. Eduardo Mirás (2002-2005). Más tarde, durante la presidencia del cardenal Jorge Mario Bergoglio (2008-2011), se nombró una comisión ad hoc presidida por Mons. Carmelo Giaquinta, profesor emérito de nuestra Facultad, quien trabajó durante tres años en el estudio de la muerte trágica de Mons. Enrique Angelelli (2006-2008). Esa labor lo puso en contacto con el material del hoy llamado “fondo DD.HH.”, sobre el cual informó a Bergoglio el 7 de junio de 2006 en estos términos:
[ ...] después de revisar yo la carpeta 67 y otro material relativo a la muerte de Mons. Angelelli, la señora Zulema Podestá, a cargo del Archivo, me mostró un armario bajo llave con 49 carpetas bien ordenadas de material encuadernado, en cuyo lomo muchas dicen DH, y otras carpetas más. Después de hojear una carpeta, le dije que por ahora no me ponía a investigar [ ] Tratándose de una materia tan álgida como Derechos Humanos, me pareció conveniente informarle sobre la existencia de este armario. Sé que no es fácil que un Obispo tenga tiempo para visitar un Archivo. Pero ¿no habrá tal vez algo importante que pudiere servir para aliviar algún dolor? ¿No habría que poner algunas personas al menos para catalogar e informar de ello a la Comisión Ejecutiva?
En años siguientes, varios acontecimientos afianzaron la convicción del Episcopado de hacer una revisión histórica. El 9 de noviembre de 2012 la Conferencia Episcopal publicó la Carta al Pueblo de Dios. La fe en Jesucristo nos mueve a la verdad, la justicia y la paz. Los obispos dicen: Nos sentimos comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos, a fin de seguir buscando la verdad, en la certeza de que ella nos hará libres (cf. Jn 8,32). Por ello nos estamos abocando a revisar todos los antecedentes a nuestro alcance. Asimismo, alentamos a otros interesados e investigadores a realizarlo en los ámbitos que corresponda. Por ello nos estamos abocando a revisar nuestros documentos, archivos y testimonios.
Este texto señala un compromiso ineludible de los pastores de la Iglesia en la Argentina para responder al dolor de tantas familias. Por ello, se le encargó a la Dra. Guadalupe Morad relevar los documentos conservados en el Archivo CEA del período 1976-1983. El compromiso se expresó en las reuniones que tuvo Mons. José María Arancedo, presidente de la CEA (2011-2017), con “Abuelas de Plaza de Mayo”, a la cual le dio ese documento. Junto a las señoras Estela de Carlotto y Rosa Roisinblit; Arancedo hizo público parte del texto en un spot televisivo.
Elegido Obispo de Roma, Francisco dio instrucciones para llevar adelante esa tarea en la Secretaría de Estado del Vaticano. Luego de años de trabajo, el 25 de octubre de 2016, se dio a conocer a la prensa en forma simultánea, en Roma y Buenos Aires, la finalización del proceso de organización y digitalización de los archivos realizado según las decisiones del Papa argentino.
La tarea realizada permitió identificar la documentación sobre las víctimas del período 1976-1983 registradas en los archivos de la CEA (en Buenos Aires), de la Secretaría de Estado y de la Nunciatura Apostólica (en el Vaticano). De este modo, se pudo responder a las solicitudes de familiares y víctimas conforme al Protocolo para la Consulta del material archivístico relativo a los acontecimientos argentinos (1976-1983) conservado en la Conferencia Episcopal Argentina, la Nunciatura Apostólica y en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, vigente desde 2017.
Además, permite agilizar las respuestas a la Justicia y a instituciones de promoción de derechos humanos. (...)
La historia de la Iglesia “en” el mundo contemporáneo
El Concilio Vaticano II da una luz para exponer la historia de la Iglesia. La Constitución pastoral Gaudium et spes se refiere a “la Iglesia en el mundo de hoy”. No habla de la Iglesia y el mundo, sino de la comunidad eclesial “en” la historia humana. En el prólogo expresa que “la comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la Buena Nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS 1).
El historiador católico comprende a la Iglesia “en” el mundo -aquí, “en” la comunidad argentina- a través de su interacción en el curso de la historia. Compartimos que “la historia de la Iglesia debe escribirse de nuevo, no solo a la luz de la Constitución Lumen gentium (sobre la Iglesia) sino también de la Gaudium et spes (sobre la Iglesia en el mundo actual)”.
