—Tengo serias dudas de lo que sucedió el domingo. ¿Por qué apoyar ese impeachment después del espectáculo que vimos en el Congreso?
—Dudé mucho en apoyar el impeachment, pero la situación en Brasil es tan dramática, el gobierno está tan paralizado, que es prácticamente imposible trabajar con el gobierno de Dilma. Y si uno lee la Constitución brasileña, tiene varios artículos que dejan claro qué tipo de acción del presidente requiere un proceso de impeachment. El punto es que Dilma no sólo manipuló el presupuesto, sino que usó el dinero público sin ninguna consideración por el país o el Congreso, y el Tesoro está en un pésimo estado por cuenta de esa situación. Por eso fue necesario el impeachment. Además de la falta de transparencia y la corrupción del PT son responsables por la organización de la corrupción en el gobierno. La población está furiosa. Eso también impulsó el impeachment.
—Lo que me dice es la descripción de un mal gobierno, pero no estoy seguro de que haya delito en eso.
—La Constitución es clara. El impeachment no necesita de delito en el sentido penal de la palabra, basta con que el presidente no obedezca normas claras ligadas al presupuesto. Es una discusión técnica, pero no deja de ser una falta de respeto a la Constitución.
—Usted dice que no es un proceso criminal, sino administrativo y político, ¿verdad?. Si esto es entonces una decisión política, cree que colocar al vice Michel Temer, del PMDB, en lugar de Dilma, es mejor para el país?
—No lo sé, pero el punto es que hay base jurídica para el impeachment y una situación política que presiona por el cambio. Debemos seguir la Constitución. Si el nuevo presidente también es considerado culpable por sus delitos y errores, tendremos un movimiento contra él también. No tenemos alternativa, bajo la Constitución.
—Usted luchó contra la dictadura durante 20 años, luchó por las Diretas Já (para poner fin a la elección indirecta), luchó para crear una democracia con reglas e instituciones respetadas, y durante un tiempo pareció que Brasil lo había logrado y que respetaría los mandatos presidenciales. ¿Cómo se siente hoy al ver todo lo que pasó en el Congreso? Usted vio a un adversario caer, pero no sé si fue un gran día para la democracia en el país.
—Ciertamente, no lo fue. No sólo por el impeachment, sino también por el mal gobierno. Cuando Collor cayó, también tuve mis dudas sobre si el proceso le haría bien a la democracia como un todo. Claro que nunca es bueno apartar a un presidente, pero no tenemos alternativa, tenemos que seguir la Constitución. Espero que sea posible crear un gobierno más cohesionado. Si fuera yo, le pediría al pueblo y a los partidos que se unieran para superar esta crisis social y económica. Dilma tuvo la oportunidad de pedir ayuda a la población, pero decidió colocar la rivalidad política por encima de todo. Espero que el nuevo presidente consiga evitar este tipo de política y que pida a la población que se movilice en torno a un nuevo programa de gobierno.
—Usted conoce a Dilma razonablemente bien. ¿Qué espera de ella ahora? ¿Qué cree que hará?
—No sé lo que hará. Creo que lo que veremos en las próximas semanas es una resistencia fuerte de la presidente y de su partido para escapar al impeachment. Y el Senado deberá tomar en consideración los argumentos de la presidenta y juzgar si hay bases para el impeachment. La Cámara apenas abrió el proceso. Creo que Dilma tratará de convencer al Senado de que ella tiene la razón. El debate será largo.
—Me encantaría pensar que lo que vimos fue el triunfo de un movimiento anticorrupción. Pero el caso que fue usado para apartar a Dilma no tiene nada que ver con la corrupción, sino con errores administrativos. Y el impeachment fue aprobado por un Congreso que tiene muchos cuestionamientos sobre su propia corrupción. ¿Eso perjudica la legitimidad del próximo gobierno?
—Por formalidades, el impeachment fue procesado en la Cámara por la ruptura de ciertas reglas administrativas, pero la corrupción también motivó el proceso, además de la crisis económica y del sistema judicial, que está funcionando. El sistema de partidos brasileño está en pésimo estado y necesita reformas profundas. Me gustaría ver, después del impeachment, más presión para modificar el sistema de partidos y las reglas electorales. Espero que el impeachment no sea el fin del proceso, sino la continuación de cambios importantes en la cultura política de Brasil.
—Usted conoce a Temer incluso mejor que Dilma, porque trabajaron juntos durante su gobierno. El no inspira mucha confianza en la población. ¿Hay razones para tener esperanza?
—El es abogado constitucionalista y un político experimentado. Espero que este momento lo inspire a superar sus experiencias en la vida partidaria de Brasil y a ver al país desde un punto de vista histórico para responsabilizarse por él. Cuando Itamar Franco se convirtió en presidente (tras la destitución de Fernando Collor de Mello, N.d.R.), lo criticaban por su falta de experiencia, pero consiguió formar un buen equipo.
—¿Cuán difícil será para Temer gobernar con el PT en la oposición?
—Hoy es un partido como cualquier otro. Su capacidad de movilización es menor que en el pasado y la sociedad se volvió contra el PT en los últimos dos años. Creo que habrá un margen de maniobra, aun con el PT en la oposición.
—En los últimos años, Brasil creció y avanzó, pero hoy la economía está pésima y no hay un líder político en el horizonte capaz de hacer que las cosas mejoren. ¿Es optimista?
—Vivimos un momento difícil. La clave es la recuperación de la respetabilidad y la confianza. Hoy (por la votación en el Congreso) no fue un día feliz. Pero era necesario remover a la presidenta. Tenemos esperanzas, porque hay una oportunidad para que el nuevo presidente inspire a la población. Nuestra situación de infraestructura, por ejemplo, es tan mala que hay potencial de mejoras en todos los niveles. Es una situación difícil, pero no imposible.
Entrevista con el periodista Brian Winter, editor jefe de la revista America’s Quarterly.