La Gaudium et spes del Concilio Vaticano II señala que la “compenetración” entre la Iglesia y el mundo es “un misterio permanente en la historia humana” (GS 40). La Iglesia Católica está en la Argentina, aunque no se limite a nuestro país, y el mundo argentino penetra la vida eclesial, junto con otras realidades históricas que influyen en la comunidad cristiana. Nuestra visión se concentra en la actuación de los miembros de la Iglesia, pero, en virtud del criterio enunciado, vuelve una y otra vez la mirada a los acontecimientos seculares y, por ende, al comportamiento de otros actores institucionales, que fueron responsables de las distintas formas de conflicto, violencia y terror.
Esta mirada ayuda a trazar una periodización, una cuestión decisiva para toda investigación de un momento determinado. La división en épocas y la subdivisión en períodos dependen tanto de acontecimientos civiles como de procesos eclesiales, con el trasfondo de una visión teológica de la relación entre la Iglesia, el Pueblo de Dios y el mundo de los pueblos. El lapso elegido va desde 1966 hasta 1983 en virtud de distintos criterios de historia civil y eclesial, lo que incluye y, a la vez, trasciende, la época denominada como «los setenta». Podría haber comenzado antes, pero no podemos abarcar toda la historia del país. Por eso en el capítulo cuatro del primer tomo se brinda un panorama histórico y político amplio que sitúa la violencia en la Argentina.
El punto de partida se fija en 1966 a partir de dos criterios. Por un lado, en ese año se produjo el golpe militar llamado “Revolución Argentina”, que duró de 1966 a 1973. Entonces se proscribió toda actividad política, sindical y universitaria en el país, se desarrollaron movimientos de violencia armada que generaron “guerrillas”, se politizó parte de la vida pastoral de la Iglesia, y el Episcopado tuvo pronunciamientos sobre la situación nacional y el fenómeno de la violencia. Este punto de inicio permite observar las continuidades y discontinuidades que tiene lo sucedido entre 1966 y 1973 con las violencias padecidas en el período democrático de 1973 a 1976 y con el terrorismo de Estado producido por el golpe militar de 1976, llamado “Proceso de Reorganización Nacional”. El punto de llegada del estudio es el inicio de la transición a la democracia en 1983.
Por otro lado, desde el punto de vista eclesial, 1966 es un año significativo por dos razones. Entonces comenzó el proceso de recepción por parte de la Iglesia argentina de las orientaciones dadas por el Concilio Vaticano II (1962-1965). Y en ese año se firmó el Acuerdo entre la República Argentina y la Santa Sede, que dio un nuevo marco normativo a las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado Nacional, comenzando a superar la herencia jurídica del Patronato.
El sujeto de estudio es toda la Iglesia Católica en nuestro país y, de forma particular, el Episcopado. El Vaticano II mostró que la Iglesia es una comunidad que incluye a todos los fieles cristianos, a partir de la dignidad común y la igualdad fundamental que proviene del bautismo y la fe, y con la diversidad de sus vocaciones, carismas y ministerios. Por eso, en algunas secciones de la obra se considera la actuación de la Iglesia en general, y en otras se estudian los comportamientos de laicos y laicas, consagrados y consagradas, presbíteros, obispos, y algunas instituciones no eclesiales en las que católicos compartieron la defensa de los derechos humanos.
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☛ Título: La verdad los hará libres. Tomo 1
☛ Autores: Carlos Galli, Luis Liberti, Juan Durán y Federico Tavelli
☛ Editorial: Planeta
Datos de los autores
Carlos Galli nació en Buenos Aires, Argentina, en 1957. Es presbítero desde 1981 y doctor en Teología desde 1993. Es decano de la Facultad de Teología de la UCA.
Luis Liberti nació en Lomas de Zamora, Argentina, en 1954. Es religioso y presbítero en los Misioneros del Verbo Divino. Profesor en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Juan Durán nació en Trenel, La Pampa, Argentina, en 1945. Es presbítero de la arquidiócesis de Mercedes-Luján.
Federico Tavelli nació en Buenos Aires en 1976. Es doctor en Teología con especialización en Historia de la Iglesia y licenciado en Ciencias Políticas con especialización en Relaciones Internacionales.